El rol del gestor cultural en la construcción de condiciones para el desarrollo de la identidad nacional de los cuatro pueblos que cohabitan en Guatemala aplicando el marco legal y político del país (el reloj de arena)

Rudy Alfonzo Gomez Rivas | Arte/cultura / 29 DE SEPTIEMBRE (3:30 A. M.)

Introducción

El Estado guatemalteco ha sido sometido a una serie de injerencias que han marcado su devenir histórico, a tal punto que ha sido vapuleado, saqueado, invadido, colonizado; lo cual lo ha convertido en un Estado dependiente, periférico, sumiso muchas veces ante las mal llamadas potencias. Se tiene la dicotomía que bajo ese panorama desolador, parece que no hay esperanza, pero no hay esperanza porque el actuar y accionar del Estado guatemalteco está condicionado, está supeditado a cánones y megatendencias de carácter neoliberal. Pero, están otros sectores y poblaciones que a pesar del sufrimiento de más de quinientos años, en cada una de sus acciones, de sus proyectos hay esperanza, se puede detectar certeramente una fe inquebrantable de que es posible cambiar ese rostro estatal famélico, por un rostro más feliz.

Un Estado que violenta hasta la más mínima expresión cultural de cada uno de los cuatro pueblos que cohabitan en Guatemala. Violencia que se traduce en una exclusión recurrente, en tal sentido que se va aniquilando la identidad cultural y por ende no se puede pensar en alcanzar los niveles de desarrollo necesarios para vivir humanamente.

En ese sentido aparece el gestor cultural que, dentro de la gran multiplicidad de actores y sujetos, está dispuesto a asumir el reto de remar contra la corriente. Y en aras de lograr la unidad de los pueblos por medio de las expresiones artísticas y otras tantas manifestaciones culturales intenta crear sociedades más creativas, más sensibles, más productivas. Al final no sé si ese sea realmente el rol del gestor cultural, pero sin duda alguna habrá que intentarlo.

El reloj de arena [1]

Todo lo arrastra y pierde este incansable
hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
de tiempo, que es materia deleznable.

Jorge Luis Borges

El reloj de arena continúa su marcha. No se detiene. El tiempo sigue su marcha inclaudicable a tal punto que no perdona. La historia va acumulando acontecimientos individuales y colectivos que al final de los días no dan tregua de lo que se hace o deja de hacer. Es una ley inalienable que arrastra a todos por igual. El tiempo pide cuentas, juzga como incesante conciencia de que se ha vivido los días sin entusiasmo, sin sentir ese ápice de alegría o de fe que continuamente reta a sacudirnos el desgano y el mero transitar sin sentido por la vida.

El reloj de arena sigue su curso. Como centinela observa impasible el vaivén de un atardecer o el despunte del alba en el horizonte, que se traduce en muerte y vida.

Se está en tiempos que exigen mayor compromiso social y una férrea lucha por intentar aniquilar realidades trilladas y provocar para nuestros congéneres escenarios más humanos, más pensados. Esa lucha trae la consigna que se puede librar desde diversos ángulos, desde diversos vericuetos, desde diversos talentos, desde diversas actividades que, sin duda alguna, con el caer de los granos de arena sumarán, multiplicarán esfuerzos para traducir el desgano, la vanidad, el sinsentido en una búsqueda constante de la verdad, del bien, de la belleza y de la productividad absoluta, del simple hecho de estar vivo.

Lo anterior como un panorama utópico (con el entendido de que la utopía obliga a caminar, como bien lo dice Eduardo Galeano) debe confrontarse con una serie de elementos, los cuales no pueden considerarse aislados; elementos vivos como el Estado, las corrientes económicas: la globalización, la política, las políticas públicas, la población, el arte, los gestores culturales, las instituciones culturales, los portadores de la cultura, la tecnología, los medios de comunicación, entre otros.

Lo anterior sírvase como preámbulo para hacer notar que las acciones que se pretendan llevar a cabo dentro un país, en este caso desde el panorama de las artes y la cultura, sean válidas para hacer hincapié en la diversidad y riqueza étnica y cultural de un país, y cómo desde la antropología cultural, aunada a políticas públicas y al papel que desempeñan los gestores culturales, las artes y la cultura puedan de algún modo no solo validarse sino ser incluyentes, rutas con las cuales se pueda aniquilar la desigualdad y la inequidad, pero sobre todo que sean plataformas para crear poblaciones con altos niveles de desarrollo.

Los cuatro pueblos que coexisten y cohabitan en Guatemala están y seguirán estando. Las preguntas son ¿bajo qué condiciones de vida y de cultura vivirán? ¿Qué acceso tendrán a las expresiones culturales? Preguntas que bifurcan aún más la brecha entre lo que se tiene escrito en papel en cuanto a normativas –léase políticas públicas– y lo que se hace verdaderamente en pro de la cultura y el arte. Son preguntas que utópicamente pueden llegar a tener no una, sino muchas respuestas que de alguna manera darán esperanza.

Históricamente la clase dominante ha mermado la participación real de los pueblos de Guatemala desde la época de la Colonia hasta los días presentes, vedando el goce de los derechos humanos, que se traduce en un detrimento en el nivel y calidad de vida.

Con el panorama anterior no se puede construir un país que aspira a mantener su pluriculturalidad y multietnicidad. No se puede construir un país en donde cada uno de los pueblos que cohabitan y coexisten viven con limitaciones, mucho menos se puede pretender formar o construir una nación. No se puede construir un país y una identidad nacional cuando los derechos inalienables de cada guatemalteco son vedados y sacralizados a condiciones infrahumanas. Aun cuando a cada uno de los pueblos se les satisfaga los derechos humanos más elementales, si hace falta el fomento de las artes y la cultura, definitivamente en la construcción del país y de la identidad nacional seguirá existiendo algo pendiente por hacer.

Hay sueños que cumplir, hay sueños que deben llevarse hasta las últimas consecuencias. Sueños que cuestionan sobre ¿cuál es el papel real del Estado dentro del quehacer artístico y cultural? ¿El Estado guatemalteco crea una cultura pluricultural o solapa bajo criterios de manipulación una monocultura? ¿Hay otras rutas que plantean un verdadero desarrollo? O ¿hay otras alternativas con las que podemos auxiliarnos y vislumbrar escenarios más humanos, más habitables? A pesar de que las respuestas puedan parecer utópicas, las múltiples respuestas que surjan (aunque no son las únicas) deben llevar a pensar seriamente en el papel del gestor cultural. De esa cuenta, tener clara la definición de lo que significa o implica el quehacer del gestor es relevante, es indispensable. Por ejemplo, se valora la definición del salvadoreño Aquiles Hernández [2]:

«donde ve al gestor cultural como un creativo que imagina y diseña novedosos canales de expresión para las artes y otras formas de expresión, es un profesional necesario en la actualidad para el desarrollo de las artes y la cultura en general, un planificador y desarrollador de proyectos».

Incluso, según Aquiles, el gestor cultural es un especialista que para desarrollar un proyecto o darle forma a los contenidos culturales de una institución, ya sea privada o pública, debe integrar toda una red comunicativa entre lo administrativo, económico y obviamente artístico, y por supuesto valerse de otros agentes culturales que actúan dentro del mapa intangible y tangible de la gestión cultural.

De tal forma que hoy es inaudito no pensar en un proyecto sin que no se recurra a la imagen del gestor cultural. Así, la relación entre proyecto y gestor cultural debe fraguarse en de armonía, para que no se pierda de vista que el proyecto es la idea ingeniosa, el pensamiento creativo del gestor, y el gestor es quien al final, de acuerdo a su contexto o circunstancias, formas de comunicación y recursos determine los alcances y capacidades que se hallan pensado alrededor del proyecto.

La actividad de gestión cultural no puede entenderse como una cuestión gerencial únicamente. Esta gestión no puede realizarse fuera del margen del Estado, ni mucho menos fuera del margen de la economía; tampoco puede entenderse fuera de los grandes cambios o transformaciones que experimenta la geografía global/local, mucho menos puede valorarse aisladamente de las políticas públicas o de la idiosincrasia y riqueza cultural de los cuatro pueblos que cohabitan en Guatemala.

El reloj de arena continúa su marcha. No se detiene. Nos va a pedir cuentas al término del último segundo. Entonces, antes de citar cuales pueden ser los roles del gestor cultural como acciones que permitan cristalizar una identidad nacional y por ende construir escenarios de verdadero desarrollo, es imperante citar algunos de los retos que deben sortear los gestores culturales:

De esa cuenta se tiene que el gestor cultural, en primer lugar, debe considerarse un sujeto multidisciplinario. El gestor cultural debe estar nutrido de todas las ciencias sociales posibles, además de tener conocimiento de marketing, de diseño y de poder manejar las diversas herramientas tecnológicas.

En segundo lugar, el gestor cultural, lejos de pensar en modificar o hacer más comercial la obra, debe saber combinar adecuadamente variables de economía (precio, canal de venta, promoción), de forma que se maximice el beneficio producto del intercambio entre el artista y el posible consumidor.

En tercer lugar, el gestor cultural debe contar con un alto nivel de intervención en la actividad pública, lo cual le permitirá conocer detalles tan importantes como el porqué de las políticas culturales públicas, la injerencia de la administración pública en el sector, manejar datos sobre los niveles socioeconómicos y culturales que tiene la población, qué se está produciendo a nivel de arte, los canales de distribución que existen, las ventas que se suscitan, etcétera.

En cuarto lugar, debe tener la capacidad de crear redes interinstitucionales, de tal forma que facilite la adquisición y canalización correcta de los recursos económicos, con los cuales realizar el montaje de los diversos proyectos culturales.

¿Cuál es el rol del gestor cultural en la construcción de condiciones para el desarrollo de la identidad cultural de cada uno de los cuatro pueblos que cohabitan en Guatemala aplicando el marco legal y político del país? ¿Cuál es ese rol del gestor cultural dentro de un Estado periférico? ¿Cuáles deben ser los caminos a tomar considerando que se acciona dentro de un Estado dependiente, que no tiene recursos económicos para enfrentar las necesidades humanas más elementales, no así satisfacer necesidades inherentes a la belleza y estética?

Los roles del gestor cultural son muchos y sin ninguna premura el gestor cultural debe apostar a cambiarle al Estado esa definición tan exacta e inequívoca al mismo tiempo, que tan acertadamente decía el artista plástico francés Jean Dubuffet a comienzos de los 60: «La única imagen que yo tengo del Estado es la de la policía. Sólo puedo imaginar un ministerio de la cultura como un departamento de policía, con sus comisarías, sus inspectores, sus agentes…», es indiscutible que en el medio local o nacional, la percepción que se tiene del Estado es que solo atiende demandas que tienen que ver con invertir en infraestructura, en educación, salud, etcétera, pero pensar y tener un Estado que invierta en cultura, en promover plataformas de encuentros culturales, eso, sencillamente es inadmisible. El rol del gestor cultural debe apostarle a cambiarle ese rol mediocre que tiene el Estado guatemalteco.

Muy al estilo André Malraux [3]: «el gestor cultural debe apostarle también a buscar la unidad de la sociedad, recuperar el objetivo último de una sociedad: el bien común, de reconstruirla mediante las expresiones artísticas, recuperar el respeto por ella misma, devolviéndole un poco de dignidad».

El gestor cultural debe significar y debe ser ese ávido observador que le apueste a recuperar escenarios, a visibilizar a los artistas y a sus obras. Solo en ese sentido se puede ir rescatando a las sociedades de acciones tan triviales y superfluas que sin duda alguna provocarán que no solo se rescate sino se reconstruyan como mera forma de reivindicar luego de haber sido vapuleadas, invadidas y desmoralizadas por más cinco siglos de derrotas.

El rol del gestor cultural debe ser el de apostarle a empoderar a la población, a tener en cuenta que bajo ningún pretexto, las expresiones artísticas culturales pueden ser utilizadas para hacer que parezcan como portadores triviales de cultura, sino que al momento de visibilizar a la población y sus expresiones culturales verdaderamente no se les violente, no se les denigre, en tal sentido que el gestor cultural debe tener presente que los actores culturales son ante todo sujetos sociales cambiantes y ávidos de ser incluidos.

El reloj de arena está a punto de llegar a su cuenta final, pero, en honor al último grano de arena que caerá inevitablemente y anunciará que el tiempo ha concluido, quiero traer a colación las palabras del escritor español Rafael Argullol: «Igual la vida sin cultura es mucho más feliz. O puede que no: puede que la vida sin cultura no sea ni siquiera vida sino un pobre simulacro, un juego que sea aburrido jugar». Es tiempo de comenzar de nuevo.

Bibliografía
a. Aquiles Hernández. Reflexiones sobre el vínculo de la gestión cultural, la gestión cultural y los proyectos culturales en el Salvador.
b. Matilde González-Izás Introducción: Estado, territorio: ¿Gobernabilidad o gobernanza?
Fotografía principal por Rudy Gómez.
[1] Título del poema, del poeta argentino Jorge Luis Borges.
[2] Reflexiones sobre el vínculo de la gestión cultural, la gestión cultural y los proyectos culturales en el Salvador. Aquiles Hernández. Páginas 2-3.
[3] París, 3 de noviembre de 1901 – Créteil, 23 de noviembre de 1976. Fue un novelista, aventurero y político francés.

Rudy Alfonzo Gomez Rivas

Aguacatán, Huehuetenango, Guatemala. 2 de julio de 1977. Premio Especial de Monólogo Teatral Hiperbreve Concurso Internacional de Microficción Garzón Céspedes 2008, Madrid, España. Primera Mención con la obra Aves de papel en el Certamen Internacional de Poesía «Premio María Eugenia Vaz Ferreira» Montevideo, Uruguay 2008. Ha publicado poesía y narrativa. Ha participado en congresos, encuentros, ferias de libros y festivales a nivel nacional e internacional. Director de la Revista Literaria Voces Convergentes, de alcance internacional. Dirige el sello editorial Cafeina Editores. Fundador y organizador del Festival Internacional de Poesía Aguacatán FIPA.

29 de septiembre (3:30 a. m.)

Correo: vocesconvergentes.34@gmail.com

Un Commentario

Dr. Rafael Mérida Cruz-Lascano 24/09/2020

BORGES EL MUNDO TE SALUDA
,
,
También Borges se cristalizó en polvo
un sábado en ocaso de semana
fusionando el VERBO, cristiano azolvo
pena que la literatura hermana.
.
El tiempo no todo lo borra, gana
un hidalgo a sempiterna aventura
su laberinto es carácter humana
dejando inmortal cambio en su escritura.
.
En un mismo espejo, tropo y figura
que lo iba a engrandecer por lo bello
en un poeta de grande estatura
el no osaría intuir ese destello.
.
¿Fusionar estilos? No hablare de ello
paso el tiempo la muerte tiene cara
pues tampoco perderá su destello,
siempre erguido mosto su frente clara
.
Su nombre está en el altar cual fuese ara,
consagrado, no lo pensamos muerto
así en sus manuscritos se declara
es limpio testimonio, es libro abierto.
.
En este Grande Poeta yo vierto
homenaje como pocos ha habido
y se firma esta historia porque es cierto
Guatemala honra al SIMBOLO FLORIDO
.
.
Dr. Rafael Mérida Cruz-Lascano
Hombre de Maíz, 2009
Guatemala, C. A.
24 agosto 2019

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