El jornal: día de pago, el guaro y la caravana de las esposas

-Roberto Cabrera | NARRATIVA

Era ya el miércoles cuando nos recordamos con doña Vero del pago, del cual se estaba murmurando en varias ocasiones en el callejón principal. No había vez que fuera a la tienda a comprar más de algo y se escuchara, entre cuto y cuto, de los señores que nunca faltan en la tienda, más de alguito sobre el «bono». Años atrás, en las tierras de don Máximo, se había estado pagando ese dinerito extra a los trabajadores del jornal. Pero ya van como tres años en los que la piña no está dando tanto, según don Máximo. Yo a don Máximo no le creo. Dice que las tierras son de él. Pero media comunidad sabe que eso es mentira, si el jefe viene a merodear a veces con las camionetas tan negras y tan altas que nunca vienen por aquí. Esas vienen solo con motivos específicos. Ellos sí son los jefes de don Máximo, quienes le mienten, porque la piña si da para el bono y para más.

Hace tres años que sí dieron ese bono que les cuento, muchas esposas ni lo vimos. Eliseo, mi esposo, ni llegó esa noche, se quedó dormido en la cancha junto a varios compañeros del jornal. Estaban tan bolos que ni sintieron cuando cayeron como plátanos. A Eliseo siempre lo ha dominado el alcohol, de igual manera que a mi suegro y al papá de mi suegro. Todos salieron bolos en la familia, hasta Joaquín y Francisco, que ni a los quince llegaron sin conocer el Predilecto. No sabría decirles si es cuestión de la familia o de la comunidad. Pero de que es un problema que vivimos la mayoría de las familias nadie tiene duda. Aquí cómo cuesta encontrar ciertos tipos de medicinas, pero en las tiendas sí se ve la variedad de guaros en filita, por tamaños y colores. El Cocode ya anda cerrando y cerrando las tiendas que venden y en las asambleas todas las señoras se quejan o de la bulla o de la basura. Que molestan a las patojas y se orinan en todos lados. No fue tema de conversación en asamblea hasta que a un hijo de don Toño, por andar de bolo y enojado, pateó al chucho negro de la seño Alicia. Un perro de cuidado, no ladra para nada, pero sus ojos no te dejan de ver en cada paso que das frente a la casa. Dicen que después de la patada, el chucho se le lanzó al hijo de don Toño. Casi lo desangra, si no hubiera gritado tantos auxilios tal vez ya no lo hubiéramos visto de nuevo rebotando entre las láminas de las casas. Yo cómo sufro con los patojos, pero también me enojo. Porque por andar de bolos un par de días, dejan a las esposas torteando y pasando hambre. Mandándolas a cortar leña, y a robar gallinas a las casas del sector 3, ahorrándose la escuela, los útiles y mandando a los patojos sin desayuno a estudiar. Eso es lo malo de cuando les cae tanto dinero, desde los más patojos a los más viejos, son bien contados los que no pasan directo a la cantina. Y todas las esposas, en día de pago, vamos en fila caminando, a esperar que den las 6:10 en punto para ir a traer a nuestros esposos y cuidar muy bien el pago. Ciento veinticinco quetzales de bono puede sonar poco, pero aquí eso en alcohol es bastante y como les agarra por andar invitando, más rápido se va el pago. Dura más la goma que el pago.

Al final, como es puro rumor, este año no se organizó la caravana vigilante, como le llamábamos entre las esposas. Últimamente no han estado pagando tan a tiempo, también que es temporada baja y la piña no está dando tanto. Don Máximo no responde preguntas de nosotras, pero hemos mandado a preguntar con Eliseo y dice que no le dicen nada. Que hay que esperar. Aquí o Eliseo me está dando pajas o don Máximo a Eliseo o los jefes de don Máximo a don Máximo. Pero hay veces que solo pienso que realmente sería mejor que ni dieran ese bendito bono. Porque todos saben que no se da siempre, pero cuando se da, las cantinas hasta mariachis traen, los de las carnitas ponen sus toneles afuera y hasta doña Consuelo consigue un guaro más fino, que hasta en precio especial lo da. Ya van tres años sin que se pague el bono, pero la gente tiene fe que hoy sí va a caer la bendición. Yo espero que no lo den. Nosotras nos ahorramos las lágrimas y ellos se ahorran la goma en el jornal al siguiente sol.


Roberto Cabrera

(Guatemala – 1998) Estudiante de cinematografía, tratando de ser crítico dentro de mis espacios, creo que toda lucha política empieza desde el nido. Me gusta mucho leer poesía y me gusta divagar mientras escribo. En un proceso de buscar formas de difundir lo que me molesta usando el arte como herramienta.

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