El femicidio: cáncer social

Fernando Zúñiga Umaña | Política y sociedad / EN EL BLANCO

Martín es un hombre fuerte, barrigón, pesado en su caminar, cabello rizado y rostro ancho, alegre y hasta agradable cuando está sobrio. Amelia, su compañera, es una mujer pequeña, por su rostro y por su caminar muestra tener más de seis décadas de existencia. Mucho mayor y mucho más pequeña que Martín, quien tiene 39 años. Desde mi patio puedo ver su pequeña casa, su frente es una puerta y una ventana, entre ambas el medidor de electricidad. La casa no tiene más de 25 metros, es una sala, un dormitorio y cocina. Toda de madera bastante deteriorada. Amelia sale todas las mañanas, excepto el domingo, a su trabajo en la ciudad, Martín la acompaña a esperar el bus, luego de que ella se marcha, él se devuelve a su casa a seguir durmiendo y a ver televisión. De vez en cuando trabaja, su excusa es que no tiene los papeles al día, y que anda de ilegal. Ella tiene que cubrir todos los gastos y mantener a semejante mamulón. Todo estaría bien, y ese no sería mi problema, sin embargo, la paz de ese hogar y sus alrededores constantemente se ve alterada por la violencia de Martín contra su compañera.

Cuando logra ganarse algo haciendo chambas, gasta el dinero en licor, ahí se inicia el sufrimiento de Amelia, el maltrato psicológico, los gritos, el lanzamiento de objetos, de vez en cuando llega la policía y se lo llevan, al rato vuelve a aparecer, ella misma va a liberarlo y nunca presenta acusaciones. Cuando se le agota el dinero en licor, sigue tratando de quitarle a Amelia lo que sea y de vender o empeñar baratijas. Así pasan los días, los meses y los años. Hasta que un día la página de sucesos de la prensa anuncien el crimen de Amelia por su compañero Martín. Cuando miro esa pequeñísima casa, me duele en el alma saber lo que sucede entre esas viejas paredes de madera. El caso de Amelia no es único, ella está entre las 6 de cada 10 mujeres que sufren algún tipo de violencia en Costa Rica.

El femicido, también denominado feminicidio, es el resultado de este tipo de relación. Es cuando la mujer es asesinada a manos de su pareja actual, pasada, o por algún hombre con quien no tiene ni tuvo una relación de pareja. Lo que antes era un hecho criminal que ocurría muy ocasionalmente y asustaba a la población, hoy pasa a ser un hecho frecuente en mi país. En el 2010 se presentaron 31 casos, hubo un récord de 42 femicidios en el 2011, se redujeron a 18 para 2013 y luego subieron a 24, 27, 26 y 26 para los años que van de 2014-2017. Esto significa que en el periodo 2010-2017 hubo en promedio 25 femicidios anuales, un poco más de 2 femicidios por mes. Y eso que la tasa es inferior a la del resto de países centroamericanos, dado que en otros países se dan cantidades anuales de femicidios muy superiores, pero eso no es el asunto, mientras haya este tipo de crímenes y la amenaza de que crezcan, no podemos estar tranquilos. Por lo tanto, no valen las comparaciones.

En el país de la felicidad, Costa Rica, resulta que tenemos millones de días de sufrimiento de mujeres, temerosas, vulnerables y potenciales víctimas de femicidio. La pregunta es: ¿cómo podemos ser felices, si cada mes mueren dos mujeres en manos de sus compañeros, sus novios, sus esposos? ¿Seré culpable de no hacer más por evitar un futuro femicidio en casa de mis vecinos? ¿Podría salvar a Amelia?

Existen dos tipos de femicidio, el que en Costa Rica está tipificado por el artículo 21 de la Ley de Penalización de Violencia contra las Mujeres, referido a la muerte de las mujeres a manos de sus cónyuges o parejas actuales, y el que se denomina femicidio ampliado, en el que se incluye la muerte de mujeres por género, en donde no había una relación de matrimonio o unión libre (por ejemplo, durante el noviazgo, después de un divorcio, luego del cese de una unión de hecho y las que ocurren como producto de un ataque sexual). En el periodo 2010-2017 del total de femicidios ocurridos, aproximadamente 66.0 % fueron del denominado femicidio ampliado. Esta valoración que hace la ley en Costa Rica es muy importante, dado que permite que el sistema cuantifique la muerte de mujeres, por el hecho de serlo, y no solamente las que son asesinadas por su pareja.

El femicidio no se concentra en determinados grupos poblacionales, por ejemplo en focos de pobreza o zonas marginadas, ni siquiera en la población urbana. Se da en todos los niveles sociales, asesinan jóvenes novios a sus novias en una pelea por celos, asesinan ricos y pobres. Se menciona que una de las causas más frecuente es que la mujer quiere separarse, quiere huir y ahí el hombre saca su machismo, creyendo que se trata de una pertenencia. También se ha comprobado que 40.0 % mata con sus propias manos, ahorcándola, golpeándola, sin que medie un arma. Forma violenta de asesinar. Y cuando se usa el arma, el crimen se realiza con saña, varios balazos, varias puñaladas. En el periodo 2003-2014 la mayoría de mujeres asesinadas estaban entre 18 y 29 años, 39.4 % seguidas del grupo entre 30 y 49 años con 34.7 %. Las mujeres mayores de 50 años representaban 10.2 % y las menores de edad 15.6 % (Femicidios en Costa Rica, INAMU, 2014).

Volvamos al caso de Amelia y Martín. Hemos llegado a la conclusión de que la única solución es la separación, sin embargo, se corre el riesgo de que Martín lo impida con violencia o la busque, para eso debe garantizarse el apoyo de las instituciones especializadas. Martín siempre tendrá una razón, en sus momentos de alta concentración etílica, la cela con cualquiera, inventa historias y trata de golpearla por esa razón, luego la acusa de que le robó el dinero que él ya gastó en bebida, también la acusa de esconder lo poco valioso que tienen para que él no pueda venderlo. Lo he oído llorando en la única grada de la puerta de su pequeña casa, gritando improperios contra su mujer.

Amelia vive un calvario, la veo bajar a su casa los sábados a medio día, trae las bolsas de la comida de la semana, con la cual el macho se alimentará y guardará energías para hacer alguna chamba y volver a emborracharse, seguirá humillándola, vociferando, maltratando, hasta que llegue el triste final. Ella no se va, por él dejó su casa, su familia y lo ama, lo cuida, lo chinea, sin ser correspondida. A veces siento que se trata de un cáncer terminal, imposible de curar. Un cáncer social.


Imagen principal, Cáncer social, por Fernando Zúñiga Umaña, elaborada con ilustraciones varias tomadas de internet utilizando el programa Artrage.

Fernando Zúñiga Umaña

Costarricense, estudioso de la realidad económico social y política nacional e internacional. Economista de formación básica, realizó estudios en la Universidad de Costa Rica y en la Flacso México. Durante más de 30 años laboró en la Universidad Nacional de Costa Rica. Actualmente es director del Doctorado en Ciencias de la Administración de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica. Consultor privado en el campo de la investigación de mercados, estudios socio económicos.

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