-Rafael Cuevas Molina / AL PIE DEL CAÑÓN–
Seguramente ni las más atrevidas especulaciones sospechan la total extensión de la podredumbre que impera en Guatemala gracias a la corrupción. El presidente Jimmy Morales dijo –hace un par de meses, en una entrevista al periodista Jorge Ramos de la cadena Univisión de los Estados Unidos, refiriéndose al caso de estafa al Estado en la que se han visto vinculados su hijo y su hermano–, que en Guatemala eso era algo que se veía como “normal”.
Por ese exabrupto fue severamente criticado. Pero, en realidad, Morales no estaba haciendo otra cosa que regirse por la lógica que caracterizó siempre la sarta de chistes que contaba por televisión: la del sentido común guatemalteco.
Sus chistes fueron siempre muy exitosos, seguramente mucho más de lo que él está siendo como presidente, y ese éxito respondió a que tocaba las fibras íntimas de lo que realmente piensa y siente la mayoría de los guatemaltecos, para quienes ser misógino, machista, racista, violento… y corrupto, es lo normal.
Como se sabe, el sentido común es una construcción, en el sentido que no es algo “dado”, propio de una idiosincrasia natural que emana de un modo de ser, que se expresaría en frases como “es que así somos los guatemaltecos”. Todo sentido común es perfilado por múltiples y complejas fuerzas, herencias, direccionamientos, intereses y condiciones (materiales y simbólicas) en una determinada coyuntura de la historia. Quiere decir esto que el sentido común de los guatemaltecos de hace 50 años, es distinto al sentido común de los que vivimos en las primeras décadas del siglo XXI.
Este sentido común del guatemalteco contemporáneo es tributario de las circunstancias que nos han tocado vivir como pueblo, especialmente los años de la guerra, los posteriores a los acuerdos de paz y los de la implementación del neoliberalismo en el país.
Es un sentido común marcado por varios vectores. Veamos algunos:
El que certifica que, en Guatemala, cada quien está librado a su propia suerte, que al Estado le importa un rábano lo que le pase a la gente. Un ejemplo contundente que evidencia este vector son las declaraciones del señor vicepresidente de la República, don Jafeth Cabrera, quien refiriéndose a la posibilidad de que miles de jóvenes migrantes guatemaltecos, conocidos en los Estados Unidos como dreamers, fueran deportados al país, dijo que el gobierno de Guatemala no está tomando previsiones para recibirlos porque los migrantes “se van porque quieren”. Es decir, allá usted si se va porque en Guatemala no tiene posibilidades de vivir o, incluso, de sobrevivir, pero si se va, que le vaya bien, a nosotros no nos importa.
Dos, el que comprueba que al que le va bien en Guatemala es porque es pícaro, sabe hacer sus “conectes” y sus “tranzas” sin que lo agarren. En ese sentido es vivo, listo y “pilas”, todo un ejemplo de quien no se ha dejado atropellar por las circunstancias, ha sabido salir adelante y generalmente, para colmos, ostenta lo obtenido. No se trata solo de los políticos o los empresarios sino de todos, y el que no aprovecha las oportunidades que eventualmente se le presenten, es un tonto.
Tres, el que considera que donde hay lío es mejor no meterse, ¿para qué? solo problemas trae y la vida, de por sí, es difícil y complicada. Acorde con su categoría de sentido común, indica que no hay necesidad de estudiar para saber esta máxima que ahorra dolores de cabeza, enredos y enemistades.
La lista que podemos enumerar es infinita; de ella se desprendería por qué a la mujer no hay que soltarle la rienda; por qué es mejor no dar fiado hoy, solo hasta mañana; por qué el que reparte y comparte se queda con la mejor parte, y así sucesivamente.
A don Jimmy Morales, sus compinches en eso de andar metiendo la mano donde no deben no le quitaron la inmunidad en el Congreso de la República ante las sospechas que tienen sobre su accionar la Cicig y el Ministerio Público. Sonrieron y se jactaron ante las cámaras, como si de una picardía se tratara. Se sienten legitimados por ese sentido común que los ubica en la cúspide de la pirámide de los que saben hacer las cosas sucias sin que los agarren. “Pilas” que son, los muchachos.
Por eso es tan difícil la lucha contra la corrupción en Guatemala, porque no solo hay que enfrentarse con estructuras mafiosas bien organizadas, sino porque, aunque hay sectores de la población que han ido concientizando el lastre que eso significa, la mayoría no se mete, o hasta celebra la viveza de algunos.
Por eso don Jimmy, quien aún ostenta el cargo de presidente del país, no paró mientes al decir el exabrupto que dejó caer en la entrevista con Univisión. Lo dijo y se quedó tan tranquilo. Total, es algo que todo mundo lo sabe.
Rafael Cuevas Molina

Profesor-investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Costa Rica. Escritor y pintor.
2 Commentarios
Muy buena reflexión sobre los hechos sociales y la participación ciudadana.
Excelente artículo. Muy cerca de ser mi pais
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