El reloj y yo

Fernando Flores Morador | Arte/cultura / CAMBALACHEANDO

Todos los actos tienen una multiplicidad de tiempos que trasciende la obviedad de su ser. Juan va por la calle de la gran ciudad, polarizado hacia el futuro y concentrado en sus pensamientos; de pronto, tropieza con María. Pide disculpas y continúa, pero ahora va polarizado hacia el pasado. Un semáforo lo detiene y entonces, mientras espera la señal verde, vuelve a polarizar hacia el futuro. El tropezón con María y la señal roja del semáforo son «puntos de fuga» hacia el presente absoluto de la cadena de actos de Juan. Este presente se construye en forma intermitente, constituyendo el tiempo cronológico como la suma de interrupciones a la polarización pendular del devenir y el consiguiente cambio de signo de esta a una polarización paralela.

El presente cronológico consiste, entonces, en una serie de polarizaciones hacia este presente absoluto por defecto o por exceso. Podríamos decir que «el tropezón» es una polarización hacia el presente por exceso, y que la «espera ante el semáforo» es una polarización al presente por defecto. La cadena de «puntos de fuga», no es otra que las sucesiones de consultas al reloj. Este reloj estará en alguna parte, esperando la mirada de María, de manera que, al leer las agujas del reloj, María se transporta hacia el presente absoluto, ya por exceso, ya por defecto. Si descubre que ha olvidado las llaves de su casa y trata de recordar en donde, María estará polarizando al presente por defecto. Si encuentra las llaves y abre la puerta, estará polarizando hacia el presente por exceso. Es más, cada acto de María apunta a un presente absoluto con el que jamás podrá coincidir, porque la cadena de presentes no es continua. Observamos que los «puntos de fuga» al presente absoluto definen a Juan y a María como «egos», es decir, como individuos rescatados del conjunto de alter egos que caminan por la calle de la ciudad. Podemos representarnos esta cadena de presentes como la sucesión de números naturales y las polarizaciones hacia el pasado y futuro, como sucesiones de números negativos y positivos.

En cada acto polarizado hacia el futuro o hacia el pasado, Juan y María desparecen como individuos. Se funden en la dimensión del tiempo subjetivo, experimentado vagamente como de naturaleza elástica. Accedemos a este tiempo inconsciente, solamente a través de contrastarle con el tiempo consciente marcado por el reloj. Seguidamente, observamos que, a diferencia del tiempo cronológico, la sucesión de los «puntos de fuga» no es regular. Los momentos egocéntricos se suceden configurando un ritmo del devenir, que no coincide con el ritmo regular marcado por el reloj. Comprendemos que el reloj marca el ritmo regular de una sucesión de presentes artificialmente creada. Como tal, este artilugio está configurado a manera de expresar la polarización al presente por defecto. Sin embargo, al son del tic-tac, el acto de medir la sucesión de «puntos de fuga» expresa también una polarización hacia el presente por exceso. El reloj es, en realidad, una máquina creadora de presentes absolutos, regulares y artificiales, independientes de mi tiempo, tu tiempo, nuestro tiempo. Indiferente a mí, a ti y a nosotros, el reloj seguirá marcando presentes en un mundo sin nacimientos, envejecimientos y sin muertes. Pero la arritmia del devenir hará que un día cargado de presentes sea experimentado más intensamente que otro con una carga menor, independientemente de la regularidad generada por el reloj. El grado de intensidad del presente acelera o desacelera el pasar del tiempo egocéntrico. Todo indicaría que el ritmo se acelera con el paso de los años, siendo muy lento en la niñez y juventud, y muy rápido en la vejez. Es como si el número de tropezones de Juan se incrementara con los años y que, con la edad, María extraviara cosas con mayor frecuencia. Así, la muerte sorprenderá a María y a Juan en las inmediaciones del presente absoluto, casi sin posibilidades de polarizar hacia el pasado o hacia el futuro. Este «fin de los tiempos» hallará a María y a Juan completamente individualizados, marcados por su historia particular e intransferible. «Llenos de presente», Juan y María serán «libros sin páginas en blanco». Dicho en otras palabras, el presente nos inunda con los años, para terminar, ahogándonos.


Imagen principal, Mujer bajando las escaleras, de Eadweard Muybridge, tomada de Wikimedia commons.

Fernando Flores Morador

Vivo en Suecia en donde enseñé Historia y Filosofía de las Ciencias y de las Tecnologías hasta mi jubilación. Actualmente soy investigador honorífico en la Universidad de Alcalá (Madrid).

Cambalacheando

Correo: morador561@gmail.com

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