El recambio de la memoria histórica

Carlos Juárez | Política y sociedad / CLANDESTINO Y ARTESANAL

Allá por finales de los noventas, en la inocencia de quien apenas rebasaba la docena de años, recuerdo aun cuando don Güicho llegaba a la casa justo al finalizar el almuerzo. Era ya un anciano cansado, y como al guatemalteco promedio, bastaban solo dos adjetivos para describirlo: jodido y chambeador.

Devotamente esperábamos su venida, era tan familiar que incluso se reconocía su forma de llamar a la puerta. En caso variara la forma como llamaban a la puerta me era prohibido abrirla. «Ese no es don Güicho», me decían y me obstruían el paso.

Una gorra más desgastada por el sol que por el sudor, una barba blanca que había atestiguado miles de titulares y un fardo de periódicos completaban la visita. Prensa Libre y El Gráfico eran los predilectos de mi papá, aunque siempre prevaleció el primero.

La costumbre continuó durante muchos años hasta que el voceador oficial de la casa no llegó más. Probablemente falleció de causas naturales, de desesperación y angustia, como mueren los guatemaltecos.

Durante todos los años en que las noticias llegaron a casa, nunca hubo un día en el que mi papá esperara a don Güicho como cuando, justo en medio de aquella Prensa, otro periódico con un ángel en su portada asomaba. Mi papá se aseguró de que vinera completo, asintió en un breve diálogo con don Güicho y prosiguió rumbo al patio a leer.
Guatemala Nunca Más, se leía en su portada.

Mi vida jamás sería la misma desde aquel momento. Los relatos sobre el conflicto armado interno en Guatemala se me hacían cortos hablando con mi papá. Surgió en mí una necesidad, la de hacer memoria histórica, buscarla, encontrarla. No repetirla.

Han pasado varios años ya y creo que la repetimos antes de encontrarla. Así estamos. El caso es que la necesidad de hacer memoria es imprescindible en el país, las aulas y los hogares guatemaltecos no pueden seguir pasando por alto estos temas. Las niñas y niños deben conocer su historia, es un derecho que da identidad.

No obstante, es hora de replantearnos la forma de hacer memoria histórica. A pesar de que el Estado hace poco por la memoria histórica, son las organizaciones sociales y las mismas víctimas las que han realizado esfuerzos considerables para conocer el pasado reciente guatemalteco.

Estos esfuerzos han sido valiosos y han abierto el camino para que todavía en la actualidad aprendamos de ellos. Imágenes, esculturas, monumentos y libros son testigos de la necesidad que existe de conocer lo sucedido durante el conflicto armado interno.

Actualmente contamos con otros recursos para realizar estas acciones, la tecnología nos hace mirar hacia ella para generar conocimiento y conciencia de la realidad nacional. Eso debemos aprovecharlo y utilizarlo para el bien de las víctimas.

También es clave tomar en cuenta que hoy contamos con otro tipo de público, la población meta debe ser la juventud que representa capacidad de cambio en el país. Esta población no es la misma de los años noventa y mucho menos de los ochenta. A este público no podemos llegar con historias novelescas, esta es la generación que maneja la información en la palma de su mano, no es posible montar fantasías y pretender que sean digeridas sin ninguna objeción.

Es importante tomar en cuenta que tanto víctimas como victimarios tienen acceso a canales de difusión, los cuales utilizan para dar la versión de sus respectivas historias y hacen el llamado, según el caso, a la justicia o al perdón.

¡Este último jamás será la vía!

Pero la memoria, como todo proceso, también requiere del cambio, ese que nos permita tocar la sensibilidad sin perder objetividad, ese cambio es el que puede empoderar de información a la juventud.

La memoria histórica no debe ser más un tema ideológico ni de color, la memoria histórica debe ser de las personas, no de la guerrilla ni del Ejército. Los mejores ejercicios serán aquellos que nos coloquen en situación de empatía con las víctimas, sin importar el bando.

El muchacho que jugaba futbol cuando hombres desconocidos se lo llevaron en un vehículo; el aspirante a periodista que no volvió a reportar para el periódico estudiantil; y hasta el estudiante quichelense de la Escuela Politécnica que bajaron del bus y nunca fue visto de nuevo. Todas las memorias cuentan.

Son precisamente las situaciones cotidianas de la vida las que lograrán generar reacción en los jóvenes, la tecnología puede hacernos más ociosos, pero también nos da la oportunidad de colocar a las víctimas del conflicto en el panorama de los que hoy estamos acá, tratando de no repetir la historia.

Un mural en honor a las víctimas de Colombia sentencia: «Soy lo que otros no pudieron y por eso no los olvido». Fue realizado por jóvenes conscientes de su historia, su pasado, su presente.

En ese recambio de la memoria histórica hay espacio también para el diálogo constructivo, ese diálogo que todos podemos promover, en el que dejemos de lado las acusaciones y pensemos en las víctimas como lo que son. Personas como usted y como yo a quienes una guerra les cambió para siempre. Aprendamos, escuchemos y hagamos memoria histórica para no repetir nunca más.

Carlos Juárez

Estudiante de leyes, aprendiz de ciudadano, enamorado de Guatemala y los derechos humanos, fanático del diálogo que busca la memoria de un país con amnesia.

Clandestino y artesanal

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