El perro en llamas, Byron Quiñónez

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Se trata de una novela corta, lo que los gringos llaman novella; muy larga para ser cuento y muy corta para ser novela. No tiene la naturaleza esférica y categórica de un cuento ni tampoco las exploraciones filosóficas, metafísicas, históricas, éticas, rememorativas, etcétera, que uno asocia con la novela. Es corta, densa, cargada de contenido e imágenes y generadora de pensamientos e ideas que van más allá de la historia que narra.

En un ambiente urbano afectado por pesadillas sobrenaturales, estados alterados inducidos, tráfico de drogas y conciertos de heavy metal, el detective José Abel Rosanegra y el comisario Héctor Mendoza resuelven, de manera paradójica y a trabas y rempujones, el asesinato de Octavio Cardona, ladrón de invocaciones religiosas capaces de abrir las puertas del infierno y otros inframundos.

El punto de vista narrativo es el de un narrador más o menos omnisciente, como si un amigo le estuviera contando la historia a un pequeño grupo de conocidos, iniciados en los temas; casi nunca da explicaciones superfluas, aunque a veces parece especular y en ocasiones use frases parentéticas innecesarias. La historia es lineal, con un par de flashbacks al principio. A veces, uno tiene la impresión de estar haciendo zapping con el control remoto de un televisor, porque los capítulos se suceden en forma imprevisible y a veces sin una concatenación lógica, aunque siempre contribuyendo a la creación de un ambiente narrativo sórdido, terrorífico, criminal, cínico y con insinuaciones satánicas.

La sintaxis es la de un castellano internacional: «Un viejo barbudo y sucio, envuelto en una gabardina tan desgastada como su sombrero, caminaba acompañado por un grupo de perros cuyo pelaje parecía cambiar de color bajo la intermitente iluminación de comercios y postes de alumbrado público». Sin embargo, en ocasiones adopta un tono guatemalteco: «Un tipo con rasgos europeos entró a una cafetería no muy lejos de ahí, acompañado por el comisario Mendoza. Echaron un vistazo desde la entrada buscando una mesa, ubicaron una y pidieron un litro de cerveza». El uso de la sintaxis internacional contribuye a hacer más creíbles las cosas extraordinarias que pasan en la novella, pues una sintaxis cien por ciento guatemalteca habría invitado a los lectores a decir: «¿Qué te habías fumado cuando escribiste este capítulo, cuate?»

Algunos personajes, como el comisario Mendoza, las meseras y las chavas de la calle, están basados en guatemaltecos. Otros, como el detective Rosanegra, no son ubicables con facilidad. Otros más, como el viejo de los perros, parecen tomados de películas; en este caso Amores perros. El viejo de los perros, como el de la película, es maligno, camina por las calles seguido de una jauría de perros y vive en un lugar sucio, desordenado y laberíntico. También aparece un personaje inglés, otro extranjero de nacionalidad no reconocible y una serie de personajes quiméricos, producto de pesadillas o alucinaciones.

La prosa del narrador es precisa y frugal. Su economía en el uso de las comas lo hace sentir a uno más inteligente. «El plenilunio matizaba la escena con tonos plomizos. Rosanegra distinguió entre los atacantes al viejo de la gabardina, mordiendo salvajemente igual que si fuera un perro más. Al escuchar su exclamación de sorpresa el viejo soltó al hombre, volteó y le clavó una mirada feroz». Sin embargo, cuando hablan los personajes, el lenguaje es el que les corresponde, creíble y no forzado: «Dejála, Patty, si a ella le gusta andar desnuda es su onda, ¿verdad loca?». ¡Tan guatemalteca quiso hacer esta frase que le puso a dejala una tilde de más!

Hay segmentos cortos y largos en inglés y algunas frases en latín. El inglés es impecable y el latín extraño. Una de las frases latinas se puede traducir así: «comparecer ante mí sin ruido y poner esto en el transcurso de un Summanus Tetragrammaton Elohim, El, demonios, el cielo Gibor, ven, ven, ven, ven». La razón para usar latín es que un elemento central a la novella es la sustracción y uso no autorizado de invocaciones satánicas que estarían resguardadas en el Vaticano, mientras que la razón para el uso de segmentos largos en inglés puede tener como objeto añadir el misterio de lo no evidente a la narración, como parte del toque onírico y porque otro personaje importante es un inglés.

Hay dos metáforas, ambas afortunadas: «Un detective con cara de “que tenga buen día pero en otra parte” se abrió paso entre la gente» y «Hubo un silencio lleno de tensión. Ojos negros contra celestes, Guatemala contra Gran Bretaña».

La novella está llena de elementos mágicos, entre ellos el lup-66 una droga alucinógena, los artrópodos mutantes, los anélidos voraces, los perros descomunales, los aparecidos misteriosos y los fenómenos telúricos. También humor: lo inverosímil de los artificios, personajes y situaciones a veces convierte a la obra en una sátira de sí misma. Es de notar el conocimiento zoológico del autor.

Hay un par de retornos a la incredulidad. Parece jalado que el asesino ponga a dormir al mesero en el restaurante, vista su uniforme, se aparezca por la cocina y los demás meseros lo acepten sin rechistar. También, al comisario Mendoza se le mete en la cabeza que yendo a un concierto de rock heavy metal el detective Rosanegra podrá encontrar pistas para un asesinato.

El Bien triunfa sobre el Mal de maneras parciales, paradójicas y accidentales. Se nota cierto buen corazón en el detective Rosanegra; por la forma en que trata a la adolescente que está enamorada de él, por ejemplo. El autor de El perro en llamas crea una novela de personajes y sucesos espeluznantes, pero en el fondo los malos se matan entre ellos y no hay instancias en que los malos dañen a los buenos, de maneras irreversibles. Es como si estuviera exorcizando el mal que nos rodea invocando un Mal mayor: «Si no puedes darles, únete a ellos, aunque sea en ficción».

Por Eduardo Villagrán


Este libro fue publicado en Guatemala, por Editorial Cultura en 2008.

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4 Commentarios

Carlos Rafael Loarca 04/12/2019

Muy buena novela. Yo la leí hace unos años, el inicio es sublime y la narrativa muy descriptiva, te atrapa leyendo, un apluso a Byron. A quienes les interese está en la biblioteca central de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Víctor Muñoz. 18/03/2019

Me parece que es una de las mejores novelas de nuestros últimos tiempos. Felicitaciones por tu valioso comentario, Eduardo.

    Byron Quiñónez 17/07/2019

    Muchísimas gracias, mi estimado Víctor! Viniendo de vos, me siento honrado.

Elfidio Cano del Cid 17/03/2019

Gracias por la reseña; ni sabía que existía esa novella (nuevo concepto para mi). Por otro lado, y, siempre en cuestión de perros, basta con decir o escribir jauría; se entiende que hablamos de perros y no de toros.

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