Fernando Zúñiga Umaña | Política y sociedad / EN EL BLANCO
Esa madrugada, a pesar del frío de la noche, despertó sudando. Recordaba las pesadillas, se hacía un puño y cerraba con fuerza sus grandes ojos negros. Su pequeña boca estaba seca, sentía mucha sed. El día anterior apenas logró tomar un sorbo de una botella, aprovechando un regalo de un transeúnte, que casi de manera despectiva, decidió darle lo que quedaba. Hoy le esperaba un día caluroso, con la misma ropa que uso para dormir, se levantó y dobló el cartón sobre el cual había pasado la noche. Lo tiró a la basura y empezó su camino, a lo largo de la perspectiva que marcaba la calle adornada en sus lados de altos edificios que lanzaban sus sombras de este a oeste, oscureciendo las fachadas de los edificios de enfrente. En un puesto de periódicos, el vendedor vociferaba, anunciando que el precio del agua seguía subiendo, y que los propietarios de las principales reservas de agua estaban especulando con el precioso líquido. Tres meses atrás el gobierno había dado en concesión la totalidad de fuentes de abastecimiento de agua potable. En ese periodo, los propietarios habían optado por embotellar grandes cantidades de agua y abastecer con un sistema de medidores las viviendas y los negocios.
El niño seguía su camino en busca de agua. Antes le sobraba hasta para bañarse, las fuentes públicas habían sido cerradas y no habían fuentes de agua gratuita, ni siquiera en los servicios sanitarios públicos. Los tubos que se estaban usando en todos los lugares tenían una llave de paso diseñada de tal manera que se requería un sistema de combinación para abrirla. En las casas con jardines, donde antes el niño saciaba su sed y parte de su hambre, ya no era posible el acceso al agua. El capitalismo, despiadado e inhumano, había convertido el agua potable en oro líquido. Ya a esa hora, y luego de caminar una larga trayectoria en busca de agua, el niño estaba deshidratado. Los fríos a que se veía sometido durante las noches y los días calurosos y sin lluvia del último mes, habían mermado su salud. El agua había sido para él un regalo diario, sin ninguna dificultad disfrutaba del agua, no comprendía lo que pasaba y cuál era la causa de que ahora careciera del agua.
Agotado y muriendo de sed, volvió donde había dormido la noche anterior. En sus ojos se reflejaba un anuncio publicitario de agua potable. Una enorme botella cristalina y goteante incitaba a colmar la sed. El reflejo se fue desapareciendo conforme cerraba sus ojos. El niño murió de sed.
Fernando Zúñiga Umaña

Costarricense, estudioso de la realidad económico social y política nacional e internacional. Economista de formación básica, realizó estudios en la Universidad de Costa Rica y en la Flacso México. Durante más de 30 años laboró en la Universidad Nacional de Costa Rica. Actualmente es director del Doctorado en Ciencias de la Administración de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica. Consultor privado en el campo de la investigación de mercados, estudios socio económicos.
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