Virgilio Álvarez Aragón | Política y sociedad / PUPITRE ROTO
Pasados veinte años del cruento asesinato del obispo Juan José Gerardi, los hechores materiales e intelectuales siguen sin aparecer. El crimen, tan burdamente opacado y manipulado, marcó fatídicamente el régimen de Álvaro Arzú y su supuesta apuesta por la paz.
Viceral e impulsivo, sus reacciones frente al crimen fueron bastante diferentes, a tal grado que ahora, pasadas dos décadas, en su libro de anécdotas recién publicado, apenas si puede decir una que otra cosa para mantener enredado el asunto. Con su habilidad para difamar con tal de defenderse, acusa a Edgar Gutiérrez de mentiroso, afirmando de paso que el libro de Francisco Goldman está cubierto de mentiras, cuando todo lo allí dicho está validado en referencias documentales, y se aferra a lo publicado por Lagrange y Rico, texto demostradamente tendencioso, porque le libera de culpa y responsabilidades.
Personalista, explica todos sus actos de gobierno como acciones y reacciones de carácter personal, sin mayores referencias a los intereses públicos que, al final de cuentas, son los que deben orientar los actos de cualquier gobernante, pues aún los príncipes supónense responsables de lo público y, en consecuencia, gobernando por y para los ciudadanos. Según su particular narrativa, la que lamentablemente para él será la que se considere para analizar su paso por la Presidencia, no fue a la entrega del informe Guatemala Nunca Más, coordinado y dirigido por monseñor Gerardi, simplemente porque su «relación con el arzobispo Penados del Barrio era muy mala» a causa de lo que habían dicho del programa social de su esposa.
El Informe, como bien sabe cualquiera que apenas haya hojeado la versión resumida, es la narrativa de lo sucedido en el país durante los sangrientos años de la represión militar y él, supuestamente principal impulsor de la firma de la paz, podría haber tenido cierta inclinación a reconocer que esa guerra había desangrado y agredido a los más débiles e indefensos. Pero Arzú Irigoyen asume todo, supuestamente, desde un ámbito personal. No es el gobernante que construye la paz por imperativos éticos y políticos, firma porque así le parece, porque le cae bien un comandante o porque quiere demostrar que su antecesor, quien por cierto dejó negociados casi todos los acuerdos gracias al denodado esfuerzo de Héctor Rosada, no supo hacerlo. Él es el que todo lo puede, y los que le apoyan son amigos y serviciales servidores y, para nada, miembros de un proyecto político colectivo.
Sus anécdotas de gobernante se centran en dar órdenes, y en los comportamientos militares de «saludo uno, saludo dos», lo que le lleva a considerar que los otros también actúan como él. Si se condena a Lima por complicidad en el crimen de monseñor Gerardi es porque a la embajada estadounidense se interesó en que así fuera. Porque ese interés supuestamente absurdo, sus investigadores no pudieron proporcionarle información suficiente o él, programado para no oír ni entender lo que no le satisface, no llegó a procesarlo.
La condena se produjo porque las multiplicidad de evidencias así lo demostraron, y porque Arzú y su séquito de aliados militares y civiles no encontraron elementos para desvirtuar las afirmaciones de la Fiscalía. Se queja de que no se haya encontrado a los asesinos, pero tampoco aporta el cúmulo de evidencias que dice haber llevado a Juan Pablo II para demostrar su inocencia y la de sus familiares. Con un aparato de inteligencia como el que contaba, con militares supuestamente sumisos, incapaces de pasar del «saludo uno, saludo dos», resulta inverosímil que conociendo la verdad no hayan aportado las evidencias para salvar a los militares implicados en la manipulación de la escena del crimen.
Cierto, la jerarquía de la Iglesia católica, con sus prácticas clandestinas e hipócritas, hizo poco para que el principal testigo, el sacerdote Mario Orantes, aportara toda la información que tenía sobre lo sucedido, prefiriendo protegerle bajo un manto opaco de silencio cómplice que, si bien le valió una condena menor a la de los Lima, impidió llegar a los hechores materiales e intelectuales de tan perverso crimen.
Veinte años después, Álvaro Arzú Irigoyen vuelve a tener las mismas pesadillas que le atormentaron en los días posteriores al asesinato del jerarca religioso. Dos de los condenados sufrieron horrenda muerte dentro de los centros de detención, individuos que, como él mismo lo afirma en su anecdotario, estaban dispuestos a morir por él. Hoy no solo no sabemos aún quien mató al obispo Gerardi, sino tampoco se tiene claridad ni certeza sobre los hechores materiales e intelectuales de los asesinatos de Byron Lima Oliva y Obdulio Villanueva, dos víctimas más de ese engranaje de terror y prepotencia del que se vanagloria, aún hoy, el expresidente Arzú.
Fotografía tomada de La Hora.
Virgilio Álvarez Aragón

Sociólogo, interesado en los problemas de la educación y la juventud. Apasionado por las obras de Mangoré y Villa-Lobos. Enemigo acérrimo de las fronteras y los prejuicios. Amante del silencio y la paz.
8 Commentarios
A mí me parece que el objetivo de éste artículo de marras, es sacar todo el resentimiento y la envidia que tiene el autor en contra del ex presidente y ya fallecido Alvaro Arzú Yrigoyen, más que el hecho de dar luces del asesinato del Monseñor Juan José Gerardi. La conducta del sacerdote Mario Orantes, que se asesine a una persona dentro de su casa de habitación y que él no se haya dado cuenta, resulta más que increíble, que el perro no haya ladrado y que atacó al monseñor, es una buena razón que NO se investigó a fondo. Que le iglesia Católica le haya protegido, resulta nauseabundo, aparte de que se opuso con chantajes y sobornos para que ese caso no pasara a Segunda Instancia.
Esto también nos hace comprender la ineficaz que resultó la presencia de la CICIG, en Guatemala, si tuvo pruebas para esclarecer el crimen del monseñor y encarcelar al señor Alvaro Arzú, ¿Por Qué no lo hizo Iván Velasque? por la sencilla razón que no tenía nada que comprobara su culpabilidad.
Don Virgilio Álvarez, sí en verdad usted fuera «amante de la paz y el silencio.» Nos ayudaría mucho en lugar de hablar mentiras.
Por ello se murió casualmente Arzú. Sentía la libertad irse de sus manos. Lo bueno es que no tenemos que verlo mas. Aunque dejó a sus enjendros mamadores de teta estatal. El cacique de los criollos al fin salió humillado.
No será que el tal Edgar Gutiérrez fue el autor intelectual?
No será que el tal Edgar Gutiérrez sea el autor intelectual?
Magnífico artículo, que he vuelto a leer, ahora, veinte años y un día después. Lo he leído desde otra perspectiva.
Y es que ahora, seguramente, el Sr. Arzú tendrá que comparecer ante tribunales, y ya sin derecho de antejuicio.
Cada uno planta en tierra lo que en su vida siembra, y eso no será excepción con Juan Gerardi y Álvaro Arzú. Quizá el tiempo nos desvele que fue lo que aconteció aquel día del cruento asesinato.
Hay más de un sacerdote que dijo – recién acaecido el crimen- en sus sermones que Gerardi murió por llegar inesperadamente a la casa parroquial, y ver lo que no debía ver, y a la persona que no debía estar. Esto coincide en parte con lo que narra Goldman es su libro.
Muy interesante. Tenemos toda la claridad en cuanto que Juan José Gerardi, fue cobarde y criminalmente asesinado. En esto nadie tiene duda alguna.
Que el obispo impulsó y apoyo la realización de una importantísima investigación de los crímenes de guerra en Guatemala y dados a conocer en los textos, recuerdo 3, publicados como “Guatemala, Nunca Más”, también es innegable y sigo considerando que su lectura debería ser obligatoria en todos los centros secundarios públicos y privados en Guatemala, así como la Memoria del Silencio, de la Comisión oficial.
Ahora, lo que con absoluta certeza no se ha logrado comprobar, demostrar, son los móviles, los autores intelectuales y materiales.
Tampoco se niega que el militar Byron Lima si estuvo en el lugar, en la escena del crimen.
Lo que todavía no hemos logrado saber con toda certeza, es ¿Qué pasó dentro de la casa parroquial?, ¿qué estaba ocurriendo cuando llego Gerardi? Tampoco hemos logrado establecer con la mayor certeza, en que momento, realmente, llega Byron Lima al lugar, ¿antes, durante o después del asesinato?
¿Llegaremos a conocer la verdad de este abominable crimen? Considero que mientras iglesia proteja y obligue a Mario Orantes a guardar un cobarde, asqueroso y criminal silencio, vamos cuesta arriba.
También, mientras el Arzú Irigoyen siga con impune y corrupto poder en Guatemala, va a ser sumamente difícil establecer lo que se ha afirmado en cuanto la presencia de su hijo en el lugar y momentos críticos del crimen.
Finalmente, y no menos importante: ¿Cuál fue el papel de la embajada estadounidense en este macabro hecho?
El tiempo nos puede dar la respuesta, sobre todo si de manera efectiva y con investigaciones probas, se reactiva, el Caso Gerardi.
Super!
Como comandante general del ejercito sabia de los macabros planes para asesinar al Obispo Gerardi y no hizo nada para evitarlo lo que lo convierte en complice .
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