-Edgar Ruano Najarro / LA RAZÓN DE LA HISTORIA–
A lo largo de su historia, la Asociación de Estudiantes Universitarios –AEU– ha tenido algunos momentos en los cuales se ha colocado en una posición desde la que, en términos muy generales, puede decirse que ha representado amplios intereses nacionales y de esa manera ha logrado conducir movilizaciones populares con profundos efectos políticos. Quizá la actuación de esa naturaleza más relevante haya sido aquella de junio de 1944 que precipitó la caída del dictador Jorge Ubico. Después de la catástrofe de 1954, la AEU encabezó las movilizaciones contra el gobierno de Carlos Castillo Armas, en junio de 1956, pero muy especialmente contra el régimen del presidente Miguel Ydígoras Fuentes en los recordados meses de marzo y abril de 1962.
En la segunda mitad de la década de 1970, la AEU logró colocarse en un lugar destacado en el conjunto de sectores que dieron vida a un poderoso movimiento social integrado por el sector sindical, los pobladores, el movimiento campesino, los estudiantes de educación media y los trabajadores del Estado, entre otros. En esta ocasión, las directrices del movimiento social emanaron particularmente desde la dirigencia sindical, pero ello no impidió que otros sectores, como la AEU por ejemplo, generaran sus propias orientaciones políticas hacia todo el movimiento, en una relación de intensa lucha ideológica, pero unitaria a la vez, siendo parte y teniendo los mismos intereses políticos a los que aspiraban todos, los cuales pueden resumirse en una sola demanda principal: el derrocamiento de la dictadura militar de aquellos años.
Y fue precisamente esta dictadura militar la que, como parte de su estrategia para la guerra que se había generalizado en vastas regiones del país, puso en práctica una política de liquidación del movimiento social por medio de la eliminación física del liderazgo popular y la destrucción de la organización del conjunto de los movimientos sociales. El ataque a la AEU, como bien es sabido, comenzó con la ejecución pública de su secretario general, Oliverio Castañeda de León, y continuó a lo largo de un poco más de una decena de años, mediante diversas olas de asesinatos y secuestros, hasta que fue finalmente fue destruida en su esencia de representante del estudiantado universitario sancarlista y como sector actuante en la escena política nacional.
Hace pocas semanas, las cosas dieron un vuelco en la situación política universitaria y del movimiento estudiantil en la Universidad de San Carlos. Después de un ciclo de luchas y movilizaciones, finalmente un sector de los estudiantes logró expulsar de la estructura formal de la AEU que estaba en manos de un oscuro grupo de seudodirigentes estudiantiles y convocó a elecciones generales para constituir una nueva dirección de la AEU con la legitimidad necesaria para reanudar, dicho en frases románticas, el hilo de la historia, que no es otra cosa que situarse nuevamente en aquel puesto que le había dado el desenvolvimiento histórico político nacional, ya sea encabezándolo o colocándose al lado de los intereses nacionales.
Que esto haya sucedido en plena crisis política nacional no es ninguna casualidad. Este resurgimiento del movimiento estudiantil tiene como una de sus causas más importantes, y su telón de fondo, las movilizaciones populares que ahora se conocen en el país como “la Plaza”. Ciertamente, los esfuerzos para rescatar la AEU venían de algún tiempo atrás, pero la lucha de la ciudadanía en la Plaza para combatir el régimen político actual, construido con cimientos y hormigón de materia de corrupción, dio una bocanada de aire fresco y energía creadora a la lucha por liberación de la AEU.
Por supuesto, son apenas algunas semanas que han transcurrido y no se pude de ninguna manera decir que todo se ha arreglado en el movimiento estudiantil. La dirigencia que ha asumido el control de la AEU tiene ante sí dos grandes direcciones de trabajo y desafío a la vez: lograr que el estudiantado universitario reconozca a la AEU como su genuino representante por encima de las diferencias políticas e ideológicas de los grupos estudiantiles actuantes en el medio y situarse en un lugar destacado en el escenario político nacional, que en otras palabras significa que los ciudadanos admitan a la AEU como un interlocutor político serio y de peso.
Edgar Ruano Najarro

Guatemalteco sociólogo e historiador. Se ha desempeñado en la docencia universitaria. Ha publicado diversos títulos cuya temática ha estado relacionada con la historia política de Guatemala del siglo XX.
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