El sexismo escolar y el retardo de la sociedad

-Francisco Cabrera Romero / CASETA DE VIGÍA

La educación formal es un escenario de desigualdad en muchos sentidos. Un reflejo de la estratificación social. A diferencia de lo que sucede en sociedades más desarrolladas, aquí, en una escuela jamás pueden coincidir los hijos de los dueños de la fábrica con los hijos de los obreros. El sistema de educación está definido por categorías que dependen de la capacidad de pago de las familias y que, en consecuencia, ofrecen distintos niveles de calidad educativa.

En ese mismo sistema se reflejan también el racismo y el machismo de forma cotidiana, profundamente arraigados en las prácticas docentes y aceptados por las familias.

Varias prácticas constantemente repetidas en la vida escolar constituyen mecanismos que consolidan la dominación machista y delimitan los campos en los que las mujeres (niñas y jóvenes) deben mantenerse, así como los patrones de conducta que deben observar.

Tres prácticas son terriblemente retardadoras de una sociedad moderna e igualitaria en derechos y oportunidades: (a) las elecciones de reinas de ocasión, (b) la separación de actividades curriculares por sexo y (c) las lecturas bíblicas en las aulas.

Las elecciones de reinas con múltiples motivos (carnaval, aniversario, independencia y otros) no son sino una exaltación al sexismo que transmite el poderoso mensaje de que las mujeres deben responder a los estereotipos de belleza de la televisión. Por lo tanto, caminar y moverse de determinada manera es mucho más importante que la capacidad de pensar, hablar y proponer, discutir y aprender.

Es sencillamente ingrato ver la forma en que las niñas, muchas veces alentadas por sus madres y maestras, reproducen los estereotipos al pie de la letra y aprenden a darle mucha más importancia a esto que a cualquier otra cosa de la vida escolar.

Por otra parte, la separación de actividades curriculares por sexo representa un resabio de siglos pasados. Aún hoy se pueden ver las clases de Educación Física donde las niñas juegan en un pequeño círculo al tiempo que los niños ocupan todo el resto del patio. Ellas hacen juegos suaves, ellos juegos fuertes.

Esta separación comunica un mensaje contundente para las niñas (y para los niños). Y es penoso que maestras y maestros ni siquiera se percaten de aquello que están transmitiendo y reafirmando.

Las clases de Educación para el Hogar, que oficialmente dejaron de existir, perviven y son el más fiel retardo de la sociedad. Especialmente cuando se acompañan de los consejos que preparan a las jóvenes para la vida conyugal, no en pie de igualdad sino en un régimen de obediencia.

Pero estas y otras prácticas decididamente sexistas no podrían ser y no tendrían soporte si no fuera por la cada vez más frecuente lectura de textos bíblicos en horarios de clase y como una práctica colonial. Siendo las biblias cristianas tan machistas, su lectura avala todo tipo de menosprecio para la mujer, ya sea sutil bajo la consideración de «belleza» y «debilidad», o bien de manera grotesca y agresiva como cuando se le considera «el instrumento del mal» y culpable del pecado original, por lo tanto responsable de las desgracias posteriores de la humanidad. En cualquiera de estas versiones, la mujer no puede estar sola, requiere de alguien que la proteja o la controle, o ambas cosas.

Estas lecturas, acompañadas de interpretaciones paupérrimas, están cada día más constantemente presentes en las aulas. Son proclamadas a viva voz en los actos cívicos, que desde hace mucho empiezan con el Padre Nuestro o algo similar. Se declaran en las aulas como primer acto del día escolar y se repiten cada vez que es posible. Especialmente cargadas de una suerte de regaño que aspira a instaurar control a base de miedo.

La figura de la escuela, que debería estar a la vanguardia de la difusión del pensamiento científico, está cada vez más sometida a los dogmas.

No hay forma de hacer una sociedad justa con estos parámetros. El sexismo escolar es la continuidad del estado de las cosas. De la dominación machista, de la negación de derechos y capacidades. Es una forma de no terminar con la Edad Media. Y concretamente, una afrenta a la libertad de las mujeres.


Fotografía tomada de El Universal.

Francisco Cabrera Romero

Educador y consultor. Comprometido con la educación como práctica de la libertad, los derechos humanos y los procesos transformadores. Aprendiente constante de las ideas de Paulo Freire y de la educación crítica. Me entusiasman Nietszche y Marx. No por perfectos, sino por provocadores de ideas.

Caseta de vigía

2 Commentarios

Francisco Cabrera Romero 12/03/2018

¡Gracias Leonardo! Es un tema que levantamos en la coyuntura, pero que está cotidianamente en la vida escolar. Hay que hacer más para superarlo. Hay que conseguir que las/los docentes tengan otras perspectivas.

leonardo alvarez 08/03/2018

excelente texto, gusto en saludarle. gracias por compartir.

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