El problema de la unidad

Jorge Mario Salazar M. | Política y sociedad / PALIMPSESTO

El problema de la unidad en política tiene muchas aristas que limar, en especial en Guatemala, debido a que nuestra sociedad se encuentra fragmentada por diferentes procesos vividos y por la ausencia de un proyecto de nación compartido. Sin embargo, estas dos falencias no han convocado al inicio de un debate serio a las partes, y cuando se produce un llamado, rápidamente encuentra más censuras que adhesiones por cualquier motivo. La realidad política nacional está diseñada para que no existan procesos de unidad, de entendimientos, de alianzas y coaliciones políticas de corto, mediano o largo plazo.

El momento que transitamos (que no va durar mucho) parece ser de esos momentos que abren las puertas para el diálogo y la concertación de un proyecto diferente de lo que se ha vivido como sociedad. Esto, como producto de un agotamiento de la alianza entre empresarios oligarcas y el ejército que se instalaron en el poder desde los años 60, construyendo ese poder mediante el terror de Estado y la violencia institucional. Todo ello expresado con mayor fuerza con el conflicto armado interno, cuyo objetivo fue principalmente económico y cuyo resultado fue la imposición de un modelo de Estado exportador de postres (café, azúcar y banano). El cultivo de la palma también se incorporó durante el conflicto, y estos empresarios se sumaron a las acciones violentas contra la población que vivía en las tierras seleccionadas para ese cultivo.

Ese modelo de producción fracasó estrepitosamente y su grupo dirigente también fracasó, pero se resiste a salir del poder y a permitir que el país se transforme hacia formas más incluyentes en lo económico y lo social, y más desconcentrado en lo político.

En toda la demanda de la convergencia llamada Pacto de Corruptos está presente la defensa de este modelo oprobioso de despojo y discriminación, así como la forma de gobierno mafioso en donde imperan los intereses de las élites económicas y las empresas (también mafiosas) internacionales que han llegado al país a extraer los recursos que pertenecen a la nación, dejando únicamente los costos que son la pobreza y la ausencia de satisfactores sociales de cualquier tipo y nivel.

Esa crisis es la que vivimos. El modelo ya no da más sin una guerra que lo sostenga en el nuevo marco de la seguridad nacional de Estados Unidos.

En ese proceso de 50 años, la sociedad se ha fragmentado por motivos culturales, políticos, económicos y políticos. Las fuerzas políticas se dispersan en ámbitos locales y regionales, en reivindicaciones, identidades, actividad económica, adscripción ideológica y otras demandas inmediatas y contradicciones secundarias. Lo peor, toda esa fragmentación ha sido debidamente pensada desde el poder e instalada en procesos que llevan décadas de desarrollo. Son procesos asimilados mentalmente que producen reacciones inconscientes de las personas. Toda la sociedad padece aversión por las ideas de los otros. Con pocas excepciones, la gente no quiere escuchar cuestiones complejas que les obligue a relacionar, relativizar y analizar lo que escucha. Socialmente padecemos de amnesia política.

Desde hace cuatro años se reaccionó a la crisis del modelo ante la exacerbación de la corrupción y la impunidad modelados por el autoritarismo y la falsa democracia electoral. Las conveniencias de quienes querían elegirse en cualquier cargo público impidieron llegar a un debate de reformas en los sistemas político y judicial que permitan una mayor inclusión y cumplimiento de la gestión pública. Era pertinente no ir a elecciones y existen los mecanismos constitucionales para posponer un proceso electoral sin romper el orden institucional.

Posteriormente a las elecciones, ni los sectores políticos, ni la sociedad organizada quisieron discutir acerca de la coyuntura y el rompimiento del poder que se venía produciendo a partir de un elemento que cohesionó y movilizó a la sociedad contra la corrupción, que fue la vía jurídica que, de la mano del Ministerio Público y la Cicig, puso contra las cuerdas a todo el sistema político. En lugar de impulsar las reformas, se comenzó a dejar a la espontaneidad de grupos de activistas el respaldo que necesitaban las instituciones. Se volvió a fragmentar la lucha entre los que iban a las calles un día y los que iban otro.

Hoy que ya la dinámica comercial nos mete en la dinámica electoral, nuevamente se escuchan las voces disidentes y no las propuestas para la unidad necesaria para impulsar los cambios necesarios. En política no hay vacíos. Si los actores llamados a impulsar los cambios no actúan congruentemente y fortalecidos por la unión con otros actores de su misma o diferente ideología, el espacio seguirá siendo ocupado por los mismos actores oficiales, porque ellos ya están ejerciendo el poder en las instituciones y a estas alturas del proceso ellos son quienes llevan la delantera.

El panorama político se anima con dos vertientes nuevas que buscan por separado articular unidad de expresiones políticas y sociales. Esto es una novedad en nuestro país que no ha pasado de contar con algunas coaliciones electorales. Hoy debe garantizarse una alianza de mediano plazo que pueda llegar, por lo menos, a lograr acuerdos de Estado para unos 20 años para corregir las deficiencias y falencias del modelo de país. Es la oportunidad para incidir en la construcción de lo nuevo. La sociedad cuenta con todos los elementos para dar ese paso. Solo hace falta vencer las actitudes y conductas de todos los actores para que prevalezca el interés nacional sobre los individuales.


Fotografía principal tomada de La Prensa.

Jorge Mario Salazar M.

Analista político con estudios en Psicología, Ciencias Políticas y Comunicación. Teatrista popular. Experiencia de campo de 20 años en proyectos de desarrollo. Temas preferidos análisis político, ciudadanía y derechos sociales, conflictividad social. Busco compartir un espacio de expresión de mis ideas con gente afín.

Palimpsesto

Un Commentario

Mateo Baltazar Mateo 15/10/2018

Buenas, yo vivo en la Comunidad Primavera del Ixcàn, Municipio de Playa Grande, Ixcàn, Quiché, hablo el Idioma Q’anjob’al, en la comunidad tenemos nuestra forma de organización comunitaria propia, somos una comunidad que sufrimos las consecuencias directamente del conflicto armado interno, LAS COMUNIDADES DE POBLACIÓN EN RESISTENCIA, CPR DEL IXCÁN.
Miren compañeros, la unidad del pueblo o la sociedad guatemalteca, se va a dar cuando encontremos un hombre o una mujer que verdaderamente tenga conciencia social, la unidad se da cuando un gobierno consulta y respeta a su gente y un pueblo que confía en su responsable, de lo contrario no habrá nada, así que la lucha es constante y mano en la conciencia, hasta luego.

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