El miedo a ser pareja y que alguien sea pareja (I)

Brenda Lara Markus | En la voz de los actores / ¿QUIÉN, QUÉ Y POR QUÉ?

Y digo «ser o sea» porque decimos usualmente «tener» y nadie tiene a nadie aunque así se crea, eso indica posesión que, aunque uno mismo diga «soy tuyo», no lo es al 100 %. Esa posesión es la que nos arruina, vienen los celos… mea culpa… lo sé, pero en mi defensa debo apuntar que así fuimos criados y cuesta mucho desprendernos de eso. Ahora bien, también es sana un poco de esa posesión porque nos hace sentir seguros, porque nos da un poquito de ese orden que se necesita como humanidad, y es lo que se llama fidelidad y que cuando se da, pues, en la mayoría de los casos, se espera. Y claro, hay amores más libres que otros, pero esos ya son otros cinco pesos de evolución, amores que no necesitan saber dónde está la otra persona las 24 horas del día, por ejemplo.

A mis treinta y ocho años y con dos buenos fracasos en mi vida marital (aunque en realidad son muchísimos más en una misma relación), he aprendido cosas que podrían hacerme creer que un siguiente intento podría ser el bueno, pero ha dolido tanto que no pienso hacerlo de nuevo. Esa posibilidad, hoy por hoy, no existe más para mí, como sé que para muchos otros es igual. Es por el miedo a sufrir, porque esa podría ser nuestra vulnerabilidad más grande como humanos y por eso se le teme más que a ninguna otra cosa. Además, nos queremos demostrar que podemos estar solos, pero también soy consciente de que eso es un tiempo, es imposible estar solos toda la vida.

Eso no quiere decir que no se vuelva a sentir algo extremadamente bello por alguien, a la edad que sea que vuelva a llegar, porque esa sensación o enamoramiento o incluso amor por otra persona no se decide (aquí me retracto de lo que alguna vez dije, porque cuando es enteramente racional, no es amor, es acomodamiento, costumbre o conveniencia, EL AMOR ES COMPLETA IRRACIONALIDAD). Hay personas que llegan a nuestras vidas, podría ser hasta de forma «prohibida» para reglamentos y sociedades, y que no pedimos, que no intentamos procurar o que incluso no quisiéramos, pero llega el momento en el que tenemos que aceptarlo, estamos como chorizo en tienda por esa persona, colgados, mulas, trapeando el estadio con el cachete, anonadados, y demás. Y no es solamente esa prohibición lo que te hace sentir en éxtasis, es eso que no se explica y que te encanta de la otra persona y que tampoco es puramente química, hay algo mas allá.

Pero, ¿qué pasa por la cabeza cuando igual esa persona llega y hay vía libre? Uno ya sabe cómo va a acabar la cosa, en mi caso, ya sé que va a terminar dejándome por otra, que va a andar cantineándose a cualquiera en mi presencia. Quizá doy demasiada seguridad a mis parejas, quizá les hago sentir que estoy tan en la onda, que se dan la libertad de acomodarse y probar otras cosas en lugar de mantener lo que tienen. Lo cierto es que uno se cierra al recordar esos fracasos.

He aprendido también que el amor no acaba nunca. Es mentira cuando decimos «se murió el amor» ¡No! Solo se transforma, se niega o se oculta por orgullo o por falta de ganas o miedo a que el otro falle de nuevo y nos dañe en lo profundo de nuevo, o peor aún, que seamos nosotros mismos los que nos dañemos porque, sabiendo la naturaleza del otro, dar otra oportunidad significa meternos la daga a nosotros mismos. La gente no cambia porque usualmente no quiere, es egoísta, los vicios de la infidelidad los trae, hasta podríamos pensar, en la sangre (y por supuesto que hay porqué pensarlo, sus mismos padres les han enseñado a serlo toda la vida y sus mismas madres lo han perdonado toda la vida, es un sistema).

Cuando uno conoce a una persona y ambos son jóvenes, se tiene la esperanza de que cambie. Pasa a veces, la mayoría no. A veces esos vicios no son solo infidelidad, son costumbres que jamás vas a notar sino hasta que vivís con esa persona. Recuerdo el caso de una pareja en la que ella notó cosas como que el cuate no se bañaba, vivía de la fantasía de «algo» usando solamente camisetas negras, con la guitarra en bares, los cabellos largos sin cuidado, la extroversión extrema al punto de irresponsabilidad e incluso, ya en la relación, se dio cuenta de que escupía cada diez minutos cuando caminaba en la calle. La chava, con el tiempo y con los consejos de un familiar, fue desapareciendo esas camisetas negras y comprándole otro tipo de ropa, pidiéndole que no escupiera, que se bañara, que buscara mejores opciones laborales, pues ya tenían familia, etcétera. Supe hace poco que él decidió irse con otra mujer, siendo ya un tipo distinto, preocupado por su apariencia, buscando ir siempre bien planchado, pelo corto, un mejor empleo, y otras cosas, diciéndole a muchas personas «es que la fulanita es mejor mujer, me gusta más, me llevo mejor». Y se fue, aún dejando atrás a su familia y a esa mujer que le «jodió» a vida, porque encima eso decía, que ella tenía la culpa de todo lo que a él le ocurría. Pero estoy segura que esa «mejor mujer» jamás se habría fijado en él en aquellas otras condiciones, cuando su planta de vago fue vista con mucho amor por la madre de sus hijos, porque era el momento y por muchas otras circunstancias.

Todo aquello me lleva a pensar que los hombres, generalmente, son caprichosos y acomodados. Que por cultura consideran a la mujer una molestia y sale aquel dicho «mujer que no chinga es hombre». ¿Mulas verdad?

No reconocer la oportunidad de crecimiento que cada persona trae a nuestras vidas es no vivir, es pasar la vida de forma superficial. Cada persona trae un golpe consigo para nuestra vida, y es que a puro golpe nos formamos, porque de otro modo no tendría sentido estar en este infierno. Nos entretenemos en «el daño que me hizo», cuando también, muchas veces, nosotros lo buscamos porque nuestro espíritu sabe que es eso lo que necesita para evolucionar y tiene que llegar tan profundo para un verdadero cambio, que debe tocar esa parte vulnerable: el amor de pareja. Sin dejar atrás que negarnos a ese amor, es no crecer en plenitud. Sostengo que un ser humano no evoluciona al 100 % en cualquier aspecto, sobre todo en ese, sin la relación con otro ser en el plano afectivo/emocional/sexual, TIENE QUE ENFRENTARLO DURANTE TODO EL TRAYECTO, porque no se puede decir que como ya se tuvo dos relaciones ya se aprendió todo de eso, ¡no! En cada etapa de nuestra vida hay una forma diferente de crecimiento en una relación de pareja y, aunque quisiéramos, no podemos huir de eso.


Imagen proporcionada por Brenda Lara Markus.

Brenda Lara Markus

Mujer y madre guatemalteca. Estudiante de Filosofía, actriz y locutora.

¿Quién, qué y por qué?

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