Elecciones y corrupción

Marcelo Colussi | Política y sociedad / ALGUNAS PREGUNTAS…

Estamos a las puertas de las elecciones y la situación preelectoral se muestra patética. Faltando tan poco tiempo para el acto electoral, aún hay enorme incertidumbre sobre algunas candidaturas, en particular, las tres mujeres que vienen encabezando las encuestas.

Todo indica que sería muy probable que a último momento ninguna de las tres pueda ser formalmente inscrita, con lo que quedaría algún «gallo tapado» como puntero (¿Giammattei?, ¿Mullet?). Es probable que allí haya una jugada de la actual administración del presidente Jimmy Morales, con lo que se intentaría evitar cualquier tipo de cambio y continuar con el esquema actual, es decir: el Pacto de Corruptos enquistado en la estructura estatal, intocable, inamovible.

Para la elección anterior, en el 2015, se salía de una situación muy distinta a la actual: había habido una serie de movilizaciones populares que ponían el acento en la lucha contra la corrupción. Todo indica que eso obedecía a una muy bien pergeñada estrategia de la Casa Blanca para cambiar un poco la cara de los países del llamado Triángulo Norte de Centroamérica: Honduras, El Salvador y Guatemala, a la espera del presunto Plan para la Prosperidad, supuestamente para frenar las migraciones. Con la administración republicana de Barack Obama, y el embajador Todd Robinson en estas tierras, el proyecto consistió en abrir una serie de medidas relativamente fuertes para desactivar grupos mafiosos. Ello dio como resultado la desarticulación de una banda delincuencial que se había apoderado del Estado, capitaneada por el entonces presidente Otto Pérez Molina.

La jugada política tuvo efecto, pues una buena cantidad de funcionarios públicos fueron detenidos (La Línea 1, como se le llamó). Empresarios fuertes (los verdaderos mandamases del país, lo que podríamos llamar La Línea 2) no fueron tocados. Cayeron presos una serie de políticos y militares ligados a estructuras criminales (contrabando, narcotráfico, cooptación del Estado), jugando la Cicig y el Ministerio Público un papel clave en todo ello.

El calor popular que se había generado para ese entonces era de rechazo absoluto de la corrupción. Allí apareció la figura de Jimmy Morales, quien, en una nueva presentación actoral, tal como es su profesión, se «disfrazó» de candidato honesto («no robo ni miento»). La experiencia demostró todo lo contrario.

El grupo que, quizá para sorpresa de todos, ganó las elecciones, estaba ligado a lo más corrupto de la clase política, militar y empresarial. Ese grupo fue el que gobernó durante estos años. Y con el cambio de gobierno en Estados Unidos, llegando el republicano Donald Trump, cabildeó para lograr quitar a la Cicig y terminar con esa cruzada anticorrupción. En definitiva: el Pacto de Corruptos se salió con la suya, y Washington dio su consentimiento.

Ahora, para esta primera ronda electoral, ese Pacto no tiene un candidato cantado. Pero no sería de extrañar que la increíble proliferación de dizque partidos políticos (24) sirva finalmente para distraer/confundir. Nada ha cambiado en la forma de hacer política, y nada, en absoluto, preanuncia la posibilidad de un cambio.

Incluso la izquierda electoral, con excepción del Movimiento para la Liberación de los Pueblos –MLP–, prosigue los mismos patrones de la politiquería mafiosa, llena de trampas y protagonismos personales. El MLP se salva de eso, dada su composición popular de base, campesina en lo fundamental. Y, por cierto, es impensable que pueda ganar las elecciones, porque representa una afrenta al Pacto de Corruptos y al statu quo (por eso le siguen matando a su gente con absoluta impunidad).

La fauna política que se presenta para estas elecciones es verdaderamente de antología: hay personas ligadas a la narcoactividad, al crimen organizado, gente con cuentas pendiente con la justicia, con acusaciones de violencia intrafamiliar, de acoso sexual, mentirosos de todos los calibres, traficantes de influencias, tránsfugas de partidos políticos, gente sin principios ni escrúpulos, falta completa de propuestas técnicas, improvisación, mediocridad. Eso es lo que hay, y algunos de esos serán los ungidos para los cargos de elección popular.

Ahora bien: no olvidar que esos candidatos son una expresión del pueblo, de lo que es efectivamente la sociedad. La impunidad y la corrupción jamás debe perderse de vista que están atravesando toda la sociedad: evadir impuestos, pagar un salario básico que apenas cubre la tercera parte de la canasta básica (y se paga solo a un 50 % de trabajadores urbanos y apenas a un 10 % de trabajadores rurales), no pagar la cuota del Seguro Social de los empleados, son tan deleznables como el diputado que se roba un viático o que manda a quemar un archivo que lo compromete. La corrupción atraviesa la sociedad desde la colonia: si «los de arriba» lo hacen, ¿por qué «los de abajo» no lo repetirían? Por eso el varón divorciado no pasa la cuota familiar, o «la mordida» es una institución aceptada pasivamente por todos.

La cuestión central no estriba en esa corrupción/transgresión omnipresente: está en la forma en que se reparte la riqueza nacional. Y, por lo visto, ningún candidato habla siquiera de esto. A lo sumo, las tristes campañas que se están viendo no pasan de invocaciones vacías donde, con suerte, se menciona la corrupción. ¿Qué esperar entonces?


Fotografía tomada de TeleSur.

Marcelo Colussi

Psicólogo y Lic. en Filosofía. De origen argentino, hace más de 20 años que radica en Guatemala. Docente universitario, psicoanalista, analista político y escritor.

Algunas preguntas…

Correo: mmcolussi@gmail.com

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