Virgilio Álvarez Aragón | Política y sociedad / PUPITRE ROTO
Las elecciones presidenciales que se avecinan, si no suceden hechos impactantes que modifiquen el escenario, nos pondrán, muy seguramente, ante un segundo turno en el que, como dijimos en la nota anterior, se enfrentarán dos candidatas, diferentes en sus estilos de hacer y entender la política, pero condicionadas, ambas, por las limitantes que el sistema político guatemalteco aún impone.
El análisis de las distintas variables políticas y sociales llevan a concluir que, de ser finalmente candidatas, Sandra Torres y Thelma Aldana disputarán el segundo turno electoral en 2019, en una repetición, en masculino y con reglas mucho más rígidas en cuanto a financiamiento electoral, de la disputa entre Álvaro Colom y Oscar Berger en 2003. Es decir, en una disputa entre lo urbano y lo rural, producto de las capacidades y simpatías anteriores de las candidatas.
Berger, quien había sido derrotado por Alfonso Portillo en 1999, siendo entonces el candidato oficial, mantuvo la fidelidad de su electorado, derrotando, cuatro años después, a Álvaro Colom, quien había sido el tercer colocado en la disputa de 1999. Berger no consiguió ampliar mucho sus votos entre un primer turno y otro; si en 1999 obtuvo 30.3 % de los votos válidos, en 2003 apenas subió a 34.3 %, aumentando 256 904 votos. Sandra Torres no fue candidata oficial en 2011, aunque intentó serlo, de manera que no tenemos un dato de referencia como con Berger, sin embargo, la situación parece semejante.
La atomización de las simpatías y la pérdida de la credibilidad en los candidatos han hecho que quienes pasen al segundo turno lo hagan apoyados cada vez por menos electores. Torres obtuvo, hace tres años, 19.8 % de los votos en el primer turno. Una votación mínima para otros contextos, pero que le fue suficiente para pasar al segundo turno. Es en ese evento donde el candidato gana mucha mayor exposición y presencia, por lo que no es equivocado pensar que quien llega a esa instancia, y la pierde, tiene muchísimas más chances de ganar en la siguiente, pues ya es referencia para muchos electores, en particular la inmensa mayoría que no es activa en las redes sociales y se interesa por la política solo marginalmente. Así sucedió con Portillo, Berger, Colom y Pérez Molina, rompiéndose la tendencia con la derrota de Baldizón en el primer turno de 2015, a pesar de que había llegado al segundo contra Pérez Molina.
Torres tiene, pues, un piso electoral de casi 20 % y es innegable que su partido se ha mantenido activo en los distintos departamentos y municipios, aceitando sus relaciones con los liderazgos locales. Además, la desaparición de Lider, que en buena medida se constituyó por encima de antiguos aliados y miembros de la UNE, es para este partido una ventaja, pues le resultará mucho más fácil recuperar esas bases para reconstruir alianzas locales y ganar votos.
Pero Torres y su partido tienen un fuere rechazo en los grandes centros urbanos, áreas a las que equivocadamente han decidido dejar fuera de sus procesos de afiliación y construcción de alianzas. Tan es así que en el Distrito Central –municipio de Guatemala– en 2015 no alcanzaron a colocar un solo diputado, obteniendo apenas 20 993 votos. Por los municipios del departamento de Guatemala lograron solamente dos curules de las 19 en disputa, con una votación menor a la obtenida por Encuentro por Guatemala, Lider y Todos, quienes también tuvieron dos diputados cada uno, y muy por debajo de FCN que se alzó con 4.
Es esta debilidad la que aprovechará cualquiera de sus contendientes, en particular Thelma Aldana, quien, si bien no ha participado en elecciones, ha gozado de amplia exposición mediática los cuatro años que fue jefa del Ministerio Público. A ella se le puede considerar una de «fuera de la política», cuestión que resultará atractiva a quienes ven en los políticos tradicionales la tendencia al cacicazgo y enriquecimiento ilícito. Pero, a diferencia de lo que hicieron Jorge Serrano y Jimmy Morales, quienes basaron su campaña prometiendo una honestidad no comprobada, Aldana tiene tras de sí todo lo logrado al frente del MP, con la persecución abierta y declarada a corruptos y corruptores.
Aldana necesita un instrumento político electoral, y evidentemente el más próximo a su plataforma político-ideológico es Encuentro por Guatemala –ExG–. Un partido pequeño, con poca y hasta nula presencia en muchos departamentos, al grado que su lidereza, Nineth Montenegro, ha obtenido más votos como candidata de Listado Nacional que sus candidatos presidenciales (Rigoberta Menchú –2007–, Harold Caballeros –2011– y José Ángel López –2015–), con un discurso y una práctica parlamentaria permanente de lucha contra la corrupción, lo que le hace de Aldana su candidata casi natural.
Las acusaciones que recientemente presentaron el MP y la Cicig puede que abollen significativamente la imagen de Montenegro y su partido, pero, si la dinámica del TSE continúa siendo la misma, la suspensión del ExG parece lejana, y si bien será asunto de campaña, serán otros los factores que influyan en el resultado final.
Los problemas de Aldana candidata no son específicamente esos. Su mayor dificultad está en la casi inexistencia de aliados locales capaces de movilizar estructuras para los momentos decisivos de las elecciones, donde su contrincante tendrá no solo la suya, sino también los restos de lo que fue Lider. Semilla y demás organizaciones que puedan llegar a apoyarla tienen posiblemente alguna presencia, pero que no llega a ser suficiente para cubrir el país.
Es allí donde entra en juego el aparato que, en silencio y a la sombra del poder, los grupos paramilitares del pasado han logrado mantener activo, al grado de que fueron capaces de movilizar amplios sectores para sostener a Jimmy Morales en los dos turnos. Aparatos que en su momento fueron de suma utilidad al Partido Patriota y al FRG, y que apoyarán a quien les ofrezca beneficios directos, traducidos en puestos para amigos y familiares, e impunidad para sus antiguos y nuevos jefes, es decir, para militares manchados de sangre y políticos corruptos.
De esa cuenta, si la disputa entre Torres y Aldana puede entenderse como un enfrentamiento campo/ ciudad, no tanto por los discursos o propuestas políticas, sino por las capacidades de movilización y simpatías ya construidas, todo lleva a indicar que, como sucedió en 2003, serán esos aparatos de la vieja política los que definirán la elección.
Si en ocho años los rechazos están más que cristalizados, el abandono de la UNE a los sectores de clase media ya, a estas alturas, resulta casi insuperable, por lo que todo indica que, si bien obtendrán, de nuevo, una bancada grande y activa, ganar la Presidencia solo podría suceder si acogen en alianza más que coyuntural a quienes, para nada y por nada, quieren romper con los vicios, negocios oscuros y triquiñuelas de la vieja política. Si estos grupos se corren a favorecer a Aldana, la tendremos de presidenta, pero atada de manos como hicieron con Méndez Montenegro.
Fotografía tomada de DeGuate.
Virgilio Álvarez Aragón

Sociólogo, interesado en los problemas de la educación y la juventud. Apasionado por las obras de Mangoré y Villa-Lobos. Enemigo acérrimo de las fronteras y los prejuicios. Amante del silencio y la paz.
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