El fin del maldito mundo

Jiménez Suchité | Literatura/cultura / VOZ EN OFF

The end of the f***ing world no es una serie que me entusiasmara mucho ver, leí la sinopsis y no me interesó, además había comentarios sobre que era una serie llena de clichés adolescentes. No sé por qué, pero cuando me dicen que algo es para adolescentes me pongo prejuicioso, como si yo nunca hubiera sido uno de esos seres perdidos sin identidad a los que les venden cualquier cosa. Al final la terminé viendo por una única razón: son solo 8 capítulos y cada uno dura 20 minutos. Me encantan las series así porque me predispongo a pensar que tienen algo concreto para contar y no me consumirá mucho tiempo averiguar qué es.

Pues eso, que la vi y sí va de adolescentes, dos protagonistas: James y Alyssa. Se nos presentan como personajes rarísimos, pero con el paso de los capítulos iremos descubriendo (si tenemos la sensibilidad necesaria) que todos hemos tenido esa rareza de una u otra forma, porque todos hemos pasado esa etapa. James no tiene madre (literalmente) y Alyssa no tiene padre, ambos cargan con vacíos que disimulan con muchas máscaras, pero con una principal: la frialdad. Con eso me he sentido muy identificado, porque todos los traumas emocionales que me acompañan los he disimulado (y todavía lo hago) con frialdad, haciéndome el duro para no descomponerme. James tiene la sensación de que no siente nada (siente que no siente) y le ha tomado el gusto a matar animales, eso le proporciona cierto placer. Ahora quiere matar algo más grande. Cuando conoce a Alyssa ve la oportunidad de aprovechar su acercamiento para satisfacer la curiosidad de matar a una persona. Lo que en realidad sucede es que sus vacíos se complementan muy bien, pero no para pasar a formar una pareja romántica, sino para buscar algo de empatía en un mundo que les es ajeno. Terminan escapando juntos de sus casas, hartos de sus familias y odiando a todo el mundo. Parece que escapan, pero en realidad van al encuentro de un sentido. En ese viaje se centra la trama principal de la serie y me sorprendió haber terminado disfrutándola tanto.

James y Alyssa, malcriados, arrogantes y desesperantes, son seres que están en un punto intermedio entre la inocencia de la niñez y la pasión de la juventud, ese limbo hormonal existencialista del que no se sale con dignidad, pero que es también un puente necesario para definir quiénes seremos y qué tan rotos vamos a vivir. La serie es un viaje corto que explora humanidad en un estilo diferente, además me ha enseñado que muchas de las veces en las que digo que algo me cae mal porque es muy cliché, lo que en realidad quiero decir es «yo he pasado por eso y lo odio».


Fotografía principal tomada de upsocl.

Jiménez Suchité

Mal amante de la literatura y el cine, series, música e historias en general. El arte me salva la vida y yo la voy haciendo peligrar, así nos complementamos y así, algún día, algo saldrá mal. Cargo con muchas etiquetas, pero solo me hago responsable de las que he elegido yo. Ya no pregunto por quién doblan las campanas, ahora sé que doblan por mí. Rechazo y resisto, no conozco otra forma de vivir.

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