En búsqueda de una tierra no prometida

Virgilio Álvarez Aragón | Política y sociedad / PUPITRE ROTO

No tienen un Moisés que les guíe, y tampoco lo buscan o lo necesitan. Huyen de la pobreza y la miseria. Se autoconvocaron, como en las distintas caminatas que desde Honduras se han organizado en los últimos años. Sin recursos para pagar al «coyote», grupos de hondureños, desesperados, se hacen la ilusión de que juntos no serán atacados ni vejados por policías, camioneros y demás asaltantes que han hecho del despojo a los migrantes su modus vivendi en Guatemala y México, sin contar para ello con la más mínima protección de las autoridades.

Procuran un trabajo que les permita salvarse de la miseria. Se ilusionan con llegar a la frontera norteamericana y, humildes y honestos, decir que «no son delincuentes, simplemente trabajadores internacionales». Allí, imaginan, encontrarán empleadores que valoren su esfuerzo, su dignidad, y les ofrezcan el trabajo que les permita sustentarse y hacerse de una vida digna para ellos y sus familias.

Diariamente, lo mejor de la juventud trabajadora guatemalteca, hondureña y salvadoreña se esfuerza por llegar a un lugar donde su empeño le permita no solo comer el pan de cada día, sino satisfacer sus necesidades básicas y las de sus familias. Son como los migrantes de todos los tiempos y regiones, solo que, nacidos en países donde los modelos económicos han fracasado, el envío de remesas a sus familiares, si bien ha hecho que estos tengan una vida mejor, también ha estimulado el acomodamiento y oportunismo de las élites económicas locales, las que, improductivas, viven de esos recursos como si fuera el maná que según las leyendas cayó una vez del cielo a un pueblo migrante. En veinte años las remesas han pasado de ser un ingreso más, a superar las exportaciones en la composición del producto interno bruto de los tres países.

La migración, relativamente clandestina, requiere de recursos económicos para ser realizada. Implica endeudamiento familiar, lo que supone cierta capacidad de pago si se fracasa en el intento. Hasta ahora las familias gastaban todos sus ahorros y se endeudaban para enviar a un miembro de la familia, en general los varones, las hijas mayores o los más indignados con su situación y dispuestos a los mayores sacrificios para encontrar esa supuesta tierra prometida para, ya instalados, pagar la deuda e intentar salvar a otros miembros de la familia, sin por ello, a diferencia de los flujos migratorios tradicionales, apostar en el desarraigo total.

Los caminantes masivos de estos días no tienen esos recursos, de allí que se hayan animado a hacer el viaje porque van acompañados de muchos más. No saben nada de lo que les espera, pues alrededor de la migración a Estados Unidos, como con la salida de los israelitas de Egipto, se han narrado miles de leyendas, exitosas según algunos, tristes y lamentables según otros.

Jimmy Morales y Juan Orlando Hernández. Fotografía tomada de Soy502.

Han salido grupos familiares completos, como sucedió con las migraciones italianas y alemanas a nuestras tierras, a finales del siglo XIX e inicios del XX, sacudiéndose el polvo de su tierra, con la esperanza de no volver. Se llevaron su himno y sus banderas, pues eso también es de ellos y no quisieron dejárselos a los que les han hambreado por décadas. Si algo tienen claro los que ahora están huyendo, es que en sus países ya no tienen ninguna esperanza e imaginan que juntos, diciendo que son gente honesta y digna, aquel cielo imaginado, aunque no prometido, se les abrirá.

En las caminatas migratorias de los últimos días, según informaciones confiables, han huido de su país más de quince mil hondureños, es decir, más del 0.1 % de la población, un poco más del 10 % de la población económicamente activa. No han salido engañados por ningún movimiento político. Han salido porque muchos otros lo han hecho anteriormente y han tenido éxito en la empresa, y ellos ya no soportan la vida de hambre y miseria que se vive en sus países, y no han tenido los recursos para pagarse el «coyote».

Los pobres y dignos que se han encontrado en el camino les han dado agua y algo de vestir. Los otros, los gobernantes y las clases medias adineradas, especialmente las de Guatemala, les han criticado y atacado, pero no han conseguido impedir que sigan su camino. Igual suerte, aunque con menos dureza, están teniendo en México, donde el calvario de los migrantes es mucho más prolongado y duro.

En cualquier sociedad medianamente estructurada y equilibrada, un hecho de estos habría hecho temblar al régimen y a los políticos pero, como al final de cuentas todos dependen de las remesas, hacen como que actúan, pero les dejan pasar esperanzados en que algunos logren su propósito para que, los poco afortunados, los sobrevivientes, «manden algunos dólares» y así las élites vegetativas y holgazanas se sigan enriqueciendo.

En la frontera estadounidense, si es que el régimen hipócrita de Peña Nieto no logra detenerlos, como ya lo consiguió con la caminata anterior, notaremos el verdadero rostro de la represión y el autoritarismo. No serán muchos los que consigan su anhelo, y la frustración y la rabia anidará en la mayoría. Descubrirán que para los pobres, aunque esforzados y dignos, no hay cielo alguno, y la demagogia conservadora les regalará espejitos para impedir que los regímenes fracasados de sus países cambien.

La caminata ha sido consecuencia de la angustia y la ilusión de esos miles de centroamericanos, sin ningún contenido ni propósito político. Pero los gobernantes, particularmente en Honduras, deberían rogar para que los dejen entrar al supuesto paraíso, pues si el regreso resulta masivo, muchos podrían politizarse y, entonces sí, poner en jaque estos regímenes fracasados.


Fotografía principal tomada de Soy502.

Virgilio Álvarez Aragón

Sociólogo, interesado en los problemas de la educación y la juventud. Apasionado por las obras de Mangoré y Villa-Lobos. Enemigo acérrimo de las fronteras y los prejuicios. Amante del silencio y la paz.

Pupitre roto

Un Commentario

Guillermo figueroa 26/10/2018

En centro America como en el resto de Mundo la clase politica llega al poder para bolverse mas Rico y asi poder presumir entre la misma clase de corruptos y como siempre utilizando al mas pobre e ignorante por tal razon procuran no mejorar la educacion y la salud para tenerlos siempre sumergidos en la miseria

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