Rosa Tock Quiñónez | Política y sociedad / PERISCOPIO
Una semana después de los trágicos acontecimientos derivados de la colosal erupción del Volcán de Fuego, el cuantioso saldo en víctimas, desaparecidos y daños en la infraestructura de la región todavía están siendo evaluados. Desde el extranjero, la actividad del volcán y sus devastadoras repercusiones fueron inmediatamente cubiertos por periódicos internacionales, casi que opacando la continua actividad del Volcán Kilauea en Hawái, donde el fenómeno ha dejado destrucción, pero ni un solo muerto. En Guatemala, seguida la conmoción y la confusión provocada por uno de los mayores desastres naturales desde el terremoto de 1976, nuevamente, la indignación de los guatemaltecos no se ha hecho esperar.
Reportajes, entrevistas, análisis en los medios tradicionales y virtuales, así como imparables reclamos en las redes sociales, han dejado al descubierto lo que muchos hemos venido repitiendo: la combinación de un modelo estatal privatizador en manos de un gobierno manejado por un inexperto “outsider” puede ser solo cuestión de tiempo para que el desconocimiento y desvalorización de lo público nos erupcione a todos en las narices.
Tampoco hay que pecar de ingenuos cuando las clases medias argumentan que “no sabían” que las elites pudientes le estaban apostando a un vulgar y racista comediante, convertido en político de la noche a la mañana. Ahora todos descubren que lo barato sale caro. Pero esto es solo un síntoma del sistema político-económico guatemalteco que adolece de un proyecto de nación y por lo tanto de desarrollo social y planificación integral que nuevamente desnuda las inequidades sociales.
Para muestra un botón: el caso del lujoso hotel La Reunión y el resto de las comunidades en las faldas del volcán. Como sabemos, de las instalaciones del hotel y del campo de golf, todo el personal y los huéspedes salieron con vida. Sin embargo, los muertos y desaparecidos los pusieron al menos cuatro comunidades pobres, reflejando otra vez la perversidad de un modelo de Estado privatizado: solo quien tiene dinero, capital, influencia, recursos e información, disminuye su riesgo ante amenazas e incertidumbres y puede salvar su pellejo. Pero si se trata de ciudadanos “ordinarios”, para quienes la rutina dominical no es un brunch ocioso sino de trabajo mal pagado, sin opciones de vivienda, sin suficientes servicios municipales y gubernamentales, y sin contar con la información adecuada siquiera por medio de un portátil, la vida no vale mucho, si no nada.
Hoy sabemos que el hotel contaba con medidores, con un equipo entrenado y técnico que además podía cotejar la información en Estados Unidos. Sin contar que miembros de la familia de uno de los desarrolladores del proyecto, se encontraban allí esa mañana. Lo anterior contrastado con el raquítico monto que el Insivumeh y la Conred obtienen del presupuesto nacional (cada uno dotado de apenas $4 millones y $8 millones respectivamente), para atender a aproximadamente 16 millones de habitantes.
La negligencia en el análisis del riesgo y la respuesta tan tardía y descoordinada entre los entes gubernamentales llamados a prevenir, alertar y socorrer a la población son el resultado del modelo neoliberal que responde a una filosofía de la privatización de bienes y servicios. Esta tragedia debe ser estudiada como caso paradigmático del fracaso del modelo de Estado neoliberal, que como recuerda Alejandro Flores, se caracteriza por la socialización de los costos y la privatización de los beneficios.
Las brechas en el acceso a oportunidades son evidentes. No es convincente pues, como indican algunos comentaristas, de que si la gente de La Reunión se salvó, si la gerente del hotel usó “su sentido común”, y de que si ellos pudieron, otros debían haber podido.
Es obvio que de haber contado con los mismos recursos, ningún poblador con la mínima información a su disposición no hubiera hecho uso de “su sentido común” -reforzado además por servicios robustos de la Conred- para salir inmediatamente corriendo.
Pero en un país en que todo es al revés, quizás quienes carecen de sentido común son las elites político-económicas quienes creen que la solución de la problemática nacional se resuelve con más mercado, voluntariado y filantropía. Pero ¿cómo podría ser de otra forma cuando miopemente algunos creyeron desafiar al altivo “coloso” asentando su negocio prácticamente en sus mismas entrañas?
Fotografía principal tomada por Rosa Tock.
Rosa Tock Quiñónez

Politóloga y especialista en políticas públicas. Nací en Guatemala y ahora vivo en Minnesota, Estados Unidos. Desde hace varios años trabajo en el sector público, dedicada a la tarea de estudiar, analizar y proponer políticas públicas con el propósito de que la labor del gobierno sea más incluyente, democrática, y fomente una ciudadanía participativa.
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