Francisco Villagrán de León | Política y sociedad / MIRADA SOBRE ESTADOS UNIDOS: ¿HACIA DÓNDE VA TRUMP?
Con las elecciones de medio período en noviembre del año pasado se dio un cambio en la correlación de fuerzas políticas en Estados Unidos. Los demócratas ganaron el control del Congreso (la Casa de Representantes, integrada por 435 diputados), una de las dos cámaras que conforman el Poder Legislativo (la otra es el Senado, que tiene 100 miembros). Eso significa que habrá una limitación y un contrapeso importante a la autoridad que ejerce el presidente. Hasta ahora solo las Cortes habían detenido algunas decisiones sobre temas migratorios. Trump ha comenzado la segunda mitad de su período de gobierno en condiciones muy diferentes a las que tuvo durante sus dos primeros años, en los que el partido Republicano tenía, además del mando del Ejecutivo, la mayoría en ambas cámaras. A Trump le está costando entender esta nueva dinámica y trata de mantener, sobre todo ante su base de apoyo político (entre un 30 y 35 % del electorado) la imagen de que nada ha cambiado y que su capacidad de maniobra y el poder del cargo que ocupa se mantienen intactos. Lo que eso pone de manifiesto, más allá de la vanidad personal lastimada, es una falta de conocimiento del sistema de gobierno establecido en la Constitución, y como resultado de esto, una idea equivocada sobre el alcance del poder de un presidente en ese país.
El hecho es que sus facultades políticas como presidente se han debilitado. Aunque Trump no quiera aceptarlo, el Congreso puede restringir su autoridad de muchas maneras, comenzando por el manejo del presupuesto que se asigna al Gobierno Federal para ser administrado por el Poder Ejecutivo. El ejemplo más dramático del peso del Congreso recién electo fue el cierre de varias agencias del Gobierno Federal ante la negativa del Congreso de autorizar fondos para la construcción del muro en la frontera sur de Estados Unidos. Después de transcurrido un mes, Trump se vio obligado a dar marcha atrás y a reabrir todas las dependencias y departamentos (ministerios) del Gobierno, en lo que fue una derrota política que se reflejó además en la pérdida de apoyo en las encuestas de opinión. La obstinación del presidente en la construcción del muro tiene que ver, más que con la seguridad fronteriza, con una promesa de campaña a su base de apoyo político en las elecciones del 2016, promesa que por cierto fue motivada en buena medida por el racismo y la xenofobia de ciertos sectores en contra de los inmigrantes mexicanos y centroamericanos. En los últimos cincuenta años, el problema de la seguridad fronteriza ha sido solo una parte de la discusión más amplia sobre la política migratoria, no al revés. Las medidas de seguridad en la frontera sur se han establecido en función de una política migratoria que incluye una evaluación de las necesidades del mercado laboral, requerimientos para la obtención de permisos de trabajo, estatus de residencia y tiempo de permanencia legal para alcanzar la ciudadanía. La reforma de la ley migratoria se ha vuelto un tema político complejo y contencioso. El último intento serio por lograr una reforma integral de la ley migratoria lo impulsaron hace veinte años los senadores Ted Kennedy (demócrata) y John McCain (republicano), pero el mismo no logró el apoyo necesario en el Senado y no fue sometido a votación.
La nueva correlación de fuerzas se ha visto también en otros ámbitos, sobre todo de la política exterior. Algunas acciones e iniciativas de Trump se han visto frenadas por el Congreso y el Senado. Por su carácter errático e impulsivo, él ha tomado decisiones sin informar o consultar a sus propios aliados políticos en el Senado (en donde los republicanos todavía tienen mayoría), como lo han hecho otros presidentes en el pasado que han buscado apoyo bipartidista para darle consistencia y credibilidad a las decisiones más importantes en materia de política exterior. Al anunciar el repliegue de tropas en Siria, provocó la renuncia de su secretario (ministro) de la Defensa, el general Jim Mattis, y un voto en contra en el Senado (68 a 23); su política contra Irán por violar el acuerdo sobre la producción de armas nucleares ha sido contradicha hace unos días por los jefes de todas las agencias de inteligencia que consideran que ese país está cumpliendo con dicho acuerdo; su decisión de continuar las conversaciones con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, ha sido vista con preocupación y desconfianza por muchos senadores y congresistas, así y como por reconocidos expertos en política internacional. Lo que ha causado mayor preocupación es su actitud hostil hacia los países europeos, aliados tradicionales y socios comerciales importantes de Estados Unidos, y su mejor disposición hacia gobiernos autoritarios que son sus adversarios (Rusia, China y Turquía). Trump apoya abiertamente la separación del Reino Unido de la Unión Europea (brexit), y ha manifestado su simpatía hacia líderes de extrema derecha que promueven la xenofobia y la supremacía racial en varios países, así como la disolución de la Unión Europea. Todas estas posiciones se han interpretado como una inclinación a minar el orden internacional que Estados Unidos ayudó a construir desde el final de la Segunda Guerra con el apoyo de Europa, Canadá, Australia, Japón y la mayoría de países de América Latina. También han generado incertidumbre y aprehensión en el Congreso y el Senado.
Existe el riesgo de que Trump, en su afán por lograr su reelección el año próximo, declare una emergencia nacional para poder construir el muro en la frontera con México. Eso le permitiría usar facultades y recursos que no requieren de autorización legislativa, aunque causaría una conmoción política y podría incluso ser litigado en la Corte Suprema. Pero otro riesgo real y más grave es que decida iniciar un enfrentamiento bélico o una intervención militar en algún país, bajo la premisa de que en cualquier país se debe apoyar a un presidente en medio de una guerra. Venezuela podría ser el blanco escogido, y comienzan a verse algunas señales que se está tratando de articular un frente diplomático para darle algún sustento internacional. Aunque no sería la primera vez que un presidente haga algo así para tener mayor apoyo en la víspera de una elección (Johnson y Nixon en Vietnam, en diferentes momentos), una acción de este tipo daría lugar a un debate en el Congreso que pondría a prueba no solo la autoridad legal del presidente Trump, sino a su buen juicio si se percibiera que fue motivada por consideraciones políticas internas.
Francisco Villagrán de León

Diplomático retirado, ahora en la Universidad George Washington, en Washington DC. Sigue siempre con preocupación y con mucho interés los acontecimientos en nuestro país. Mantiene la esperanza que se fortalezcan sus instituciones y se consolide la democracia, consciente que eso tomará tiempo. Hay que contribuir a ese propósito desde espacios como gAZeta, y sobre todo hay que apoyar a los jóvenes que quieran asumir con convicciones democráticas el reto y la responsabilidad de lograrlo.
2 Commentarios
Sin embargo, fue vitoreado u ovacionado rotundamente en su discurso hace dos noches……, no entiendo a veces las intenciones de críticas u opiniones en contra ó a favor con lo que me parece que el pueblo USA no tiene balance en sus políticas.
El discurso del Presidente Trump el martes fue para presentar el informe anual al Congreso, una tradición y una ocasión en la que el Congreso recibe bien al mandatario, aún en los momentos de las mayores diferencias políticas. Los aplausos y las expresiones de apoyo fueron de los congresistas y senadores republicanos, y de los invitados del Presidente en las galerías. No se acostumbra abuchear ni gritar consignas críticas al mandatario, y sus opositores mantienen un silencio respetuoso, así ha sido siempre. El discurso sobre «el estado de la Unión Americana» como se le conoce, no se considera un buen termómetro del nivel de apoyo a un Presidente.
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