Jorge Sierra | Música / PALO DE MÚSICA
“Siempre viva como mala hierba/ Me tiran veneno, me quieren cortar/ Me tiran veneno, me quieren matar”, es algo de lo que rapea Rebeca Lane a ritmo de cumbia en Siempre viva. Ese es uno de los siete temas que convive en su nuevo y cuarto disco Obsidiana. Y en general, apuesta por lo diferente y sorprende en verdad, no sólo por la manufactura de las letras y de la producción, sino por la variedad rítmica que ofrece. Obviamente la cantidad de discos grabados, más los 18 años de carrera le han granjeado una buena cantidad de experiencias, de callo y por qué no, de astucia a la hora de disponer de estilos, timbres o giros vocales.
Esta vez Lane vuelve a rapear y a cantar sobre temáticas muy actuales, bajo la producción de Básico3 y de instrumentaciones trabajadas en colaboración con productores de Argentina, Ecuador, Perú y Chile y por supuesto, Guatemala. La mezcla se hizo en Argentina, en manos de Martin Longoni, y la masterización de las manos expertas de Daniel Ovie (el mismo del disco ganador del Grammy de Ruben Blades, entre otros).
Hay que recordar que la guatemalteca es feminista, es activista, es socióloga, es poeta, pero también es combativa, sensible y directa sin olvidar que igual salpica de flores y alegría el camino que pisa. Veamos que ofrece aquí. El disco abre con la pieza que le da título a la placa, Obsidiana, donde escuchamos por primera vez el sonido de la marimba puesto a la orden del rap. “Corazón de obsidiana/ alma de anciana” es la idea eje para reivindicar la naturaleza femenina pero también es su declaración de principios. Hay que recordar que esta piedra en la cosmovisión maya es la que representa la energía protectora que ayuda a cortar lo negativo y a develar misterios. De manera que la pieza expresa la lucha de las mujeres e igual de los pueblos originarios.
Le continúa Mala hierba a ritmo de cumbia. Acá hace referencia a todos esos estereotipos inculcados a las niñas que deben aprender a cocinar, a limpiar la casa, a estar calladitas y que, al no corresponder con esos dictados, entonces a la díscola le dicen gorda, lesbiana, fea y atea. Al final dice con ironía que es, “orgullo de mala mujer”. De nuevo mezcla canto con rap, división que prácticamente desaparece a lo largo del álbum. Por cierto, esta es una tonada prendidísima que se cuela en los pies.
Soy Centroamérica es en cambio una canción que describe el poder, la sal y la lucha del pueblo y de las mujeres de esta parte de América. Acá hace tandem con el rapero salvadoreño Zaki (su pareja en la vida real). Acá el boom-bap se asoma con aire caribeño. Le sigue la lenta Tzk’at donde de nuevo retoma el tema femenino, esta vez enfocada a las mujeres de los pueblos originarios, yo diría en las mujeres ixiles que, “caminan entre valles y montañas/ las que escuchan el espíritu del río/ las que nacen con el Sol cada mañana/ y siguen vivas a pesar del genocidio”. Acá el sonido aflautado que se escucha entona la triste historia de las miles de mujeres asesinadas. Aunque al final reflexiona: “Sanando yo, sanas tú/ yo soy tu, tu soy yo”.
Crece el río en cambio suena en clave andina. Quizá es su forma de saludar a Bolivia, Perú, Chile y Ecuador, pero también a los pueblos despojados de tierra. Sí, se escuchan charangos, bombos, como ese marcado ritmo del hip hop. En Isla de átomos, vuelve la marimba, acá rapea y canta en tiempo lento. “Somos una isla de átomos/ somos universo en expansión/ Respirar y permitir que crezca el corazón”, son palabras de una epifanía con espíritu femenino.
En cuanto a Llora el cielo, que guarda tristeza pero también rabia, es su crónica pero también su pesar y denuncia de lo ocurrido el 8 de marzo de 2017 a las 56 niñas del Hogar Virgen de la Asunción: “llora el cielo sobre la ciudad para lavar tanto dolor/ Otra herida abierta en el alma de estas tierras/ otro crimen más en nuestra historia de guerra”. Acá, igual que en otras piezas, una especie de coro matiza y aporta emoción. La producción cierra con A veces, un tema de sanación en tono reflexivo. “No descubrí el futuro en una bola de cristal/ a la luz de la Luna aún me duelen cicatrices/ pero el dolor me ha sabido enseñar/ A veces necesito un poquito de silencio/ a veces necesito un poquito de soledad”. Lane retrata, sin querer, la fragilidad humana que descubre texturas sutiles y dulces para curarse y renacer.
Obsidiana es una válvula de escape de denuncia, dolor, coraje y lucha, como también es el vehículo para que Rebeca Lane dé todo lo que quiere dar y para que el oyente reciba todo lo que podía esperar. El ejercicio de contar historias reales con musicalidad y ritmo lo convierte en una experiencia sonora actual y propia, como pocas veces se da en Guatemala. El mundo de Lane es cada vez más suyo.
Imagen principal proporcionada por Jorge Sierra.
Jorge Sierra

Dedicado en los últimos 13 años al periodismo musical. Desde hace 40 años produce programas musicales de radio. Ha escrito para revista Crónica y en los periódicos Siglo21 y elPeriódico. Participó en el tomo V, de Guatemala: historia reciente (FLACSO) y en el Manual del músico independiente. Ha rebasado los cincuenta, pero no hay novedad musical en cualquier parte del planeta que se le escape.
Un Commentario
Describir un material de esta forma hace que una salga a buscarlo.. Nos vuelve a impactar Rebeca con su nuevo trabajo Felicidades…
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