-gAZeta-
Traducción libre [1] del manifiesto hecho público en el diario Le Monde (8 de enero de 2018) por un centenar de artistas e intelectuales francesas, entre las que sobresalen la actriz Catherine Denueve, la escritora Catharine Millet, la cantante Ingrid Caven, la cineastra Brigitte Sy, la artista plástica Gloria Friedmann y la ilustradora Stéphanie Blake [2].
La violación es un crimen. Pero el coqueteo insistente o torpe no es un crimen, ni la galantería es una agresión machista.
Luego del caso Weinstein ha habido una toma de conciencia legítima sobre las violencias sexuales contra las mujeres, particularmente en el lugar de trabajo, donde algunos hombres abusan de su poder. Toma de conciencia que era necesaria. Pero esta liberación de la voz se convierte ahora en su opuesto: ¡nos ordenan a hablar como se debe, a silenciar lo que nos enoja, y aquellas que se niegan a cumplir con tales órdenes son consideraras traidoras, cómplices!
Pero es propio del puritanismo tomar prestado, en nombre de un llamado bien general, los argumentos de la protección de las mujeres y su emancipación para encadenarlas a un estado de víctimas eternas, de pobres cositas bajo el control de los demonios falocráticos, como durante los buenos viejos tiempos de la brujería.
Delaciones y acusaciones
De hecho, #MeToo ha provocado en la prensa y en las redes sociales una campaña de delaciones y acusaciones públicas de individuos que, sin darles la oportunidad de responder o defenderse, fueron puestos exactamente en el mismo nivel que los delincuentes sexuales. Esta justicia expedita ya tiene sus víctimas, hombres sancionados en el ejercicio de su profesión, obligados a renunciar, etcétera, mientras que ellos solo cometieron la única equivocación de tocar una rodilla, de tratar de robar un beso, de hablar sobre cosas «íntimas» durante una cena de negocios o de enviar mensajes con connotación sexual a una mujer que no se sentía atraída de igual manera.
Esta fiebre por enviar a los «cerdos» al matadero, lejos de ayudar a las mujeres a emanciparse, en realidad sirve a los intereses de los enemigos de la libertad sexual, los extremistas religiosos, los peores reaccionarios y de aquellos que creen, en nombre de una concepción sustancial del bien y de la moral victoriana que la acompaña, que las mujeres son seres «aparte», niñas con cara de adultas, que reclaman ser protegidas.
Del otro lado, se convoca a los hombres a asumir su responsabilidad y descubrir, en lo más profundo de su conciencia retrospectiva, un «comportamiento fuera de lugar» que podrían haber tenido hace diez, veinte o treinta años, y del que deberían arrepentirse. La confesión pública, la incursión de fiscales autoproclamados en la esfera privada, ahora se instala como un clima de sociedad totalitaria.
La ola purificadora parece no conocer ningún límite. Así, censuramos un desnudo de Egon Schiele en un póster; pedimos la eliminación de una pintura de Balthus de un museo con el argumento de que sería una apología de la pedofilia; en la confusión del hombre y la obra, pedimos la prohibición de la retrospectiva de Roman Polanski en la Cinémathèque (Cinemateca Francesa) y obtenemos la postergación de la muestra dedicada a Jean-Claude Brisseau. Una universitaria considera que la película de Michelangelo Antonioni Blow-Up es «misógina» e «inaceptable». A la luz de este revisionismo, ni John Ford (La prisionera del desierto) ni incluso Nicolas Poussin (El rapto de las sabinas) quedan a salvo.
Los editores ya le han pedido a algunas de nosotras que nuestros personajes masculinos sean menos «sexistas», que hablemos de sexualidad y amor con menos desproporción, o incluso que hagamos que el «trauma experimentado por los personajes femeninos» sea ¡más obvio! ¡Al borde del ridículo, un proyecto de ley en Suecia quiere imponer un consentimiento explícitamente notificado a cualquier candidato para tener relaciones sexuales! Otro esfuerzo y cuando dos adultos quieran dormir juntos previo deberán llenar en una «aplicación» de su teléfono un documento en el que estarán debidamente enumeradas las prácticas que aceptan y las que rechazan.
La libertad indispensable para ofender
El filósofo Ruwen Ogien defendió una libertad de ofensa indispensable para la creación artística. De la misma manera, defendemos una libertad para importunar, indispensable para la libertad sexual. Ahora estamos suficientemente advertidas para admitir que el impulso sexual es por naturaleza ofensivo y salvaje, pero también somos lo suficientemente clarividentes como para no confundir el coqueteo torpe con el ataque sexual.
Sobre todo, somos conscientes de que la persona humana no es monolítica: una mujer puede, en el mismo día, dirigir un equipo profesional y disfrutar siendo el objeto sexual de un hombre, sin ser una «puta» ni una vil cómplice del patriarcado. Puede asegurarse de que su salario sea igual al de un hombre, pero no sentirse traumatizada para siempre por un manoseador en el metro, incluso si esto se considera un delito. Ella incluso puede considerarlo como la expresión de una gran miseria sexual, o verlo como un evento sin importancia.
Como mujeres, no nos reconocemos en este feminismo que, más allá de la denuncia de los abusos de poder, toma el rostro del odio hacia los hombres y la sexualidad. Pensamos que la libertad de negarse a una proposición sexual no ocurre sin la libertad de importunar. Y consideramos que es necesario saber responder a esta libertad de importunar sin encerrarse en el papel de la presa.
Para aquellas de entre nosotros que han elegido tener hijos, estimamos que es más sensato educar a nuestras hijas de manera que ellas estén suficientemente informadas y conscientes para poder vivir plenamente sin que se dejen intimidar ni culpabilizar.
Los accidentes que pueden involucrar el cuerpo de una mujer no necesariamente afectan su dignidad y no deben, por duros que sean a veces, necesariamente hacer de ella una víctima perpetua. Porque nosotras no podemos ser reducidas a nuestro cuerpo. Nuestra libertad interior es inviolable. Y esta libertad que nosotras atesoramos no puede darse sin riesgos ni sin responsabilidades.
[1]Por Juliana Fagundes y Susana Alvarez, a partir del texto original publicado en Le monde
[2]La inserción de los hipervínculos de información sobre los hechos señalados es agregado de gAZeta.
Imagen principal tomada de Libération.
2 Commentarios
Texto lúcido e inoportuno que amerita ser discutido públicamente, y no solo denostado y desautorizado por las defensoras y defensores de cierta corrección o fundamentalismo político feminista que, efectivamente, se vuelve cada vez màs un movimiento puritano e incapaz de descifrar y de diferenciar contextos, culturas y situaciones diferentes, porque ha encontrado una respuesta simplista y fácil que evita problematizar la realidad: el estereotipo del machismo -que claro que existe, pero no necesariamente como lo pintan o lo desean ciertos grupos fundamentalistas del feminismo-, como denominador común a prácticamente toda actitud de interés o de acercamiento de los hombres hacia las mujeres.
Hola Raúl,
Cabalmente escribí algo sobre este tema, aparecerá normalmente este sábado. Pero quería hacer algunas observaciones a tu comentario: el feminismo, como cualquier movimiento social, tiene seguramente seguidoras/os que se van por el lado del fundamentalismo y dogmatismo, pero como en la mayoría de estos casos, son minoritarios. El feminismo que se quiere inclusivo y progresista es el mayoritario y no se base en un análisis simplista sino parte desde la constatación que en las sociedades patriarcales y capitalistas, existen desigualdades reales y sistémicas entre hombres y mujeres, las cuales impactan en forma drástica la vida de millones de mujeres, pero también la de los hombres ya que de ellos, el patriarcado también exige conductas y normas nocivas teniendo como resultado que ellos son los que representan los índices más altos de suicidio, alcoholismo, violencia intra-género, tabaquismo, etc. El feminismo pretende que hombres y mujeres tengan los mismos derechos e oportunidades en todas las esferas de la vida de un ser humanos, también en su sexualidad y el tener el control sobre su propio cuerpo sin que nadie o nada pueda pretender objetivizarlos o violentarlos. La campaña #YoTambien ha puesto en la agenda pública la gran problemática del acoso sexual que una gran mayoría de mujeres siguen viviendo a diario, tanto en ella esfera privada como pública. Es por lo tanto necesario que los y las que pretendemos querer construir sociedad más equitativas y justas, tengamos el buen análisis de estos procesos para que no logren disminuirlos y reducirlos, sino viendo la esencia de lo que quieren cambiar.
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