Jorge Mario Salazar M. | Política y sociedad / PALIMPSESTO
«Este era un auténtico príncipe azul, más puesto y estirado que un maniquí, que habitaba un palacio como el de Sisí y aparecía en revistas del corazón». Así empieza Joan Manuel Serrat su canción El príncipe y la rana, como un divertimento del cuento clásico, solo que con la picardía de un catalán republicano en un país quebrado por la moral miserable de la monarquía.
Ahonda en la conducta común de la nobleza, «que cuando tomaba dos copas de más, solía emprenderla a deshacer maleficios a besos. Más de una vez, con anterioridad, tuvo su alteza, problemas por eso», para subrayar la imagen de quien, en 1987, era considerado uno de los solteros más codiciados del jet set.
Pero no podríamos suponer que solamente se trataba de la antipatía de un personaje, un cantautor perseguido por la dictadura franquista por cantar en catalán, sino que, con el tiempo, se fue demostrando como en medio de la realeza se cuecen las principales características de la impunidad, acerca de la corrupción, venida como lo correcto en el seno de los poderosos.
Porque las oligarquías nacionales y la gran burguesía internacional se han comportado de la misma manera corrupta e impune que la monarquía española, asumiendo que la ley se encuentra por debajo de sus gracias y de su ropa interior. Y así se van desvelando, en esta pandemia, las crisis de los valores que han sustentado la noción de civilización existente.
Recientemente se hizo la caricatura de un rey, huyendo con los costales de dinero robado a cuestas. Y ya en la memoria se encendían los focos de ese mismo rey posando frente al cadáver de un elefante en Botswana. El mismo rey que se atrevió a pedir un ¿por qué no te callas? a otro jefe de Estado que se volvió incómodo en una cumbre iberoamericana. Sí, la misma familia a la que demostraron que una de las hijas se robaba el dinero de una ONG a su cargo. Serrat, el cantautor, termina su fábula cuando el príncipe azul besa a una rana del jardín, en medio de su delirio de cuento de hadas, y en lugar de obtener una princesa a cambio, él mismo, se convierte también en rana.
Es que los que se casan con el poder van a parar al mismo fango, y ese matrimonio, en el mundo global, siempre trae a su lado, como la otra cara de la moneda, al crimen. Lo vemos en los otros ídolos de barro que caen todos los días. Donald Trump, en Estados Unidos, ha sacado a relucir no solo la maldad de sus oponentes políticos, sino los de todo el sistema de valores de la gran potencia y de su propio partido. El racismo y la discriminación que se imponen como el verdadero american way of life, donde la diferencia en el acceso a los derechos como práctica, tiene a ese país como uno de los epicentros de la pandemia. La exclusión es el principal vehículo del contagio porque pretende invisibilizar a grandes masas que no tienen otra opción que salir a buscarse el día llevando consigo la enfermedad.
Cae también Álvaro Uribe, el exégeta de los valores asociados al crimen organizado. En Colombia, que pretende ser el mero ombligo de la intolerancia anticomunista, por lo que se vale asociarse con los narcos y los sicarios para combatir a la guerrilla y que cree necesario corromper a la justicia, a los jueces, magistrados y fiscales, con tal de beneficiar judicialmente a militares y paramilitares que asesinan a ciudadanos acusados de ser subversivos; que explicitan la impunidad como uno de los privilegios del poder.
Y caen, en una escala más baja, personajes de la oligarquía criolla guatemalteca por prestarse a actividades de lavado de dinero del narcotráfico, aprovechándose de la impunidad que tiene papá, embajador en Inglaterra, ex procurador general de la nación, exembajador en el Vaticano, involucrado en fraudes en el mercado hipotecario y en las muertes misteriosas de sus tías y del marido de una de ellas, pero a la vez prominentes miembros del cuerpo diplomático y juristas guatemaltecos. Sí, Acisclo Valladares Urruela, exministro de Economía en el gobierno de Jimmy Morales.
Esa simbiosis que se manifiesta entre la política y el crimen organizado tiene, como su peor lado, el no poder ver salidas del sistema que no sean dramáticas y radicales. ¿Quién, siendo persona honesta quiere trabajar en un medio que impone la cesión de espacios de gestión a los poderosos o fracasar en el intento? Porque la verdad es que tocaría sustituir a la mitad de la administración pública en donde la corrupción ha penetrado toda la estructura y las ilegalidades se cometen a mansalva, o no se mueven las cosas. Porque la administración pública es la capa más opaca de la vida y, aunque al ciudadano medio le gustaría ir a ocupar un puesto allí, renegará del Estado cada vez que pueda.
¿Cómo transformar el Estado si no hay una participación política de la gente honrada capaz de soportar los cañonazos de un millón de quetzales?
Es una pregunta que se responde sin complejos. Si besas la rana, no esperes una princesa.
Entonces, solo nos queda la salida que tampoco es fácil. La destrucción de este sistema porque ahí no hay piezas buenas que se puedan rescatar. Se hizo el intento en el 2015, pero no se continuó con el proceso. No se dio la reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, tampoco se desarrolló una ley de servicio civil, se sigue permitiendo la impunidad con lo que los corruptos se mantienen en el poder y luchan contra las reformas, no se hicieron las reformas a la Ley de Amparo. Este sistema, con su poder, desarticuló a la Cicig, manipuló las elecciones, llevó a Alejandro Giammattei a la Presidencia y hoy, nuevamente, la crisis del Estado requiere una cirugía mayor. Mejor dicho, requiere de una autopsia. ¿Quien se apunta?
Imagen principal tomada de Fandom.
Jorge Mario Salazar M.

Analista político con estudios en Psicología, Ciencias Políticas y Comunicación. Teatrista popular. Experiencia de campo de 20 años en proyectos de desarrollo. Temas preferidos análisis político, ciudadanía y derechos sociales, conflictividad social. Busco compartir un espacio de expresión de mis ideas con gente afín.
Correo: jomario.salazar@gmail.com
2 Commentarios
Buen análisis compañero del pasado Jorge Mario. Bien documentado.Felicitaciones.
Felicidades amigo me encanta la manera de decir las cosas que suceden en nuestra querida y saqueada patria grande GUATEMALA. Saludos Jorge Mario Salazar
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