-gAZeta-
Candidaturas sin visión de futuro
Los candidatos que se disputan la Rectoría de la Universidad de San Carlos de Guatemala para el cuadrienio 2018-2022 hacen hasta lo indecible para atraer votantes, aunque sin mayores novedades programáticas, mucho menos comprometiéndose públicamente en romper con los ya viejos vicios que han postrado a la universidad pública guatemalteca y la tienen muy por detrás de las instituciones de educación superior –IES– serias y productivas de la región. Para nada una propuesta de efectiva y real reforma universitaria.
Con tres sectores electorales marcadamente diferentes, los candidatos varones cuentan a su favor con el control que sus redes de apoyo tienen en las estructuras tradicionales de los colegios profesionales, donde las prebendas y pequeños contratos pueden atraer a los electores. En el sector estudiantil, en cambio, ni uno ni otro cuentan ahora con la eficacia que la agresividad y violencia de los grupos de choque, que detentaron la AEU, proveyeron a los candidatos en las últimas cuatro elecciones. Ahora los estudiantes pueden pronunciarse sin temor y con mayor libertad, aunque en ninguna de las facultades se observa una exigencia clara por profundizar y acelerar el tan postergado proceso de reforma.
Los estudiantes, que en su inmensa mayoría son trabajadores que roban tiempo al descanso para estudiar, demandan soluciones para las dificultades en el tránsito y la violencia dentro del campus, y los candidatos se posicionan más como intendentes de localidades en desorden y con tumultos, que como rectores de una institución que es para y por el conocimiento.
No hay, en las propuestas, ninguna referencia a sistemas de becas para estudiantes de tiempo completo, mucho menos disposición para la internacionalización real y efectiva de la docencia, con llegada intensa y constante de docentes extranjeros.
Rehenes de los grupos de interés que controlan los colegios profesionales, a través de los decanos de las facultades, en los últimos treinta y seis años los rectores de la USAC han preferido jugar a las componendas con los intereses nada legítimos de estos, negándose a impulsar cambios estructurales que le permitan a la universidad pública guatemalteca brillar local e internacionalmente por su producción científica y técnica, soltándose de las amarras conservadoras que el predominio de la representación de profesionales le impone.
En la práctica, nada novedoso pueden proponer los actuales candidatos, pues cualquier insinuación de modificación del statu quo chocaría contra la muralla de intereses privados que en los últimos tiempos han ido construyendo los grupos que controlan las distintas facultades. De allí que la USAC sea en la actualidad una de las universidades latinoamericanas con menor proporción de doctores en su cuerpo docente, y que la privatización de los estudios de posgrado se haya impuesto en casi todas las áreas, si por ello entendemos que los docentes son pagados directamente, total o parcialmente, con las cuotas de los estudiantes, y los docentes contratados al buen saber y entender de quien se inventó y administra el posgrado, sin concursos de selección por méritos.
Muy por debajo de las universidades de igual tamaño y recursos en los distintos ranking que consideran a las IES de región latinoamericana, en Centroamérica es superada, de lejos, por las principales universidades públicas costarricenses y aún por la de Panamá, no solo por su baja producción científica sino porque, al no tener programas de posgrado consolidados, existe una nula presencia de académicos jóvenes en las distintas revistas internacionales indexadas.
Pero estas cuestiones no preocupan al grueso de los votantes, al grado de que, a diferencia de las décadas de los años sesenta y setenta, cuando los rectores eran académicos con producción científica sólida y formación académica a nivel de doctorado, como los casos de de Edmundo Vázquez Martínez (1966-1970) o Rafael Cuevas del Cid (1970-1974) o de reconocida producción intelectual como Carlos Martínez Durán (1945-1950 y 1958-1962), a partir de la elección de Eduardo Meyer (1982) todos los rectores apenas han tenido el grado de licenciatura de sus facultades, y uno que otro curso corto de especialización o maestría profesionalizante.
De los tres candidatos que esta vez disputan la Rectoría, ninguno de ellos tiene producción científica o académica, mucho menos publicaciones en revistas internacionales, con lo que sus propuestas para el desarrollo y consolidación de las ciencias en el país es, sino nulo, chato. Sin embargo, los tres han dedicado buena parte de su vida laboral a las cuestiones administrativas. Hada Alvarado es la única de los tres que, además de haber sido decana, ha tenido más contacto con la docencia en su facultad, mientras que Murphy Paiz ha sido durante tres períodos seguidos decano de su facultad, cuando lo legal son apenas dos. Carlos Sierra, por tercera vez candidato a la Rectoría, a transitado de director de un centro regional a responsable de la administración de la USAC, donde ha conseguido controlar a los grupos de funcionarios administrativos.
Los intereses de los distintos grupos que controlan los colegios ha sido tal que la USAC es, posiblemente, la única universidad del mundo que «tiene metidas sus narices» en cuanto órgano e institución pública requiera de juntas directivas o comisiones, al grado que, entre otras cosas, nombra un magistrado ante la Corte de Constitucionalidad, supuestamente influye en la política monetaria y es responsable del manejo del IGSS. Con ello, todos los que tengan interés por alzarse con las no despreciables dietas de esas juntas directivas y comisiones, o tengan intereses privados por defender, ejercerán lobby en el Consejo Superior Universitario para ser electos, haciendo que las autoridades universitarias se preocupen, desgasten y enfrenten por cuestiones totalmente ajenas a la vida académica y científica. A ningún candidato a rector se le ocurriría proponer aquello de que «zapatero a tu zapato», pues los interesados en interferir de manera privilegiada en los asuntos del Estado de inmediato le impedirían llegar a la Rectoría.
Es utópico pensar, en consecuencia, que el futuro o futura rectora podría modernizar o actualizar a la universidad pública guatemalteca, mucho menos imaginar que sería portador o portadora de un proyecto de reforma que pusiera el desarrollo del conocimiento científico y técnico en el centro eje de su gestión rectoral.
A lo sumo, lo que se podrá demandar a un candidato, para otorgarle el voto en este evento electoral, es transparencia escrupulosa en el manejo de los recursos institucionales, ruptura con las tradicionales prácticas opacas de gestión financiera y alejamiento del amiguismo y favoritismo en la contratación de servidores.
Ojalá y no llegue el momento en el que se tenga que pronunciar aquella frase que hace ya casi doscientos años expresara, respecto a la universidad confesional mexicana, el sabio José María Luis Mora, quien ante las exigencias de la ciencia y el desarrollo del conocimiento, llegó a declararla «inútil, irreformable y perniciosa».
Por Virgilio Álvarez Aragón
Las imágenes que acompañan este texto fueron tomadas de Prensa Libre.
Un Commentario
Pues la usac (ahora con minúsculas) es ya eso que dijo José María Luis Mora. La delincuencia descarada está a punto de asaltarla y después atrincherarse. Cosas veremos
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