El puente de Belén –tiempos de Antigua–

Enrique Castellanos | Política y sociedad / ENTRE LETRAS

Hubo un tiempo en que con algunos amigos solíamos andar por las calles de noche, simplemente para conversar. Sentir las calles era un verdadero placer. Escogíamos varios sitios y rincones para pasar un rato, pasarla bien, sin faltar los cigarrillos. Uno de estos rincones fue a la orilla del puente de Belén, una de las salidas de Antigua hacia el sur-este, en dirección a la aldea de Santa Ana, El Calvario, San Juan del Obispo y Santa María de Jesús.

Como un túnel al pasado, una rampa empedrada adelgaza la calle ligeramente curva. Al pasar el convento de Belén, sobre la larga avenida del hermano Pedro, los instintos saben que es el minuto entretelones. Neuronas bailan, voces vibran. El pequeño puente de piedra con su farol al lado está muy cerca. Muchas veces nos detuvimos allí, simplemente a conversar. La atmósfera de rincón, llamaba.

Innumerables tertulias transcurrieron allí, y se fueron como el Pensativo, lento y febril. Quedan ahora para recordar esos buenos tiempos de ensayo y error, cuando nos sentíamos militantes de la noche, de las madrugadas. Vagabundos de las plazas solas de Antigua. Rinconeros de sitios extraños. Nos gustaba experimentar momentos. Retar al tiempo.

Por esos tiempos había en Antigua, casas de pensionistas, solo de mujeres o solo de hombres. Muy pocas eran mixtas. Las conocíamos literalmente todas y sabíamos cuántas pensionistas había en cada una. A estas casas solíamos identificarlas por el nombre de la encargada de la casa o el lugar donde se ubicaba. Cerca del puente de Belén, estaba la del Rosario, la de madame Foule y las Betlemitas. Del otro lado del puente, ya en dirección a Santa Ana, quedaba la casa de Rosita. En la mayoría de estas casas de pensionistas no éramos bien recibidos. Las encargadas cuidaban con rigurosidad de internado religioso a las estudiantes. No obstante, siempre había arreglo y creatividad para lograr verlas, aunque solo fuera un instante en los balcones de las ventanas. O para hacerles llegar los respectivos papelitos con mensajes personales.

El puente de Belén, entre otros, fue un sitio para recibir respuestas y notificaciones de algunas de las casas de pensionistas del sector sur-este de la ciudad. La cercanía de la iglesia de la Escuela de Cristo, con su fachada renacentista de piedra, era uno de los puntos a donde las estudiantes acudían como pretexto para pasar dejando alguna nota en el sitio acordado. En los feriados largos, cuando la ciudad parecía triste, nos refugiábamos en esos rincones a recordar y revisar nuestros planes de temporada. Nuestras vidas aún no tenían tantas cicatrices y privilegiábamos la reunión de amigos por sobre todas las cosas. Una guitarra era suficiente para saborear las horas.

Lo esencial permanece en este rincón de Antigua. Hoy, aún se conserva el pequeño muro donde nos sentábamos por turnos, mientras hablábamos de la vida y los temas que en aquella época llenaban nuestros sueños, sin saberlo. Ciertamente, sin celulares al asecho, no dependíamos más que de nuestras propias palabras, verdades, mentiras, fantasías y calles para andar.

Las noches de Antigua de alguna manera siguen siendo un regazo en plena borrasca global. Todavía quedan rincones donde resguardarse de la invernal tormenta posmoderna. Todavía se encuentran pasajes de sombra para que no te sature la tormenta de arena informática. Aún se puede caminar de noche o de madrugada, sabiendo esquivar el infortunio.


Imagen tomada de Pinterest.

Enrique Castellanos

Estudios de Historia, educador popular, promotor del desarrollo. Voluntario de cambios estructurales y utopías.

Entre letras

Correo: elcas24@yahoo.es

4 Commentarios

Carlos Rivera 10/04/2019

Las tertulias en las calles se han mudado a Whatsapp. La guitarra ha cambiado de escenario a uno digital que transmite en streaming.

Las ideas y pensamientos hoy fluyen y se difunden apenas ha acabado de tomar forma y abandonado la mente de su creador.

Los papelitos que iban y venian ahora se envían, se reciben y se leen en cuestion de segundos en un celular.

Y las mariposas que revoloteaban en el estómago a la espera de un papel en un rincón de alguna calle, en compañia de amigos y una guitarra, entonando canciones al viento juguetón que helaba los pómulos de los presentes, …se han marchado para no volver.

Héctor García Morales 07/04/2019

Yo creo que las casas de las pensionistas eran un adelanto del Edén. Felicitaciones por el texto Enrique Castellanos.

Wilfredo 06/04/2019

«Esquivar el infortunio» esa vieja y necia avalancha que es el infortunio chapín. Enhorabuena, Kike.

Juan Carlos 06/04/2019

Quedan los recuerdos de esa época maravillosa los protagonistas ya no estamos allá pero los sitios aún están ahí como detenidos por el tiempo. Quien no quisiera otra tarde de Abril en el parque de Belen.

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