El fracaso del neoliberalismo y de nuestra imaginación

-Bobby Recinos / MEDITACIONES EN ÍNDIGO

Encontramos significado y propósito en nuestras historias compartidas. Hoy, la historia dominante se llama neoliberalismo y ha fracasado estrepitosamente porque niega democracia y estimula corrupción. Además, la persecución aislada de la felicidad en términos materiales sigue sin ofrecer respuestas a los grandes problemas humanos. El mercado ha demostrado ser incapaz de impartir justicia social y la pasividad del laissez faire resultó incompatible con aspiraciones de equidad, ciudadanía y democracia. Nos toca, pues, imaginar una nueva epopeya humana coherente que reemplace la mitología capitalista.

Bienvenidos y necesarios son los nuevos relatos que invocan altruismo, solidaridad e interconexión profunda. Sin embargo, la coyuntura guatemalteca poscrisis apunta, otra vez, a un reacomodo de historias viejas. ¿Por qué?

Pero volvamos un poco. El neoliberalismo no es más que la elevación deliberada de un modelo económico –el capitalismo– a categoría de ideología y filosofía de vida. Según esa cosmovisión, nuestro estado natural es uno de competencia perpetua entre ganadores y perdedores, fuertes y débiles. Gana quien acumule más cosas, más rentas, pues lo hace por el mérito de su superioridad moral y social. El pobre es indigno de abundancia puesto que es tonto y perezoso. Es un parásito. Mejor si se muere.

El mercado y su mano translúcida pone a cada cual en su lugar, infaliblemente.

El credo de la religión neoliberal es el crecimiento material y dinerario infinito, a pesar de operarse en un planeta finto. Además, todo en el universo relevante y cognoscible –la verdad, en fin– se reduce a datos metálicos, accesibles exclusivamente a través del raciocinio. ¿El espíritu, la intuición, el amor o la empatía? Esos son inventos chinos.

Pero el neoliberalismo, en su intentona por justificar la liberalización de los mercados, terminó por esclavizar a quienes fueran a priori ciudadanos, redefiniéndolos, de hecho, como sujetos de consumo e instrumentos de lo que llaman desarrollo económico. Fracasó también su versión de democracia: un dólar es un voto, es decir, mientras más dinero se tiene, más ciudadano se es.

¡No vaya a ser que una democracia de verdad atente contra el privilegio de los elegidos!

Para nuestra decepción, resulta que las promesas de libertad neoliberal se referían solo a libertad de empresa, no a la libertad del individuo. O sea, libertad para contaminar el medio ambiente, libertad para explotar al trabajador, libertad para inducir a las juventudes a los bajos instintos, libertad para procurar márgenes de ganancia obscenos y antinaturales. Libertad, si se es rico, para no pagar impuestos, y la más grande de las libertades económicas: exonerar al Estado de invertir en bienes y servicios públicos. ¿Qué tal?

Tales son las libertades del neoliberalismo, las cuales se activan y sostienen a costa de los verdaderos intereses populares.

Iván Velásquez dijo, hace unas semanas, que el pecado original de la democracia guatemalteca es el financiamiento electoral ilícito. Pero el verdadero germen de la antidemocracia es la confusión del liberalismo político con el liberalismo económico, es decir, de las libertades económicas con las libertades políticas, las cuales en realidad son incompatibles. Demasiada libertad o igualdad es mala para los negocios.

Ante el evidente descalabro del neoliberalismo, me sorprende que sigamos hablando y operando según sus términos. Aún no hemos sido capaces de reinventarnos. En definitiva, ha fracasado también nuestra imaginación. Porque no es suficiente ser anticapitalista, hay que tener ideas. De hecho, si el neoliberalismo es la corriente reina de nuestros tiempos es, precisamente, porque sus ideólogos y artífices fueron muy hábiles al introducir sistemáticamente sus máximas al tejido social, mental e institucional de las naciones-estado para reemplazar al keynesianismo y al marxismo.

A juicio de este observador, la neoliberalización de la sociedad moderna es una de las grandes conspiraciones antihumanas de todos los tiempos.

El autor norteamericano-japonés Francis Fukuyama denunció en 1992, con mucho entusiasmo, el fin de la historia socialista y la consolidación definitiva de la única forma de vida posible para el ser civilizado: el neoliberalismo y sus nobles promesas de democracia, paz, prosperidad y estabilidad perpetuas. Pero las ofrendas y augurios se quedaron en quimera. Fukuyama se equivocó, como se había equivocado antes de él Margaret Thatcher al asegurar que no había alternativas al neoliberalismo, al comienzo de la década de los ochenta.

Pero sí hay alternativas y estamos obligados a imaginarlas.

Permítanme darles un consejo que me ha servido a mí: cuando pensemos en sustitutos del modelo económico actual, más que pensar como economistas, sirve pensar como filósofos de la dignidad humana. Los pensadores del futuro tienen como misión primordial replantearse las explicaciones en torno a la acción racional misma.¿Somos irremediablemente egoístas, sin alternativas o complementos? ¿Así agotamos nuestra condición?

En mi mente, el nuevo consenso narrativo debe respetar seis principios fundamentales:

(1)    Que vivimos en un planeta vivo, consciente, finito, interconectado y sin jerarquías naturales.
(2)    Que somos por diseño natural altruistas y sociales, tanto como somos egoístas e individuales.
(3)    Que el requisito principal para una transformación social de las naciones es la previa liberación espiritual, psicológica e intelectual de sus ciudadanos.
(4)   Que las instituciones solo pueden trascender si se configuran en torno a las necesidades esenciales del ser humano, no al capital, sus instrumentos o sus rentas;
(5)    Que la niñez y la juventud son el principal activo humano, la nueva historia se debe crear en atención a sus necesidades concretas.
(6)    Que la ciencia y el espíritu –la cabeza y el corazón– no son excluyentes. Decirlo sería incurrir en una falsa dualidad, tanto como lo sería al hablar de buenos contra malos.

Entonces, ha llegado el momento de elegir: ¿mercadocracia o democracia?, ¿neoliberalismo o libertad? No se pueden tener ambos.

Imagen tomada de http://eraseunavezunaboda.com

Imagen del encabezado tomada de www.humordemorgan.com.

Bobby Recinos

En otras vidas fui abogado, cantante y jugador de básquet. Me gradué de derecho en la UFM y de ciencias políticas en Kyudai, Japón. Soy crítico porque estoy vivo y soy un idealista necio.

Meditaciones en índigo

6 Commentarios

Gs 19/09/2018

El mundo de hoy en día es keynesiano.

    Bobby 30/07/2019

    Me gustaría disputar tu opinión. Yo diría que, desde la década de los setenta, poco a poco y muy hábilmente, el neoliberalismo ha ido sacando al keynesianismo del mainstream. No solo la creación artificial de altas demandas de trabajos públicos ha sido reemplazada por un paradigma de «Estado pequeño, mercado grande», sino que sus controles internacionales antirecesión fueron completamente desmantelados.

Julio César Santos 25/09/2017

Gran texto. Enorme análisis en un solo artículo atrapó la esencia inhumana del neoliberalismo y la necesidad histórica de la democracia.

    Bobby 25/09/2017

    Gracias. Hay que seguir habkando de esto.

Vite 25/09/2017

Bien Bobby, por ser pequeño, sos uno de los grandes

    Bobby 25/09/2017

    Hola Vite. Un abrazotote.

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