Elecciones 2019, el entierro de la democracia (I)

Virgilio Álvarez Aragón | Política y sociedad / PUPITRE ROTO

Cuando aún faltan largos dieciocho meses para que concluya el desastroso Gobierno de Jimmy Morales y sus aliados, los guatemaltecos comenzamos a interpelarnos sobre las opciones entre las que podremos escoger en el próximo evento electoral.

Desnudada la corrupción en todos sus aspectos y actores a partir de 2015, las posibilidades de juzgar a algunos de los responsables no ha sido suficiente para imaginar que está siendo controlada, mucho menos superada. El Gobierno actual ha hecho lo indecible para proteger a corruptos y corruptores, en un desenfrenado proceso de discursos mentirosos y acciones que tienen al uso indebido de los recursos públicos.

La corrupción se impone cuando la demagogia y el abuso de poder son la regla en la gestión pública, prevaleciendo mientras el servicio público sea fuente de empleo para clientelas políticas. La democracia, que es el régimen político en el que entre todos se escoge a quien administrará lo público en beneficio general, reduciendo las inequidades y considerando a todos los ciudadanos iguales en derechos, no puede prosperar en regímenes saturados de clientelismo, amiguismo y opacidad en el manejo de los recursos públicos.

El proceso electoral que se avecina, si bien se realizará con reglas más estrictas para controlar el uso de de recursos públicos para favorecer a un candidato, dando, además, cierta equidad en lo que a propaganda se refiere, no alejará los fantasmas de la manipulación de electores y fiscales de mesa, como sucedió con la elección de Jimmy Morales, por obra y gracia de la trama fraudulenta que Rodrigo Arenas y grandes empresarios urdieron a su favor.

Lo reducido del período de campaña, menos de seis meses, unido a la pobreza ideológica de los partidos políticos que, en su mayoría, continúan siendo franquicias electorales, impedirá que el debate serio y profundo sobre los problemas fundamentales del país se lleve a cabo, por lo que los candidatos ya conocidos corren con ventaja, condicionados, en mucho, por sus logros electorales en 2015.

En la derecha extrema y conservadora, espacio ideológico que defiende el sistema actual de expulsión diaria de ciudadanos para que envíen remesas, justifica la depredación del medio ambiente por empresas mineras e hidroeléctricas y alienta los monopolios, criminaliza toda oposición que no sea la empresarial, aferrándose a las tradiciones racistas y homofóbicas de la cultura criolla y justificando abiertamente los crímenes contra la humanidad cometidos en décadas anteriores, Alejandro Giammattei y Zury Ríos resultan sus principales exponentes. Compiten por el mismo sector de población, y todo hace pensar que, incapaces de modernizarse en sus propuestas, les será muy difícil superar la barrera del 10 % de votos válidos.

Disputando los mismos electores, aunque con un discurso más populista y demagógico, aparecería el candidato oficial, si finalmente FCN logra que el director del Registro de Ciudadanos, evidentemente su aliado, contrariando toda legalidad les deja sobrevivir. Sin embargo, no se vislumbra que quien quiera que sea el candidato de los grupos paramilitares y oficiales delincuentes parapetados detrás de FCN, logre superar el desgaste que el actual Gobierno le heredará. Sea cualquiera de los ministros Méndez (MAGA), Chea (Micude) o Alonso (MARN) u otro político favorable a la corrupción, su interés será hacer su «atadito», más que ganar las elecciones, y de cómo logre repartir diputaciones dependería, finalmente, el monto de la bolsa que se llevaría para casa.

Puede que de nuevo aparezca Juan Gutiérrez o alguien parecido, con posibilidades electorales mínimas pero ofreciendo espacios en diputaciones para los voceros de la extrema derecha, como ha sido el caso de Linares Beltranena con el PAN.

El populismo demagógico de derecha tampoco tendrá esta vez representante significativo, ya que no se avizora alguien que pueda ocupar el espacio de Mario Estrada o Manuel Baldizón, sobre todo porque, para construir un personaje como el que el ahora detenido en Miami construyó, se necesitan muchos recursos, que ninguno de los posibles candidatos ha sido capaz de amasar, esto sí por causa de la lucha contra la corrupción.

Por su parte, la izquierda, con sus variadas organizaciones, tampoco tiene condiciones de ofrecer una propuesta coherente y confiable, capaz de movilizar a por lo menos 20 % del electorado, cifra que, siendo tan mínima, se ha convertido en el horizonte deseado para llegar al segundo turno, tal y como sucedió en 2015. El letargo con el que estas organizaciones han asumido su renovación y el alejamiento que respecto a la lucha contra la corrupción han mantenido, les coloca distantes de amplios sectores de la población, quienes, según distintas encuestas, consideran la corrupción como el principal problema a combatir.

Todo conduce a pensar en la repetición de la alianza de 2015, a la que además de Winaq y URNG-Maíz se sumaría Convergencia, en un esfuerzo más por sobrevivir que por convertirse efectivamente en una opción real de poder. En ese escenario, quien parece estar condenado a ser carro de cola es Winaq, dado que a pesar de su discurso marcadamente étnico político, no consiguió construir alianzas con los sectores más al centro y la derecha del movimiento indígena, evidenciando que en cuestiones político-electorales es aún ese sector el que tiene el control ideológico simbólico en las poblaciones indígenas.

Una incógnita electoral es el Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP) organización política de Codeca, pues sin un liderazgo visible, capaz de agregar otros sectores sociales a su propuesta, sus posibilidades de convertir en práctica política su discurso parecen lejanas. Si su capacidad de movilización se traduce en votos, es muy probable que obtenga más del 3 % para continuar como partido, pero todo indica que, al menos para esta elección, tener a su favor a uno de cada cinco electores no parece factible.

Quedan por escudriñar las posibilidades de Sandra Torres y Thelma Aldana, condenadas, según parece, a entablar una disputa desde la centro derecha, en una repetición, en femenino y con el asunto de la corrupción de por medio, de lo sucedido entre Oscar Berger y Álvaro Colom.


Imagen principal tomada de TSE.

Virgilio Álvarez Aragón

Sociólogo, interesado en los problemas de la educación y la juventud. Apasionado por las obras de Mangoré y Villa-Lobos. Enemigo acérrimo de las fronteras y los prejuicios. Amante del silencio y la paz.

Pupitre roto

Un Commentario

David Son Turnil. 10/08/2018

Cabal. Ese es el panorama según lo que se ve ahora. Algo podría cambiar si se fortalece la opción de Semilla, y el caudal económico de Dionicio Gutiérrez según el rumbo que tome.
Las opciones con discursos radicales como el de CODECA los veo muy limitados para lograr una alianza sustantiva de carácter electoral, más por su apoyo ciego a Maduro y Ortega. Y una opción indígena no tiene posibilidades por su fragmentación política.

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