Elecciones 2019 en Guatemala: ¿atípicas, complejas o aun impredecibles?

Víctor Manuel Gálvez Borrell | Política y sociedad / DESDE ESTA ORILLA

Hay que recordar que, a partir de las protestas de 2015, la dinámica de las elecciones que se venían dando desde el inicio de la «transición democrática», se alteraron. Ello se debió a varias razones. Las consecuencias de la crisis que sufrieron los dos principales partidos en contienda (el PP y Líder) y la quiebra definitiva de sus opciones políticas. Las reformas electorales de 2016 que, aunque incompletas, serán aplicables por primera vez por el TSE y generarán modificaciones que el electorado no termina aún de valorar. Finalmente, las posibilidades de que se acrecienten las investigaciones en curso y pendientes del MP que, pese al declive de la Cicig, podrían provocar sacudidas entre varios candidatos y candidatas. Todo lo anterior aparece signado por una generalizada incertidumbre.

Así, se suele considerar que estas elecciones serán en principio, «atípicas». Es decir, presentarán diferencias importantes con otras del pasado. Sobre el proceso, en cuanto tal y su dinámica, aún y cuando nos encontremos en período de convocatoria electoral, no hay campaña. En efecto, no hay opiniones ni posicionamientos de candidatos a consecuencia de una interpretación extrema de las sanciones por la «propaganda anticipada»; el acceso igualitario a los medios de comunicación es incierto: muchas veces no se comprende, además de estar cuestionado ante la CC y del hecho que este último tribunal no termina de resolver; el financiamiento se percibe limitado; no existen las características «vallas» propias de la época y no está claro cuántas finalmente habrá. En cuanto al número de candidatos, la sensación entre la mayor parte de la opinión pública es que no se sabe con exactitud de dónde y cuándo salieron esos extraños personajes, cuyos nombres y partidos apenas si se conocen.

Otra de las características de estas elecciones, es la que las bautiza como «complejas», según el propio presidente de TSE. Con ello se refería al hecho de que dos candidatos que recibieron su carné que los acreditaba como tales, fueron inmediatamente objeto de trámite de antejuicio. Es decir, se trata de la opción de ver judicializada la contienda en una forma nunca antes vista, uno de los efectos anunciados al inicio de este artículo.

Relacionando estas dos características, una pregunta que se dibuja es ¿cómo afectarán estas circunstancias novedosas y relativamente inéditas, el voto final del electorado? ¿Quién ganará? ¿Bajará el número de participantes en forma significativa (como sucedió recientemente en El Salvador, en donde el bipartidismo perdió, pero el candidato ganador lo hizo por un margen estrecho respecto del número de votantes)? ¿Qué pasará con el voto nulo que, por primera vez, tendrá efectos importantes en Guatemala o, simplemente, aumentará su número pero no tanto para hacer que se repita la elección? Al final de cuentas ¿se producirá una elección «racional» o más bien «emotiva» en la que, tanto a nivel presidencial como del Congreso, se castigará a los candidatos reconocidos como claramente «corruptos»? Y ¿cuál será el resultado final de las «campañas negras»?

Es muy posible que, conforme avance el proceso electoral, algunas candidaturas tenderán a consolidarse. A ello apunta la tendencia persistente del electorado guatemalteco de «participar», aunque no tenga claridad de por quién hacerlo. Algunas encuestas recientes ubican, a pesar de sus diferencias, a tres candidatas que aparecen en los primeros lugares y en las últimas posiciones, a uno o dos varones. Sin embargo, independientemente de las tendencias machistas y sexistas del electorado para elegir a una mujer en Guatemala, algunas de las tres presentan impedimentos que podrían hacerlas inviables. Frente a ellas, se presenta el panorama del resto de partidos «enanos», esos a los que nos referimos al final del segundo párrafo de este artículo: la mayor parte reciclados y verdaderos nidos de corruptos, que inexplicablemente insisten en postularse, aunque apenas representen en total, 10 o 15 % de las posibilidades del voto. De allí el carácter aun impredecible de las presentes elecciones.


Víctor Manuel Gálvez Borrell

Doctor en Sociología, de la Universidad de Paris I. Trabaja en la Universidad Rafael Landívar como coordinador de investigación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.

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