El posmodernismo: la marca registrada del poscapitalismo II

-José Reyes González Flores-

El desplazamiento del soporte estético es la premisa del arte posmoderno. Existen artistas que se masturban frente al lienzo y cuando la eclosión de esperma mancha la tela, la firman y la ponen a disposición del consumidor, quien paga con American Express, claro, y con la anuencia de un prestigiado museo y su curador y crítico afamado. Y como la posmodernidad respeta, por decreto, la equidad de género, entonces la pintora, sobre un lienzo de algodón monta una toalla femenina profusamente pigmentada de sangre menstrual, obra que se compra con tarjeta de crédito, la cual, además, otorga puntos para otra posible adquisición que será una lata que contenga los excrementos de algún famoso posmoderno. Y no olvidemos que la toalla femenina es kotex y con alitas. Entra en juego la plasticidad del creador-productor, en virtud de la autoreferencialidad, esa relación narcisista de sí mismos en tanto sujetos. La fuerza liberadora de su creación no responde al canon, a las reglas del maestro, sino a la redefinición de la cultura o canon posmoderno. No obstante, el ejemplo se vuelve norma, pues van sobre lo inesperado como montar en una tela lámparas tubulares de neón y titular la obra, Luz y en otro lienzo, en lugar de una lámpara, dos, título de la obra: Más luz. Obras que se exhiben con éxito en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. En aras del arte posmoderno, como fermento del mercado artístico, ya sea en París o en Nueva York, en Tokio o en ciudad de México, es plausible las obras descritas, pero eso de amarrar a un perro y exhibirlo para que el consumidor observe cómo se muere de hambre y de sed, rompe los límites de ética, pero como ya se dijo, esta es elástica, entonces, al espectador le toca evaluar.

Si lo inesperado es la marca del posmodernismo, entonces Rossini es posmoderno. Pero Giovachino Antonio Rossini nació a finales del siglo XVIII, cuya obra musical se desarrolla en el siglo XIX y la posmodernidad surgió hacia 1980. Ahora bien, Duetto buffo di due Gatti de Rossinies la proclamación lo imprevisto, no así de lo impensado, sí de lo sorpresivo, pero no lo improvisado, pues es un dueto cómico donde la palabra miause repite múltiples veces. El dueto está apegado al canon musical de la composición y de la orquestación. Aunque fue escrito para burlarse de sus sopranos que desafinaban; también hace homenaje a un par de gatos que cada mañana visitaban al músico en su casa de Padua. Cat duet es de una gran dificultad interpretativa, por supuesto que parece como una simple diversión, pero es un divertimenti de gran complejidad. Inesperado porque el público de «oído culto» se ve sorprendido por la imaginación musical de este músico italiano. Lo inesperado es una cualidad del arte, ya sea literario, pictórico, escultórico, musical, teatral o cinematográfico. Duetto buffo di due gatti representa la sorpresa, pero no lo efímero, pues existe una partitura que lo ha hecho permanecer en el tiempo y en la historia musical. También es sorpresiva aquella obra teatral, donde una actriz desnuda, en medio del escenario, colgada de una cruz, a la manera de Cristo espera que inicie la función. A quienes han comprado un boleto se les ha otorgado en taquilla unas pinzas para depilar cejas. Se abre el telón. La escena está en penumbras. Solo una tenue luz baña el cuerpo de la actriz. Un espectador, seguramente parte de la compañía teatral, sube al escenario y con su pinza corta un vello del pubis. La sorpresa, el pasmo, el aturdimiento y el estupor son vencidos por cada uno de los espectadores-consumidores, quienes, en fila suben a escena. Baja el telón. Inicia el teatro posmoderno mexicano.

Inesperado. Sí. Desplazamiento del canon. No. La obra sigue en el teatro. Tampoco es extraño el intertexto Cut piece, performance realizado por Yoko Ono en 1964, en Japón; en esa ocasión fue presentada en protesta contra la Guerra de Vietnam. La obra se volvió a escenificar en 2003, en la capital de las rupturas estéticas, París. El lugar, el teatro Ranelagh. Yoko Ono pide a los espectadores que corten trozos de tela de su vestido hasta quedar totalmente desnuda. La obra no es el performance por el performance, sino que expone una protesta contra el sistema, primero capitalista de los años sesenta, ahora, poscapitalista. La viuda de John Lennon expresó al público: «Vengan a cortar un trozo de mi vestido, donde quieran, de un tamaño menor al de una postal, y mándenlo a una persona que amen» (Ono, 2003). En la postura de Cut piece existe la vocación de la trascendencia para romper con la instantaneidad de la Historia y las atrocidades de quienes desde la élite neoconservadora controlan el mundo. La utopía de la desaparición de los estados-Naciones hegemónicosy el advenimiento de la democracia solo han quedado como una postura posmoderna. La emancipación anunciada por la posmodernidad todavía no es posible, pese a los discursos libertarios insertos en los textos de los teóricos de posmodernistas, quienes cuerpo a cuerpo con las palabras inducen el gran relato unificador y la amnesia solidaria. El performance de la mujer a quien le quitaron los vellos del pubis, no tenía más intención que la trivialización, el eclecticismo y lo efímero, el culto a lo nuevo y su transitoriedad. Posmodernismo en su máxima expresión como una rebelión permanente a la normatividad y al canon teatral, aunque necesite de un teatro para ejercer el contracanon.

El desplazamiento del arte del centro a la periferia, de los museos a las calles, del teatro de ópera a la plaza comercial, de la sala de conciertos a la plaza pública representa el ejercicio de la anti-institucionalidad. De tal forma las artes ganaron las calles de Nueva York, París, Praga, Berlín, incluso de ciudades de América Latina como México, Argentina, Brasil y Chile. Se puede pensar en la democratización del arte, sin embargo, la inferencia plausible es que los valores estéticos están en disolución, ello supone la fragmentación de la cuidad como si esta fuese otro tipo de enciclopedia en la que inciden multiplicidad de estilos. Una ciudad como álbum de recortes artísticos para cambiar el argumento de lo que pudiera ser el gusto estético, para llevar la nueva normatividad a la gente, quien también es afectada por el arte. Barthes, el semiólogo francés, señala que «Hay placeres más bajos para los inferiores, la cultura de masas» (Barthes, cit. por Harvey, 2012, p. 76). La intención es la democratización para vincular al pópulo a lo popular, quien vía la «democracia» inocula los principios (canon) a reconocer. Es decir, hay una diferenciación de los placeres que puedan provocar un texto. Si se es de la clase baja, esta tendrá placeres inferiores y si de la clase alta, placeres superiores. La denostación es evidente, como si una persona desclasada al observar un Rembrandt, un Toledo o un Botero, o al leer a Juan Gelman o a Miguel Hernández, o al escuchar a Bach o Revueltas, sintiera placeres bajos. Mientras que la clase élite cultural al escuchar a José Pablo Moncayo, al leer a Oliverio Girondo o al observar un Manet, fuera afectado por placeres elevados.

¿Placeres bajos para las masas? ¿Placeres altos para la élite? Sin embargo, se estudia con igual atención a José Gorostiza que a Vicente Gerbassi, lo mismo la novela rosa Corín Tellado y Yolanda Vargas Dulché que los relatos de Mario Vargas Llosa y de Gabriel García Márquez. La primera viene del Romance medieval y convertido en literatura de masas y la segunda, tiene origen la Edad Antigua, cuyo máximo desarrollo se alcanzó en la Edad Moderna (siglo XVI), ahora considerada literatura culta. Se estudia lo mismo a Ludwig van Beethoven, a Giuseppe Verdi que, a Juan Gabriel, Caetano Veloso y Joaquín Sabina, este último interpreta canciones a ritmo de vals, otrora música para el divertimento cortesano, el vals, por supuesto. Aunque Electronic circuit No. 1, Sinfonie Nr. 7, In A-Dur, Op. 2 (I, Poco sostenutto-Vivace, Arribeño conchero y In trus in you de Vicente Barrientos Yépez es un ejemplo de posmodernismo, sin los aspavientos de las economías desarrolladas, sin la práctica de lo efímero, pues rompe la no linealidad de la Historia; además de ser música clásica ejecutada con instrumentos electrónicos, ¿música clásica electrónica? Sí, de un mexicano, nacido en Celaya, Guanajuato. Y los estudios se realizan con sofisticadas teorías, ya sea con Hans-Robert Jauss, Humberto Eco o Jacques Derrida.En definitiva, el crítico, el investigador, la clase elite poscapitalista, lo mismo se extasían aplicando a Roland Barthes o al escuchar a José Alfredo Jiménez o cuando Lionel Messi o Cristiano Ronaldo anotan un gol en la UEFA Champions League. Entonces, ¿qué se entiende como placeres más bajos para inferiores? Si bien, las reflexiones sobre la condición posmoderna inciden en las referencias a la realidad (realismo y naturalismo), se les olvidó indicar que en los países no desarrollados económica e industrialmente también existe el impasse a la realidad.

La cultura de los países no desarrollados ha roto las fronteras nacionales. Los creadores de arte -no productores de artefactos- también producen un arte que va más allá de las condiciones descritas por Lyotard. Incluso han sido capaces de poner a temblar al estatus quo de la cultura. Estetas que no pertenecen al mundo posindustrial, sino a las eufémicamente llamadas economías emergentes. Recordemos el año de 1988, en México, cuando se impidió la exhibición de las pinturas la Virgen de Guadalupe con el rostro y los senos desnudos de Marilyn Monroe y al Cristo con el rostro de Pedro Infante. Es bueno recordar que ambas pinturas siguen censuradas y, en su momento sus autores fueron recluidos en hospitales psiquiátricos. El autor del primer texto pictórico, Real templo real, es de Rolando de la Rosa; el segundo autor sigue en el olvido. Sin embargo, a partir de dicha «sorpresa pictórica» han aparecido un sin fin de intertextualidades como La tilma de Juan Diego (Manuel Ahumada), en cuya manta, del indígena mexicano, aparece la imagen icónica de Marilyn Monroe. En la misma línea de las vírgenes, el pintor mexicano, José Luis Calzada, es creador de una tinta china sobre papel albanene, titulada Lupe marxista, donde la Virgen de Guadalupe y Carl Marx, charlan amistosamente. Otro intertexto es Portrait of the artista as the Virgin of Guadalupe [Retrato de la artista como Virgen de Guadalupe], (1978) de Yolanda López en representación del Arte Chicano. En fin, aunque el posmodernismo se considere una condición histórica determinada por la geografía y la geopolítica poscapitalista, el fenómeno no es propio de las sociedades desarrolladas.

Hasta el momento -de estas reflexiones- se puede afirmar que la posmodernidad no es la representación de una etapa en la Historia de nuestro planeta, como lo fueron la Edad Antigua, la Edad Media o la Edad Moderna. Aunque fue fabricada -maquilada- por un poeta de la filosofía, la posmodernidad ha performado el monismo histórico en otro tótem, recargado de enseres industriales y tecnología poscientífica y económica. Por eso la gente, cada individuo de esa gente, carece de identidad, se tipifica por no ser el único entre los entes, con identidad como ser social, sino no como si fuera el único, tal como el personaje de The one de James Wong. Un agente del Departament Multiverse, quien defiende la vida del presente, sin embargo, Yulaw destruye las vidas alternas, entre ellas las de Gabriel Yulaw, su otro Yo, quien se protege, en el presente, del malvado Yulaw del otro universo, el del futuro. Con todo, Lyotard considera la pintura como el eje de la condición del posmodernismo, así lo estipuló en Leçons sur l´Anaytique du sublime (1991), donde la libido se libera en el instante de la representación de la imagen, por lo que los productores y consumidores de los arte-factos coinciden en la problematización de la realidad. En resumen, se trata de destruir la continuidad del tiempo para hacer de él un eterno presente. El arte, entonces asume la situación histórica del instante, de las ideas políticas del canon contracanon de las neonaciones-Estado y su aparato homogeneizador estético diseminado en la deslegitimación históricamente legitimada de la posmodernidad. La crítica kantiana de la Historia asumida por Jean-François Lyotard especula la declinación universal de lo unitario, si bien, existe el rechazo a la teleología histórica como la concibió Hegel, preexiste el furor por lo sublime del arte planteado por Kant.

Productor y consumidor son simultáneamente perturbados por las pulsiones contemplativas del arte performance y su pastiche sociocultural, así lo demuestra Caja de zapatos vacía (1993) de Gabriel Orozco, pintor veracruzano, expuesta en la Bienal de Venecia. El arte, suponemos, no necesita de su creador para que la explique, pues lohace por sí mismo, a pesar de eso, Orozco -Gabriel-, no el pintor, la explica; «Muchas veces en mi obra, estamos ante el encuentro entre dos recipientes vacíos: el espectador y el objeto como recipientes que se encuentran… también fue una provocación muy clara contra todo lo que rodeaba esa exposición, en una galería súper importante en Nueva York, cuando nadie sabía quién era yo, pero había mucha expectativa por conocerme» (Orozco, cit. por Morán Hernández, 2013). El canon único e irrepetible se vuelve canon posmoderno repetible, pues otros pintores siguen ya no el performance, sino la artefagia. Esos antropófagos de lo repetible y cuya lista de nombres sería enorme y no tiene sentido ser posmoderno. El arte-facto que se publica con la licencia posmoderna se vale del «saber en las sociedades desarrolladas» para olvidar que dicha condición forma parte de los posdiscurso -para estar a tono-. El estatuto del saber, en la edad posindustrial, corresponde en este sentido a la cultura de los modernos posmodernos, pues la posmodernidad no puede ser narrativa, dice la profecía, aunque las obras, sea cual sea su naturaleza, son profundamente narrativas.

La caída Pieter Brueghel, cuadro pintado por Ícaro; el Veermer, obra del pincel de La lechera; la ópera Richard Wagner escrita por Parsifal o el cuello torcido de Enrique González Martínez no serían más que el guijarro frástico de un moderno posmoderno del tercer mundo. Según mi opinión, no es más que el arte que deja de confiar en al arte, no es más que un apriorismo artístico para llegar al trastorno de la memoria colectiva para quedarse en el presente inamovible. Pese a la intención anticanon, ha ocupado las vitrinas de los museos y la capital económica de las editoriales, las cuales crean las listas de autores más leídos -«vendidos»- como un juego de arte-farándula, novela-farándula, poesía-farándula, o en el menor de los casos, un reality show poético. El juego de la escritura donde el performance y el happening producen enormes ganancias con libros como Diablo guardián, Como agua para chocolate, Juventud en éxtasis o El alquimista, este último como una enorme paráfrasis de Gustav Weil y J. L. Borges. En consecuencia, la posmodernidad antes que la representación mundo es la Dorian Gray del pensamiento, además de ser la eterna novedad. Sin embargo, el posmodernismo no es un passe-partout al arte como un acto generoso, ético-estético de la sociedad, será apenas una anécdota en el anecdotario mundial. Sólo un pretexto para ser reconocido en y por las «sociedades avanzadas».

El arte -poesía, novela, pintura, escultura, cine, arquitectura, música…- no necesita permiso para sorprender, para llegar a lo inesperado o para romper con las fronteras del tiempo-espacio. El ser humano no necesita de la licencia que le dé la «oportunidad» a los negros a escribir poesía, a los indígenas a usar tenis Nike, a las mujeres a luchar por la igualdad de género, al gay a optar por la legalización de su unión matrimonial. El bricolage, en la posmodernidad, sólo ha funcionado como un acto arbitrario e indecible con lo cual, la Magna Aesthetica se disuelve, es decir, la ruptura por ignorancia de que en el arte existen principios elementales para la creación; de ahí la poesía light y sus poetas de pasarela. La obra de arte, expresa Vattimo, «Es un modo de hacer experiencia, con la imaginación, de otras formas de existencia, de otros modos de vida diversos de aquel en el que con los hechos provoca nos deslicemos en nuestra vida concreta de cada día» (2011, p. 18). En su momento, el cholo de Santiago de Chucho, el indio quechua de Los heraldos negros fue el más cosmopolita de los cosmopolitas, el «heredero de tercermundismo» no coincidió con las rupturas vanguardistas, pues señalaba que éstas no eran más que retaguardias. Lo permanente y lo estable no necesariamente son la oportunidad para acceder al posmodernismo. La etiqueta no implica la posibilidad de ser más humanos, de ahí que «El engañoso plumaje/ que da su nota blanca al azul de la fuente» no solo implicaría torcerle el cuello a la Modernidad sino a la posmodernidad, pues nos dice el poeta «Huye de toda forma de todo lenguaje, /que no vayan acordes con el ritmo latente/ de la vida profunda…/ y adora intensamente/ la vida, y que la vida misma comprenda tu homenaje» (González Martínez, 2014). Siendo honestos, el posmodernismo ha promovido la falta de profundidad en el arte, lo ha llevado a la «producción cultural» y aún no encuentro una fábrica de poemas o de cuentos, pues el arte no se produce en las maquiladoras o en las megaindustrias. El ready-made de Marcel Duchamp fue una idea original para espantar a las buenas conciencias, no obstante, mi vecina, sin apellido europeo, tiene un mingitorio-maceta en su jardín y como no puede llevarlo al Museo de Arte Moderno en Nueva York se conforma con ser la posmoderna del barrio. Como se quiera, la obsesión por lo instantáneo no permanecerá en el tiempo, más que como una broma o un chiste de culto para cultos. Nota posmoderna: mi vecina, Estanislada, también tiene en su jardín de 1,5 x 6 m una hermosa vaca pinta, en blanco y negro, claro.

El posmodernismo dice en voz alta que la anarquía es bienvenida, claro, la anarquía con permiso institucional, lo cual incluye a la producción artística, sí, «producción», pues ahora el arte forma parte de la industria. A fin de cuentas, la rebeldía también se institucionaliza, de tal manera que el Ars gratia artisarte está disponible para el consumidor de artefactos estéticos, pues la aventura de l’art pour l’art ya no implica los idealismos de Kant ya que el art for art’s sake de Edgar Allan Poe ha quedado en la fábrica del montaje posmodernista. El arte ya no es la aventura estética para encontrar la libertad humana. Ante tanto desagravio a la «condición postmoderna», Jean François Lyotard se sienta, motu proprio, en el banquillo de los acusados cuando publica Le posmoderne expliqué aux enfants (1994) y expresa que la condición posmoderna se fundamenta en tres metarrelatos: (1) el de las luces; (2) el idealista y (3) el historicista. La condición posmoderna -el saber en las sociedades avanzadas- incide en la emancipación de la humanidad, pero no de la Humanidad, pues los humanos, los seres que habitan el planeta son tan solo, para el mundo posindustrializado, mano de obra productora de lo que habrá de consumir. Por otra parte, la teleología del espíritu -el idealismo- no se fundamenta en proyectos de vida, sino en el «consume rápido lo que produzcas». La interpretación de la historia sólo tiene un sentido, el presente, en consecuencia, el pasado y el futuro permanecen en el epílogo del presentismo. Ahora recuerdo a Val Waxman, el personaje de Hollywood ending (Allen, 2002), quien tras iniciar la filmación de una película queda ciego, pese a la desgracia sigue con el rodaje. Cuando culmina la filmación y realiza el montaje recupera la vista, entonces se da cuenta de que su película es un desastre, ya que los movimientos de cámara son equivocados, la fotografía está fuera de foco, existen múltiples errores de continuidad, la iluminación aparece donde no debe de estar. La felicidad de Val se va a pique, sin embargo, su asistente, para evitar que la bienaventuranza decaiga le dice: «No se preocupe, maestro, para eso están los franceses».

¿Lo grandes relatos han terminado? Entonces, ¿qué sucede con este? Había una vez una viejecita encantadora. Abandonó su palacio de hierro y cemento, caminó por Wall Street y con la paralogía en el ojal convenció al poscapitalismo de su función redentora. Luego apareció en el horizonte el nuevo gran relato proclamado por los posmodernistas: (1) La emancipación como paralogismo; (2) las naciones-Estados controladoras de la libertad, de lo político, económico y lo cultural; (3) la represión sistemática de la vida intelectual, cultural, emocional y social; (4) sin olvidar que el conocimiento no es para todos, sino para quien pueda pagarlo, lo mismo sucede con la salud y la educación; (5) las universidades y sus academias crean profesionales del conocimiento y no del saber; (6) la tecnología, la televisión, el internet, las redes sociales y demás artefactos posmodernos nos han traído la guerra a casa, nos han acercado el espectáculo político, lo efímero y lo fractal. Antes de terminar, es bueno decir que la posmodernidad ha fragmentado al hombre, este produce sus propios deseos y fantasías, pero no los puede consumir, pues el dinero de dicha producción no le pertenece, por lo que debe trabajar y esforzarse cada vez más para alcanzar lo que él mismo fabrica. Razón por la cual, el sujeto -no la persona- es protagonista de su propio protagonismo, pues al negarse niega su historia. En resumidas cuentas, el deslizamiento que proclama la posmodernidad no es más que un totalitarismo democrático, donde la libertad también está legislada. No tengo la menor duda de que la posTmodernidad también se ha modernizado, obsérvese que la T no aparece más en su ropaje.


Referencias

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José Reyes González Flores

Poeta, ensayista y semiotista. Profesor-investigador del Departamento de Letras de la Universidad de Guadalajara. Fundador del Círculo de Estudios del Lenguaje Poético. Coordinador y fundador del Conversatorio de semiótica. Estudios de la significación. Premio Nacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, 1995. Ha publicado los libros Tribulaciones amorosas, 1993; Regiones amatorias, 1994; Alucinaciones y presencias, 1995; Discusiones y disfunciones, 2000; Poética de la incertidumbre. A propósito de El apando, novela de José Revueltas, 2002; Teoría y técnicas del ensayo. Estrategias de escritura, 2006; Poética de la esperanza. Aproximación a la poesía de José Revueltas, 2008; Prototipos textuales. Parámetros para la escritura de textos académicos, 2013; La insolación del fuego, 2015; Caminatas nocturnas. Híkuri antre la crítica, 2016. Actualmente dirige la investigación: Semiótica poética: configuración de la cultura viviente. La presencia del cuerpo en la poesía hispanoamericana de fines de siglo XX y XXI.

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