Juan Alberto Fuentes Knight | Política y sociedad / PERSPECTIVAS
El tema de las relaciones políticas y económicas con China ha estado en la prensa últimamente. El establecimiento de relaciones diplomáticas de El Salvador con este país hace pocas semanas y la reacción negativa de las autoridades norteamericanas ante ello, son parte de esas noticias. La dimensión política de esa relación y cómo ha sido condicionada por la historia de las relaciones de Guatemala con Taiwán también ha recibido atención, incluyendo el análisis de Víctor Gálvez Borrel en esta revista.
Sin embargo, ha recibido menos atención el tema de las relaciones económicas con China. Los países de América del Sur, a diferencia de los centroamericanos, se convirtieron en importantes proveedores de materias primas a China, con precios favorables, a cambio de importar manufacturas. Estas exportaciones, acompañadas de considerables inversiones chinas que se dedicaron principalmente a la producción y exportación de minerales, favorecieron el auge que experimentó esta región entre el 2000 y el 2013. Fue una verdadera ola, la primera, de expansión económica impulsada en buena parte por el aumento de la demanda china de materias primas. En la mayor parte de países, este auge contribuyó a aumentar significativamente el crecimiento económico y a generar empleo, al mismo tiempo que aumentaban los ingresos del Estado. Más actividad económica y una política fiscal redistributiva permitieron reducir la desigualdad y la pobreza significativamente.
No obstante, hubo tres problemas, cuya intensidad varió de país a país. Primero, en algunos fue un auge transitorio que no dio lugar a ahorros del sector público sino a un gasto excesivo que resultó en una trayectoria fiscalmente insostenible, como en Argentina. En otros, como Chile, se logró ahorrar una parte de los ingresos extraordinarios obtenidos, contribuyendo a evitar grandes desequilibrios fiscales posteriores. Ha sido difícil mantener este aumento del gasto social sin el auge exportador, pero varios países han impulsado reformas fiscales para asegurar su sostenibilidad.
Segundo, terminado el auge, especialmente a partir de 2013, hubo una fuerte desaceleración económica en casi todos los países de América del Sur; solo el año pasado comenzó a revertirse. Puso de manifiesto la desventaja de depender de una estructura exportadora poco diversificada, concentrada en pocos productos y orientada principalmente a un mercado. Para América Latina en su conjunto, casi el 70 % de las exportaciones a China correspondían a solo 4 productos: soya, mineral de hierro, cobre y petróleo.
Tercero, se creó una división internacional del trabajo tradicional, de exportación de materias primas a cambio de la importación de manufacturas. El desarrollo tecnológico para transformar las materias primas fue limitado, a pesar de algunos esfuerzos por agregar valor a la exportación mediante procesos de refinación y de algún procesamiento, como ocurrió con el cobre y el mineral de hierro. Además, las monedas se apreciaron: el tipo de cambio tan alto castigó el desarrollo de nuevas exportaciones y la sustitución de importaciones, cuyo contenido tecnológico podría haberse desarrollarse gradualmente. No faltan los análisis críticos que señalan que se reprodujeron y crearon de nuevo los patrones de división desigual del trabajo que prevalecían durante buena parte del siglo XIX, aunque entonces con el Reino Unido como el mayor socio comercial.
Actualmente, se vislumbra una segunda ola económica expansiva proveniente de China, pero ya no reflejada en una demanda creciente de materias primas o commodities que, en todo caso, no se extendió a los países centroamericanos. Lo que ahora aparece en el horizonte es una nueva ola de actividad económica impulsada principalmente por el turismo de origen chino. Los países centroamericanos son exportadores de servicios y generadores de turismo mucho más importantes que los de América del Sur. Tienen la posibilidad de participar en esta segunda ola y de ser parte de un auge económico que habría que administrar adecuadamente para aprovecharlo al máximo.
El turismo es un sector intensivo en la generación de empleo, y no necesariamente requiere un alto grado de desarrollo tecnológico o recursos humanos muy calificados. Significa que este auge del turismo chino proporciona oportunidades no solo para los jóvenes que cada año ingresan al mercado de trabajo en países como Guatemala. También puede ser vital para aquellos migrantes retornados que ya han tenido alguna experiencia en el área de servicios y que tienen conocimiento del inglés. Hay que prepararse.
China se ha convertido en la principal fuente de turistas en el mundo. De acuerdo con datos del Banco Mundial, turistas procedentes de China gastaron aproximadamente USD 261 mil millones en 2016, USD 100 mil millones más que Estados Unidos. La acelerada expansión de la clase media y un proceso de apreciación de la moneda china en relación al dólar ha dado al turista chino un fuerte poder de compra, que amplía sus posibilidades de aprovechar sus ingresos en el exterior.
Aunque existen 4 grandes ciudades (Shanghai, Beijing, Guangzhou y Shenzhen) que son el principal origen de turistas, el número de turistas procedentes de otras ciudades, intermedias, está creciendo más rápidamente. Turistas chinos ya constituyen la fuente principal de turismo en países tan diversos como Japón, Rusia, Vietnam, el Reino Unido y Sudáfrica.
Si bien actualmente Asia es el principal destino del turismo de origen chino, está aumentando rápidamente en nuevos países, a tasas de crecimiento que en 2017 superaron el 100 %, como ocurrió en Turquía, Alemania y España, además de Vietnam. Además, hasta ahora solamente el 10 % de la población china ha salido del país y tiene pasaporte, lo cual implica que existen posibilidades de una expansión futura del turismo procedente de China aún mayor.
Cada país centroamericano aprovechará esta situación de manera diferente, como ocurrió con los países de América del Sur ante las oportunidades que surgieron de la expansión de las exportaciones de commodities. Costa Rica y El Salvador ya se adelantaron, al establecer relaciones diplomáticas con la República Popular China. Una de las primeras medidas del Gobierno de El Salvador, una vez establecidas las relaciones diplomáticas, fue la de formular una estrategia para atraer el turismo de China.
Sin embargo, la estrategia salvadoreña estaría contemplando una estrategia multidestino, que incluiría a México y al resto de países centroamericanos. Es una visión realista. Actualmente los costos de conectividad de Centroamérica con Asia son altos, y solamente un gran flujo de turistas podrá reducir esos costos. La historia de integración económica centroamericana así como el interés de turistas chinos en visitar a varios países de la región en un solo viaje -como ya lo hacen-, abre posibilidades de participar de manera conjunta en esta segunda ola, que podría constituir un verdadero auge económico para toda Centroamérica. Todo indica que solo el conjunto de países centroamericanos podrían constituirse en una «masa crítica» suficientemente amplia y diversa para poder atraer un número verdaderamente grande de turistas procedentes de la República Popular China.
Hasta ahora, América Latina no es un destino tan importante para el turismo chino, aunque se estimaba en 2017 que aproximadamente medio millón de turistas chinos estaban visitando a México cada año. Uno de los atractivos más importantes era Chichén Itzá, en congruencia con la importancia que se le da en China a civilizaciones antiguas.
Corresponderá tratar de adaptar nuestra oferta de servicios, tomando en cuenta las características de la demanda de servicios de turismo por parte de los ciudadanos chinos. Por ejemplo, en comparación con turistas de otros lugares, le dan mayor prioridad al tema de la seguridad, a la facilidad con que se obtienen visas y a la actitud de amistad de los habitantes de los lugares que visitan. Turistas chinos acuden mayoritariamente al internet para búsquedas y viajes, y utilizan sus celulares para hacer pagos directamente.
La seguridad tendrá que mejorar en todos los países centroamericanos, y podrían entregarse visas directamente al entrar a cada país del istmo. Ya existe una proverbial amabilidad en países como Guatemala, lo cual facilita la exportación de servicios, desde el turismo hasta los centros de llamada. Convendría concentrar los esfuerzos de capacitación en mejorar la calidad de los servicios y en actualizar al sector comercial y de negocios para adecuarlos tecnológicamente con el fin de facilitar el sistema de pagos. Tendrá que complementarse con mejoras en nuestra infraestructura, que actualmente deja tanto que desear.
El hecho que casi el 60 % de turistas procedentes de China son mujeres, y que gastan más en compras que en alojamiento y en comida en comparación con turistas procedentes de otros lugares, abre posibilidades para que muchos pequeños negocios y comunidades se beneficien de este turismo. Pero también requiere que se modernicen tecnológicamente. Existe una tendencia a que los turistas procedentes de China acudan crecientemente al turismo individual y no de grupos, aunque este todavía persista como el más importante. Esto también plantea necesidades de más flexibilidad y capacidad de adaptarse a gustos cada vez más sofisticados.
El turismo chino le asigna mucha importancia a ambientes naturales sanos y sin contaminación, incluyendo islas, además de parques de juego. Hasta hace pocos años no parecían atraerles tanto los lugares de interés cultural, en comparación con turistas procedentes de otros lugares, pero esto ha ido cambiando.
Dentro del área de turismo con énfasis cultural hay un particular interés por la civilización maya, que podría ser un nicho de atracción para cierto tipo de turismo desde la China. Arqueólogos chinos han investigado la civilización maya, especialmente en Copán, con la idea de demostrar ciertos paralelismos entre las sociedades maya y china de la antigüedad. Se han encontrado algunas semejanzas entre el calendario maya y el chino, en particular. Esto abre espacios no solo para el turismo, sino también para una cooperación de mutuo beneficio en el ámbito académico y cultural. Requeriría tomar en cuenta las necesidades y prioridades de las comunidades y pueblos indígenas de Centroamérica: implica facilitar su participación en la formulación e implementación de políticas en este campo.
Aunque los principales determinantes del turismo procedente de China son una combinación de lugares atractivos, costos y seguridad, la dimensión política también debe tomarse en cuenta. Esto se ha observado en relación a cierto desplazamiento del turismo que antes viajaba a los Estados Unidos y que, ahora, ante los conflictos comerciales surgidos entre China y Estados Unidos causados por el presidente Trump, están viajando a Europa.
El menor interés del turismo chino en Estados Unidos, así como la importancia del turismo chino en África, ponen de manifiesto la importancia de la dimensión política como un ingrediente que debe tomarse en cuenta al atraer al turismo chino. En particular, los académicos Yu-Wen Chen y Niall Duggan aseguran que el turismo de China responde en alguna medida a cierta orientación diplomática, de ejercicio del poder «blando», por parte del Gobierno de la República Popular China. Consistiría en una diplomacia que busca alcanzar ciertos objetivos intangibles sin acudir a la coerción o a la reciprocidad, y que más bien estaría intentando basarse en el atractivo de su cultura, ideas y políticas.
Específicamente, Chen y Dugan argumentan que en África el Gobierno chino buscó favorecer el turismo como una forma de buscar armonía con países donde le interesaba ser percibido como una potencia benigna, sin pretensiones coloniales o imperiales. Hubo un interés político, en alguna medida «de imagen», que favoreció una mayor presencia del turismo de origen chino sin exigir concesiones de contraparte. El Gobierno de China implementó esta orientación mediante la asignación de un «estatus de destino aprobado» a los países a los cuales buscaba favorecer como destino del turismo; lo contempló como un medio para crear relaciones de armonía y no de conflicto. Este interés del Gobierno de China en la armonía, y en proyectar una imagen «benévola», podría aprovecharse. Significaría que todos los países de la región tendrían que establecer relaciones diplomáticas con China y llegar a un acuerdo para estimular este flujo de turismo con base en intereses mutuos. Podría ser el reflejo de un interés «de imagen» de China y de un interés económico por parte de Centroamérica.
El temor a la presencia china en Centroamérica por parte de algunos actores norteamericanos podría hacer más difícil acercarse a China y aprovechar esta segunda ola de auge económico. El turismo no es precisamente una amenaza a la seguridad, pero no es difícil imaginar a algunos denunciándolo como una violación de la Doctrina de Monroe -la idea de que «América es para los americanos»- que poderosos actores norteamericanos utilizaron en el pasado para evitar la presencia e influencia europea en América Latina. Lo irónico es que, en la medida que se diera un gran flujo de turismo chino hacia Centroamérica, habría una fuerte expansión del empleo: podría contribuir a reducir el flujo de migrantes hacia los Estados Unidos y favorecería la ocupación de retornados.
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