Fernando Zúñiga Umaña | Política y sociedad / EN EL BLANCO
La página grande del diario más reaccionario del país se viste de luces y abre el escenario al viejo expresidente para que sirva su plato de babas. Y no es en sentido figurado que describimos tal artículo, en realidad, además del «yoismo» que lo caracteriza, no propone nada y se concentra en señalar egocéntricamente los errores de los demás, abstrayéndose y colocándose sobre todas las cosas.
Pide saber cuáles son las medidas que adoptará el Gobierno, y resalta verdades de perogrullo, como que las medidas de apoyo a un empresario difieren de las que se tomarían para apoyar a un estudiante, o que las medidas de apoyo al sector de la construcción difieren de las que corresponderían a las personas de alto riesgo de contagio, y así sigue refiriéndose a comparaciones sin sentido ni orden. Cerrando las comparaciones con que es diferente el sector exportador y el pequeño agricultor, vaya aporte, todo para decirle al Gobierno que debe ser capaz de tener una respuesta real a los problemas de cada uno.
Pasa el susodicho a referirse a las reformas del Estado. A una metamorfosis, a la modernización, a repensarlo. Frases desgastadas de parte de quienes quieren desmantelar al Estado, minimizarlo. Lo que suena raro es que provengan de quien en sus años de gobierno hizo crecer el gasto de manera desmedida y no fue capaz de reducir la evasión y elusión fiscal, como debe ser en un estado moderno.
RESALTANDO EL YO: yo dije en el 2005 (en plena campaña política) «que muy poco sirve un Estado capaz de vendernos líneas de teléfonos celulares (refiriéndose al ICE), pero incapaz de tapar los huecos en las calles; capaz de vendernos sofisticadas pólizas de seguros en condiciones de monopolio, (refiriéndose al INS) pero incapaz de poner más policías en nuestras ciudades, capaz de darnos tarjetas de crédito por medio de sus bancos comerciales (refiriéndose a la banca nacional) pero incapaz de dar a la niñez y juventud una educación de primer nivel». Hoy, el ICE, el INS y la Banca Comercial se desenvuelven en mercados competitivos, y las divisas se las llevan las grandes empresas telefónicas, de seguros y la banca internacional, y las calles siguen llenas de huecos, la inseguridad ciudadana es incontrolable y la educación pública no es de primer nivel.
Siguiendo con su egocentrismo, don Óscar afirma que siempre ha dicho que gobernar es educar, y que el presidente debe explicar al país por qué debemos aprovechar esta crisis para lograr acuerdos que transformen un sistema político bastante anárquico en una democracia funcional. También agrega, «Cuando en el 2006 asumí el gobierno por segunda vez» y se refiere al TLC, lo alaba lo idolatra y considera que gracias al debate que se dio en torno al TLC, Costa Rica tuvo claro hacia dónde iba… sacudió la herrumbre de su engranaje. Claridad hacia dónde íbamos, que ironía, la de un presidente que descaradamente ofreció carros de lujo a todos los costarricenses, prosperidad, riqueza y que resultó un fiasco, que ni incrementó la inversión directa extranjera, ni mejoró la balanza comercial con EE. UU., ni nada de lo que esos grandes negociadores que menciona don Óscar, prometieron al pueblo costarricense, usando todos los medios de comunicación posible. Uno de estos negociadores, hoy presidente de un equipo de futbol, ni siquiera el campeonato añorado les ha dado a sus seguidores.
Los consejos del presidente al Gobierno son un plato de babas, generalidades como definir con claridad un norte y navegar hacia él, definir la ruta, recuperar el valor y la nobleza, y recobrar la confianza del pueblo en sus líderes políticos. Mantener la unidad de su fracción, algo que no será sencillo, dice don Óscar, y volviendo al YO, resalta: «Cuando en mi segundo gobierno estábamos aprobando las 13 leyes de la implementación del TLC tuve a mi lado la fracción de mi partido apoyándome y por eso logramos que otros diputados de diferentes bancadas nos acompañaran». Labor sencilla, dado que se trataba de un proyecto que los sectores poderosos querían, con amenazas a sus trabajadores, con memorándum amenazando a alcaldes y asustando a trabajadores, todos azuzaban a los ciudadanos, llevando el proyecto a un plebiscito que concluyó con 756 000 ciudadanos contra el TLC (NO) y 805 000 ciudadanos a favor del TLC (SÍ), un resultado débil para quienes invirtieron millones en lograr aprobar el TLC y un pueblo dividido en dos grandes fracciones.
Lo único interesante del artículo es el título y el cierre, don Óscar aprendió la lección de lo que no se debe hacer y la recomienda: el Gobierno no puede jugar con el futuro de Costa Rica, ni con el bienestar de cada uno de nosotros. Menos ofrecer carros de lujo y motocicletas para los de a pie, para lograr que se apoye un proyecto que, pasada más de una década, demostró ser un fraude.
Imagen principal por Fernando Zúñiga Umaña.
Fernando Zúñiga Umaña

Costarricense, estudioso de la realidad económico social y política nacional e internacional. Economista de formación básica, realizó estudios en la Universidad de Costa Rica y en la Flacso México. Durante más de 30 años laboró en la Universidad Nacional de Costa Rica. Actualmente es director del Doctorado en Ciencias de la Administración de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica. Consultor privado en el campo de la investigación de mercados, estudios socio económicos.
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