El proceso histórico de formación de ciudadanía política, como vía para la construcción de ciudadanía plena

-Ricardo Gómez Gálvez / GUATEMALA: LA HISTORIA INCONCLUSA

A la altura del desarrollo de los acontecimientos históricos de 1960 en Guatemala, es importante destacar que bajo los auspicios de las reformas del Concilio Vaticano II, los movimientos de apostolado de la Iglesia católica, grupos de laicos afines a la doctrina social de la Iglesia y la militancia del partido Democracia Cristiana Guatemalteca, protagonizaron una convergencia de orientación popular y de concientización política, que alcanza sus niveles más altos en la década de los setenta.

Como ya se dijo, el partido DC constituye la expresión política de una doctrina que le precede: la doctrina social de la Iglesia, dominada en la etapa de su fundación por las orientaciones sociales de las encíclicas Rerum Novarum del papa León XIII y Rerum Novarum de Pio XI, así como por el pensamiento del personalismo católico francés, los cuales son ampliamente acogidos por la Constitución apostólica sobre el papel de la iglesia en el mundo, gaudium et spes (alegría y esperanza), aprobada por los padres conciliares en la primavera de 1963

De esta manera, a partir de 1964 el partido DC se convierte rápidamente en un partido de orientación reformista posconcilio, bajo el liderazgo doctrinario de René de León Schlotter, político católico guatemalteco educado en Francia, quien encabeza la acción de los dirigentes juveniles del partido en la Convención Nacional efectuada en abril de 1964 en Santa Cruz del Quiché, en la cual se dispone la separación de la vieja guardia conservadora de la Dirección del partido, imprimiéndole un claro giro a su orientación política hacia posiciones sociales y políticas reformistas, entonces proscritas por el establecimiento político posliberacionista y calificadas por la oligarquía comercial, industrial y terrateniente como comunistas.

El partido DC protagoniza entonces una interesante e inédita experiencia de sincretismo político cultural, cuando al interactuar con las comunidades de los pueblos indígenas de la época, especialmente en el occidente del país, se produce un fenómeno político de carácter intercultural, al colocar al partido al servicio de los intereses políticos locales de estas comunidades y estas a su vez, aceptan apoyar las propuestas programáticas nacionales del partido. Esta experiencia posibilitará la elección de los primeros alcaldes y diputados indígenas de la historia política nacional, en las décadas de los sesenta y setenta, abriendo la posibilidad real de la integración de los indígenas guatemaltecos a la ciudadanía política.

El partido, con el apoyo de las fundaciones católicas alemanas, construye una red de organizaciones de promoción social, en los ámbitos sindical, campesino y de pobladores urbanos, fundando las primeras ONG de la historia del país, tales como el Instituto para el Desarrollo Económico y Social de América Central (IDESAC), cuyo primer director fue René de León, la Federación Central de Trabajadores Guatemaltecos (FECETRAG), la Federación Campesina (FC), las Escuelas Radiofónicas y el Movimiento Nacional de Pobladores (MONAP), e impulsando fuertemente el movimiento cooperativo.

También fueron fundados varios colegios de educación media gestionados por dirigentes juveniles del partido y se fortaleció la expresión DC en el movimiento universitario a través del Frente Estudiantil Social Cristiano (FESC) que llega a constituir la principal fuerza política estudiantil en la universidad nacional, en este caso particular, en decidida pugna con los grupos marxistas del comunista Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), de gran poder e influencia en la USAC.

Por su parte, la Iglesia católica vive un proceso de similar intensidad, especialmente cuando el clero regular y secular se divide en cuanto a la visión del papel de la Iglesia en el mundo.

La Iglesia católica guatemalteca, aliada sempiterna hasta entonces del statu quo, es influida ampliamente por los aires renovadores del Concilio, los cuales evidencian de manera dramática lo lejos que estaba la Iglesia católica de la época, de la práctica de la caridad cristiana, de la solidaridad y especialmente de la justicia.

Desde los curas de parroquia, tanto en la ciudad como en el campo, hasta los movimientos de apostolado seglar, se ven de pronto comprometidos bajo la inspiración de Juan XXIII y de los padres conciliares, en la promoción de un papel más activo y fecundo de los católicos, para procurar la justicia en el mundo. La controversia se instala y dura hasta nuestros días.

Los efectos no se hacen esperar; se proclama una pastoral social destinada a promover el desarrollo humano y social de la población, a difundir la igualdad esencial de los hombres sin distingo alguno y por lo tanto a sentar las bases de la ciudadanía plena para todos. La misión evangelizadora convoca a la construcción del reino de Dios en la tierra, sobre la base del compromiso con la paz y la justicia, comprometiendo a un segmento importante del clero en proyectos de promoción humana y de concientización social.

En la práctica, entre 1960 y 1976, la Democracia Cristiana, más allá de su rol como partido político, actuando como un movimiento político social, unido a un clero posconcilio muy activo, disperso por todo el país y grupos militantes pertenecientes al movimiento laico, con el apoyo de las fundaciones católicas europeas, difunden un mensaje renovador, que acaba por ser un potente factor de concientización y movilización social, precursor de la concretación de un cambio profundo en el modo de verse por parte de los guatemaltecos más desposeídos y de algunos sectores de la elite intelectual del país, especialmente jóvenes universitarios, que posteriormente despeñarían cruciales roles políticos.

En teoría, de nuevo se presentaban las condiciones para construir con cautela una democracia efectivamente liberal, que diera salida a la olla de presión instalada en junio de 1954. Aunque las elites estaban de nuevo divididas en cuanto al enfoque de la situación; las elites política y económica dominantes se unifican ante la amenaza de la democratización y la consecuente pérdida de sus privilegios, impidiendo toda apretura democrática. Por su parte, la élite intelectual y los grupos políticos de centro y de izquierda se adhieren al planteamiento reformista. Y entonces, como en 1954, una vez más, factores externos decidirán la explosiva situación.

De nuevo se dan las condiciones para evitar el avance político social del país, aprovechando la coyuntura internacional y la política de los EE. UU. hacia América Latina. Los regímenes militares autoritarios, bajo el pretexto de la lucha contra el comunismo soviético, estancan los procesos de construcción de ciudadanía, con base en campañas nacionales de represión política, que provocan cuarenta años de tiempo perdido para la construcción de condiciones para la democratización de América Latina.

Ricardo Gómez Gálvez

Político de vocación y de carrera. Cuarenta años de pertenencia al extinto partido Democracia Cristiana Guatemalteca. Consultor político para programas y proyectos de la cooperación internacional y para instituciones del Estado.

Guatemala: la historia inconclusa

Un Commentario

Richard Shaw 06/12/2017

La creación del partido Democracia Cristiana, su desarrollo y vision… Son ejemplo de organización y mística.

Excelente…

Felicitaciones tocayo….

Un gusto leer esta historia que yo tambien vivi…

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