El miedo a ser pareja y que alguien sea pareja (II)

Brenda Lara Markus | En la voz de los actores / ¿QUIÉN, QUÉ Y POR QUÉ?

La otra vez platicaba sobre eso con un sacerdote, un buen amigo con quien tocamos esos temas y en poco tiempo hemos logrado la confianza (creo que es uno de los más importantes ángeles que ha llegado a mi vida porque llegó en el momento indicado y de la forma indicada, aun cuando busqué por muchas partes, era él, ese día, a esa hora y en esa disposición, así es). Me contaba cómo para ellos, incluso, es imposible no «caer» en una relación aún dentro de su elección de vida, y no solamente me habló de un «quitarse las ganas» sino de que se experimentan relaciones completas (bueno, casi, porque hay demasiadas limitantes) sin quererlo, sin buscarlo y posiblemente muchas veces viviéndolas con culpa, pero que les dejan esas vivencias y lecciones que tienen que darse para seguir evolucionando e incluso aconsejando por su posición como pastores. Hablamos también de la imposibilidad de esa «entrega» (que no siempre es decisión al 100 % de todos, pero que es parte del paquete del sacerdocio), pues hay un gran número de ellos que pide tener esa posibilidad (hoy vemos que es tremendo clavo en el Vaticano), ¡y es que es casi inhumano negarle ese crecimiento a cualquiera! Porque, como él mismo me decía «uno tiene corazón y por más que te enclaustres, llega ese alguien de la manera menos pensada».

En un matrimonio normal, cuando se va creciendo en pareja, no solo aspectos como las costumbres arruinan o nos hacen arruinar las cosas, vienen las responsabilidades, los hijos. Esos aspectos que jamás antes podrías medir de la otra persona porque era imposible verlos hasta que llegan. Entonces, ves al verdadero o verdadera y se pone a prueba ese amor que se gritaban a los cuatro vientos. Aquí viene lo bueno.

La mujer se vuelca por completo al bebé o hijos (y aquí el error es no involucrar al padre en todo para que no solamente comprenda sino que viva la crianza completa de un hijo, porque solo de esa manera lo hace suyo también, lo conoce, lo ama más y lo valora). El hombre sin poder comprender cambios hormonales y sale corriendo a buscar otra «trinchera» («en tiempo de guerra cualquier hoyo es trinchera» decía un muy vulgar amigo mío, con esa frase que solo muestra lo animal que puede ser un hombre para tomar a una mujer solo para desahogar sus bajas pasiones, pero lamentablemente es «normal»). Y entonces se pierde la cotidianidad y esos detalles que se vivieron de novios o esposos sin hijos; las risas, los detalles, los gustos cambian, etcétera. La mujer se vuelve seria y en muchos casos absorbe la responsabilidad y compromiso que no obtiene en el hombre hacia el hogar. Según me explicaba un psicólogo, los estados padre, adulto y niño, casi siempre los pasa solo la mujer, el hombre se queda en niño y con mucho esfuerzo pasa a adulto, pero raras veces llega a padre, entonces obliga a la mujer a no bajar de padre porque sino ¿quién logra la responsabilidad que un hogar necesita? Y aquí es cuando una mujer se convierte en un ogro. Viene la separación y la mujer sigue siendo el ogro, y peor aún, porque siendo ella la que se queda con los hijos, corre por su cuenta la corrección, los regaños, los enojos y tooooooda la paciencia. El padre no, él llega los fines de semana, todo es diversión, novedad, descanso, etćetera. Un hombre no es padre si no pone todo de su parte, una mujer es madre desde que concibe, no puede escapar a esa responsabilidad. El hombre decide largarse cuando le da la gana, no tiene la misma pertenencia, cuando si nos fuéramos por la teoría de que la mujer es menos importante porque solo es un vientre y que el hombre es quien da la vida, estaríamos siendo incongruentes… y es que así se maneja la sociedad, con incongruencia.

Va, digamos que la mujer es solo el envase o la incubadora, pero él, serote igualmente, se va a buscar otra «mejor mujer» con la que sí tiene el tiempo para compartir ciertas cosas que con su esposa ya no tiene, a la que no tiene que verla parir y soportar ver que su cuerpo decae y se arruina en cada parto (aquí también viene la responsabilidad de la esposa de no caer y descuidarse y volverse un tonel so pretexto de los embarazos, va?). Con la que sí puede ser «él mismo», con la que sí tiene «libertad». ¿Y esos hombres no pensarán que su esposa ya no tiene esa libertad y que seguramente nunca más la tendrá? ¡Ah!, porque si una mujer es la que decide dejar el hogar y buscar otro «mejor hombre» es una perra. ¿Y esos perros (¿merecen mismo trato, no?) no piensan que están siendo de lo más cobardes al no enfrentar cada momento de vida y formación de los hijos?

Entonces viene la decadencia social. Muchos dicen que no es cierto que la familia es el centro de la sociedad, y claro, son personas que NO LA TIENEN porque no tienen las agallas para hacerlo. Solo viviéndola te das cuenta que sí lo es, pues es el inicio del ser humano, es lo que lo forma y lo entrega a la sociedad. Salir a la calle es suficiente para ver cuánto desperdicio humano deambula y dice ser un ciudadano con derechos, cuando no respeta los de los demás porque no hubo padre o madre que se lo enseñara.

Aquí es entonces donde debemos pensar en esa formación inteligente/emocional que no traemos desde nuestras desintegradas familias (desintegración no solamente física sino humana y falta de amor real). Esa educación sexual que se nos niega. Esa forma de ver una relación de pareja como prohibida o superficial en la que la mujer es objeto o sirvienta. Donde la relación amorosa en pareja no se ve como importantísima para el crecimiento humano, sino como puro deseo carnal, o peor aún, llenar solo un vacío sin consciencia de que es un vacío necesario para no desnivelar nuestro «yo» completo y, por lo tanto, esa otra persona tiene derecho a lo mismo de nuestra parte, a un complemento y no solo placer, no solo un «quedar bien mientras me abra las piernas», o que esa persona sea una «pérdida de tiempo o de atención» para el enfoque que llevamos en nuestra vida. No, esa otra persona, ese sentimiento, esa necesidad es esa NECESIDAD HUMANA Y NO CAPRICHOSA, MERECIDA Y OBLIGATORIA DE CUBRIR DE MANERA CONSCIENTE Y RESPONSABLE. Ya si vienen los pencazos, pues será porque es lo que toca vivir, pero que no sea por desidia de cada uno, sino porque llega ese aprendizaje que el espíritu necesita.

Es lo que he aprendido «a estas alturas del partido» y aún así, tiemblo de miedo de pensar en «rehacer» mi vida, porque vida ya tengo y bien hecha, porque la soledad también es buena opción… a ratos. Y sé que hay muchos más así, aunque no quieran aceptarlo y se sientan de lo más cabrones por no necesitar a nadie, siendo muchas veces animales que solo se quitan las ganas donde y cuando pueden, pero la verdad es que no son capaces de llegar a un autoanálisis y prefieren ir con esas tendencias de cosificación y falta de respeto y reconocimiento a un «otro» como oportunidad de crecer y dar crecimiento. Ese es el miedo al amor, al compromiso de dar y recibir.


Imagen proporcionada por Brenda Lara Markus.

Brenda Lara Markus

Mujer y madre guatemalteca. Estudiante de Filosofía, actriz y locutora.

¿Quién, qué y por qué?

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