El puntito de la solidaridad

-Ana Myrella Saadeh Rivera | PUERTAS ABIERTAS

Las violencias contra las mujeres, las niñas y las adolescentes son un triste y antiguo fenómeno que azota nuestro país y a nuestra sociedad. Es más bien un mal global que afecta no solo a las mujeres de cualquier edad, sino a la población en su conjunto, en el sentido de que violenta a las familias de las víctimas y genera un ambiente hostil en el entorno familiar y social.

Hasta hace poco, era una situación invisibilizada a la que se le daba poca o ninguna importancia social ni legal. Algunas personas hasta lo veían como algo aceptado «culturalmente». Y es que las mujeres, desde siempre han sufrido violencia física de sus padres y madres, violencia sexual de los varones cercanos o no al núcleo familiar, violencia económica al no tener acceso a herencias o a disponer del presupuesto sin la directriz del jefe de familia; violencia emocional o psicológica que las priva de su autoestima y empoderamiento que, desde niñas, les imposibilita valerse por sí mismas.

Tres sondeos realizados por un grupo de organizaciones de niñez, han posicionado el incumplimiento de los derechos de la niñez y adolescencia en el país, compartiendo que las violencias contra ellos y ellas no han parado en plena pandemia y que, incluso, han recrudecido durante el período de cuarentena más estricto. [1]

Para el 2021, la Asociación contra el Maltrato Infantil –CONACMI– reporta que en el primer trimestre del año en curso, de 1728 casos de violencias contra la niñez y adolescencia (abuso sexual, físico, psicológico, negligencia o abandono, lesiones con arma blanca, arma de fuego, agresión, síndrome de maltrato y envenenamiento), 1272 fueron dirigidas a mujeres y 456 a varones. La mayoría de casos de violencias (1267) fueron contra niños, niñas y adolescentes entre los 10 y 19 años de edad. También reporta 466 embarazos, la mayoría de ellos (349) en adolescentes de 14 años.

Sin embargo, en este artículo voy hacer énfasis en nuestro papel como sociedad civil ante la desaparición y muerte de mujeres, niños, niñas y adolescentes, como una modalidad de violencia, frente a la cual, la institucionalidad se ha visto presionada a contribuir recibiendo denuncias a través de los sistemas de alertas Isabel Claudina y Alba Keneth, los que permiten, en el caso de la primera, documentar la desaparición de mujeres; y la segunda, la de niños, niñas y adolescentes.

Un recurso que se ha venido empleando es socializar las publicaciones de las alertas respectivas en redes sociales, para contribuir a la búsqueda de las mujeres, niñas, niños y adolescentes desaparecidos. En algunos casos, con resultados positivos, cuando publican su localización. En la mayoría de casos, se desconoce su paradero y el resultado final de la denuncia presentada. Aparentemente, el número de desapariciones sigue creciendo, y las acciones realizadas no tienen el impacto necesario para detener esos actos de violencia contra ellas y ellos.

El Facebook se ha llenado de estas alertas y, por mucho tiempo, nuestra tarea de solidaridad fue compartirlas. Hoy por hoy, nuestro accionar es solamente poner un «puntito» en los comentarios, que permita que la publicación siga vigente en la red social.

Ese puntito de la solidaridad es casi la única acción que nos ha permitido este sistema ingrato, para manifestar nuestro descontento y respaldo a las víctimas de este hecho que altera la vida de las familias guatemaltecas que, por corto tiempo o definitivamente, pierden a un ser querido, a una esposa, una madre, una hermana, un hijo o hija, sin saber de su paradero.

Necesitamos una sociedad que se pronuncie de otra manera para que la vida de las mujeres, niñas, niños y adolescentes sea considerada parte activa, productiva y necesaria para el avance de nuestro país, como un preciado tesoro que debemos conservar a cualquier precio. Personalmente, me resisto a continuar agregando más puntitos de solidaridad en mis redes sociales. Nos urgen acciones estratégicas, más proactivas, por parte de la sociedad civil, exigiendo a las autoridades que las violencias contra las mujeres, así como contra las niñas, niños y adolescentes disminuyan hasta desaparecer. Ojalá que estas acciones nos convoquen.

Fotografía principal tomada de Prensa Libre
[1]Primer sondeo, segundo sondeo y tercer sondeo.

Ana Myrella Saadeh Rivera

Psicóloga de formación. Defensora de derechos de la niñez en la acción. Soñadora por un país mejor para niños, niñas y adolescentes… para todas y todos.

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