Ricardo Barrientos | Política y sociedad / MANIFIESTO
La estupidez de las acciones de un dictador es proporcional al miedo que siente. Jimmy Morales siente miedo hasta de las niñas y niños.
Cuando los dictadores sienten la cercanía del ocaso de su poder, les invade un miedo intenso. Por ejemplo, cuando los jerarcas nazis buscaron rendirse a los aliados occidentales para evitar ser capturados por los soviéticos por temor a ser juzgados por el genocidio perpetrado en el este europeo, unos huyeron con identidades falsas a Sudamérica y otros se suicidaron. Solo un ejemplo de muchos que plagan la historia de la humanidad.
Mientras más cobardes los dictadores, más estúpidas sus acciones de pánico y desesperación. En su papel de presidentito títere de militares y corruptos, la magnum opus de su carrera de actor mediocre, Jimmy Morales no es la excepción. En sus últimas acciones ha perdido todo el pudor para arroparse de los dueños de su mente y voluntad, anhelando que la fuerza y las armas de los militares y los policías intimide a la ciudadanía. Una gran estupidez, porque la fuerza de un gobernante deriva del apoyo ciudadano y popular que produce la legitimidad de sus acciones, no del fusil en las manos de un kaibil. La historia muestra que los gobernantes exitosos son los que no temen a sus ciudadanos, por lo que mientras menos muestren los fusiles, mejor: no los necesitan.
Pero, ¿a qué es lo que este presidentito teme tanto que ha llegado al punto de demostrar que él no es nada ni nadie sin los fusiles en las manos de sus queridos kaibiles? En primer lugar, le teme a la justicia, a que Guatemala le pida cuentas de su incompetencia, de por qué defiende a los corruptos y a los militares que traicionan sus principios y juramentos, de las mujeres de las que ha abusado, de sus mentiras y de lo que ha robado. Le da miedo la realidad inexorable que su destino será la cárcel, que el destino de su gavilla será igual que el de Otto Pérez Molina, Roxana Baldetti y toda su banda de ladrones.
Por ello teme en segundo lugar a la ciudadanía guatemalteca, porque por más que intenta en su discurso y en su actuación convencer, la realidad se le impone: la inmensa mayoría de las y los guatemaltecos no le creemos, como tampoco no convence a los cristianos de verdad el uso frívolo (blasfemo deben decir los creyentes y practicantes religiosos honestos) del nombre de Dios, y sus apelaciones manipuladoras de los valores de la vida y la familia. Le da miedo verificar que la ciudadanía guatemalteca no es tonta ni babosa.
Pero lo que es verdaderamente el colmo e indicador inequívoco de la porquería que rebalsa la mente de Jimmy Morles y todo su gobierno es que ¡también teme a las niñas, los niños y la juventud que la semana pasada celebraba el aniversario de la independencia! De verdad, tienen que causar estupor y repudio que la seguridad presidencial haya considerado a las niñas y los niños como enemigos peligrosos del Estado… ¡Es un insulto que los agentes de la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad de la Presidencia (SAAS) impidieran que un grupo de niños que corría con una antorcha ingresara a la Plaza de la Constitución! Por favor, pongámosle el nombre correcto a esto: estupidez dictatorial.
Jimmy Morales sabe que ha actuado mal, que ha robado, mentido y traicionado a su patria, a su pueblo, a sus electores y a él mismo, a su conciencia. Por ello, podrá prolongar unos meses su impunidad, pero nunca recuperará la paz y la tranquilidad.
Ricardo Barrientos

Especialista en temas de política fiscal. Fungió como viceministro de Finanzas Públicas de Guatemala en 2009-2010. Consultor independiente sobre política fiscal, evaluación y seguimiento de políticas públicas. Ha publicado trabajos sobre política tributaria y análisis de la evasión tributaria en Guatemala.
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