El neodarwinismo y la síntesis evolutiva moderna

Vinicio Barrientos Carles | Para no extinguirnos / EPISTEME

Se han desarrollado y se están desarrollando, a partir de un comienzo tan sencillo …
Charles Darwin

El fragmento anterior corresponde a un párrafo que puede leerse al final de la segunda edición del libro On the Origin of Species: «Hay grandeza en esta concepción según la cual la vida, con sus diferentes fuerzas, ha sido originalmente exhalada en nuevas formas o en una sola, y que, mientras este planeta ha ido girando según la constante ley de la gravitación, se han desarrollado y se están desarrollando, a partir de un comienzo tan sencillo, una infinidad de las formas más bellas y portentosas».

En efecto, hoy en día resulta muy difícil imaginar la historia de las publicaciones científicas modernas, sin incluir en estas, los diferentes impactos que la mencionada obra de Charles Darwin produjo en su momento en todo el grueso de la comunidad, tanto científica como popular. El título completo de la controversial obra fue: El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida, en la cual Darwin postuló que todas las especies de seres vivos han evolucionado con el tiempo, a partir de un antepasado común, mediante un proceso denominado selección natural.

Como es más o menos conocido por todas las personas que cursan la escuela elemental, con esta fundamental aseveración respecto del hecho evolutivo, se sentaron las bases para que el creacionismo generalizado en todo Occidente entrara en crisis, derivado de la hegemonía del pensamiento proveniente de la religión cristiana, básicamente, lo cual generó un apasionado debate que tiene repercusiones aún en la actualidad, sobre todo ante el fundamentalismo que vertientes de las religiones abrahámicas sostienen en el siglo XXI.

Puede el lector imaginarse las dificultades, a fines del siglo XVII, implicadas y consecuentes a una confrontación entre el pensamiento científico de la modernidad y la tradición milenaria de la religión, a juzgar por repuntes de la controversia que todavía pueden verse en el mundo contemporáneo, aunado al hecho que la evolución biológica reviste algunos aspectos que aún persisten como temas abiertos no explicados dentro de la teoría.

Por otro lado, a pesar de que la evolución es un proceso científico comprobado, imposible de negar, existen matices técnicos generalmente desconocidos para el lego, que representan cuestionamientos interesantes para la ciencia; en contraposición, subsisten todavía varias ideas erróneas al respecto del fenómeno. En su momento, Darwin fue atacado y ridiculizado de distintas formas, y era frecuente observar al científico en ilustraciones diversas, en las que aparecía como un mono.

Darwin en 1869, foto de Julia M. Cameron y caricatura tomada de Ciencia historica

En este sentido, cabe reparar que el meollo de las críticas y las controversias radican, no en la evolución en sí misma, sino en las repercusiones antropológicas sobre el origen y el mismo destino que al ser humano se le puede asignar. El mismo Darwin no pudo escapar al redireccionamiento que su teoría hacía ante el problema filosófico del ser humano, la antropogénesis: el origen del hombre. Así, ante la efusiva respuesta del mundo científico de la época, el naturalista inglés se vio casi obligado a escribir al respecto en su obra Descent of Man, and Selection in Relation to Sex, publicada en 1871, en la cual el autor analiza, en forma lastimosamente errónea y sesgada, la situación de la evolución humana, algo contrastante con el calibre científico de su primera publicación.

Existen varios errores que aún hoy en día circulan en torno a la evolución. Para empezar, es importante aclarar que Charles Darwin no fue el primero en hablar de la evolución de las especies biológicas. Dejando de lado a los filósofos griegos, que en la antigüedad plantearon estas y tantas otras ideas, el evolucionismo moderno se debe fundamentalmente al francés Jean-Baptiste Lamarck, quien en 1809 lo propondría en su libro Filosofía zoológica, explicando ampliamente que las formas de vida no habían sido creadas ni permanecían inmutables, sino que habían evolucionado desde formas de vida más simples.

Otro aspecto totalmente desviado de la verdad, es el hecho expresado por la burda frase que dice que «el hombre desciende del mono». Una consideración tal es, no solo incorrecta, sino gravemente imprecisa en varias formas. Para empezar, todas las especies varían en el tiempo, por lo que asociar que una especie actual proviene por evolución de otra que le coexiste temporalmente es una aberración de lo que la teoría evolutiva establece.

En esta línea de cuestionamientos respecto a los vínculos entre las especies actualmente reconocidas, o de otras del pasado ya extintas, y en la búsqueda de cierto criterio de cercanía, en términos del tronco común más cercano que pueda ser identificado, es posible reconocer grandes avances en la reciente cladística, como una de las corrientes de la sistemática biológica que más se ha desarrollado en las últimas décadas, utilizando para ello los estudios filogenéticos basados en matrices de información de moléculas de ADN y procedimientos matemáticos sofisticados para identificar una métrica de cercanía apropiada a los patrones de los taxones en cuestión.

Por otro lado, una desviación aún más severa de la teoría evolutiva tal cual es considerar que la evolución tiene por objetivo la mejora de las especies, es decir, que se trata de un proceso teleológico por medio del cual el que sobrevive es el más fuerte. Debemos estar claros que, según la ciencia, los procesos evolutivos de las especies no tienen un objetivo, o sea, la evolución no busca individuos mejor adaptados, ni persigue un fin en particular. Por lo tanto, es un mito que la evolución sea el camino a especies más avanzadas, y Darwin nunca afirmó nada parecido. Es aquí donde el concepto de selección natural resulta crucial, algo en lo que Darwin sí insistió, al igual que A. Wallace, pero que en su momento no se le prestó la debida atención.

Según la selección natural de Darwin, las especies y los cambios en ellas son el resultado de un cúmulo de casualidades. Los cambios se producen tan solo por las mutaciones en los genes y por la combinación de los de los progenitores, y entonces si, por casualidad, los rasgos heredados son una ventaja en un entorno en particular, los individuos que los posean tendrán más posibilidades de sobrevivir y de reproducirse. En pocas palabras, los mejor adaptados son «seleccionados naturalmente».

Otras teorías evolutivas no darwinianas no utilizan el concepto de selección natural. J. Lamark, por ejemplo, sostenía que era posible que caracteres adquiridos pudieran ser trasladados en forma hereditaria, lo cual se ha podido demostrar que no es posible, en virtud de la existencia de la barrera Weismann (de forma que los conceptos lamarckianos son opuestos al weismannismo). Por otro lado, el saltacionismo considera el origen repentino de nuevas especies, mientras que la ortogénesis considera una fuerza intrínseca a la materia orgánica que conduciría a un progreso evolutivo gradual.

De manera complementaria, también es fundamental señalar la diferencia entre macroevolución y microevolución. Los cambios a mayor escala, desde la especiación hasta las grandes transformaciones evolutivas ocurridas en largos períodos, son asignados a la primera (por ejemplo, los anfibios que evolucionaron a partir de un grupo de peces óseos). Mientras unos teóricos consideran que la macroevolución es simplemente la microevolución acumulada y sometida a un rango mayor de circunstancias ambientales, otros consideran que los mecanismos utilizados en la teoría sintética para la microevolución no bastan para hacer esa extrapolación y que se necesitan de otros mecanismos para tiempos mucho mayores.

Desde 1930, la teoría aceptada por la generalidad de los científicos de la evolución es el neodarwinismo o síntesis evolutiva moderna, pero no es sino en los últimos 50 años que se han dado avances dramáticos en la confirmación de sus bases. La síntesis evolutiva incluye, en general, la integración de la teoría de la evolución de las especies por la selección natural de Charles Darwin, la teoría genética de Gregor Mendel como base de la herencia genética, la mutación aleatoria como fuente de variación y las herramientas tecnológicas para la modelación matemática de la genética de poblaciones

En efecto, diversas áreas de la biología relacionadas con el proceso evolutivo han generado modificaciones substanciales, cambiando muchas de las ideas imperantes en la primera mitad del siglo XX. Entre estas áreas de la biología, incluidas en la síntesis evolutiva moderna, se encuentran la genética, la citología, la sistemática, la botánica y la paleontología, sin dejar de lado el papel primordial que la geología y otras geociencias han aportado en el desarrollo de la teoría.

Dejando en suspenso las argumentaciones no científicas, como los movimientos creacionistas que ya se ha comentado que niegan la evolución (ejemplo, la propuesta del diseño inteligente), las críticas fundamentadas dentro del ambiente científico señalan algunas objeciones, planteando que la teoría evolutiva sintética no explica satisfactoriamente ciertos procesos biológicos. Los fenómenos más relevantes para el cuestionamiento son los siguientes: a) el registro fósil donde las especies permanecen estables durante un tiempo indeterminado, para luego desaparecer o transformarse de forma abrupta (saltacionismo y equilibrio puntuado); b) el origen de novedades evolutivas como los taxones superiores (macroevolución) y c) el papel de la biología del desarrollo y de la ontogenia en la evolución.

Sin embargo, el consenso de la comunidad científica considera que el neodarwinismo expresado en la teoría de la síntesis evolutiva moderna no ha sido rebatida en el campo de la biología, que los cuestionamientos expresan desacuerdos parciales y que representan nuevas ideas sobre puntos específicos. La teoría evolutiva sigue siendo presentada como la «piedra angular de la biología moderna».

En el próximo artículo estaremos abordando el tema específico de la evolución humana, y algunas de las consideraciones más importantes en los avances y las metodologías más recientes. En la imagen inicial, La marcha del progreso, un afamado desplegable publicado en la revista Time de 1965, se ilustra una idea no muy feliz de lo que se denominó, equivocadamente, «la búsqueda del eslabón perdido».


Imagen principal La marcha del progreso, revista Time, 1965 tomada de Yale alumni magazine

Las dos últimas imágenes fueron tomadas de Ciencia histórica.

Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.

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