Olga Villalta | Política y sociedad / LA CONVERSA
La semana que recién pasó, dos noticias mostraron una fuerte tendencia en las redes sociales. Una es la denuncia pública que hizo Andrea Aparicio, expareja de Marco Pablo Papa, sobre la violencia que enfrentó en su relación, por parte del futbolista. La otra noticia que hizo ruido en las redes fue el fallecimiento de Roberto Barreda, principal sospechoso de la desaparición y supuesto asesinato de Cristina Siekavizza, hecho que sucedió hace 9 años.
A las mujeres activistas que hemos realizado múltiples esfuerzos en evidenciar que la violencia contra las mujeres no es un asunto privado, ni natural, nos conmovieron las reacciones de un buen número de hombres que se expresaron en tono de burla sobre el testimonio de Aparicio. Se le señalaba de ser una aprovechada, que buscaba el dinero de Pappa. Incluso algunas mujeres expresaban frases groseras contra Aparicio, tratándola de tonta y culpándola. A la vez, cientos de mensajes provenientes de los seguidores de Pappa, lo alababan y defendían. Es explicable que el cuerpo masculino defienda a quien los reivindica como ganadores. Ya lo decía Galeano en su libro sobre el futbol, si el equipo gana, ganamos todos, si el equipo pierde, perdieron ellos. Efectivamente, no todos los hombres pueden ser estrellas de rock, grandes literatos o aristas de cine, así que, lo que les queda, es identificarse con el ganador. Las esposas, convivientes o amantes son las culpables de su perdición. Así funcionan los engranajes del patriarcado.
Curiosamente, la joven Aparicio, en su video hecho público, trata de exculpar a Pappa, manifestando que «él es bueno, el problema es el alcohol» y que necesita ayuda, que tiene que acercarse a Dios y arrodillarse ante él. La comprendo, una cosa es sentirse harta del maltrato y otra entender el problema de la violencia contra la mujer, porque esto último implica un proceso muy largo de toma de conciencia y de adquisición de conocimientos teóricos (explicaciones mínimas, no necesariamente pasar por un curso académico) sobre el origen de la violencia contra las mujeres. Hemos interiorizado tanto la opresión y subordinación que volvemos a caer, una y otra vez en círculos viciosos, por ello comprendo el discurso contradictorio de Aparicio. No la juzgo.
Estas reacciones demuestran que las concepciones machistas que nos inculcó el sistema patriarcal siguen vivitas y coleando en nuestros cerebros. Para quienes nos dicen que el mundo ahora es diferente, que hay igualdad, que la lucha feminista ha pasado de moda, podrán ver que no es así. Solo falta que salte una chispa y se desborda el odio.
En el caso de Barreda, la soberbia y el mutismo fueron sus actitudes permanentes en los años que estuvo detenido, ni en sus últimos momentos de vida tuvo la humildad de reconocer su delito, ni dio pistas para saber lo que le pasó a Cristina. Los tribunales, con el argumento de que no había cadáver como evidencia y por la infinidad de recursos que la defensa presentó, alargaron el proceso, quedando ahora inconcluso. Queda el dolor de los padres de Cristina y de su hijo e hija, que han crecido sin la certeza de saber qué pasó con su madre.
En las redes sociales este caso dio mucho de qué hablar. A Barreda se le condenaba, se le deseaba que fuera al infierno, se afirmaba que lo había alcanzado la justicia divina e infinidad de maldiciones. También se atacaba a la madre, expresidenta de la Corte Suprema de Justicia, quien no ha dudado en protegerlo siempre. Hubo quien dijera que «tuvo una mala madre que nunca se ocupo de él y ahora la muy hipócrita quiere hacerse la buena madre solapando al monstruo que ella creó». Barreda era un adulto, y todos los seres humanos podemos desarrollar la capacidad de darle un rumbo diferente a nuestra vida. Además, ninguna/o de quienes opinan preguntan por el papel del padre en la educación de Barreda. Tienen que ser las mujeres las culpables.
Recuerdo que en el tiempo que sucedió la desaparición de Cristina y salieron a luz los detalles de la relación entre ellos, por ejemplo que él se daba lujos exorbitantes en su vestuario y mantenía sometida a la esposa, un amigo que trabajaba en la misma empresa que Barreda me dijo «lo peor es que la mayoría de los hombres son así, él no es la excepción» y añadió que sus compañeros de trabajo iban a decir «pobre, se le pasó la mano».
Lo que me preocupa es que los mensajes del patriarcado sobre el sometimiento de las mujeres y el ejercicio del poder como dominio por parte de los hombres siguen presentes en el imaginario colectivo. Está presente en los productos culturales (canciones, películas, telenovelas, novelas), en el sistema educativo, en las interpretaciones que hacen los líderes religiosos de sus libros sagrados y en las familias. No se va a erradicar la violencia contra las mujeres y las personas en situación de vulnerabilidad con oraciones a las deidades, ni con llenar las cárceles de agresores, necesitamos con urgencia cambiar el imaginario cultural. Se precisa una revolución cultural que proponga relaciones interpersonales no de dominio, sino de colaboración y enriquecimiento mutuo.
Ojalá esta pandemia del COVID-19 nos permita visualizar la otra pandemia que viene desde tiempos inmemoriales y que solo el concurso de las voces de las mujeres feministas ha podido evidenciar y urgir a los Estados a ponerle atención mediante legislaciones adecuadas y políticas públicas.
Olga Villalta

Periodista por vocación. Activista en el movimiento de mujeres. Enamorada de la vida y de la conversación frente a frente, acompañada de un buen café.
Correo: olgavillalta@gmail.com
5 Commentarios
Muy bonito el articulo, defiende a las mujeres abusadas y atrapadas en el machismo, hijo predilecto del paternalismo. La lucha continua, ni hay que desmayar, o se hace aguas.
¡Excelente artículo! Nos retrata de cuerpo entero dentro del sistema patriarcal. La mujer debe seguir siendo sumisa, sacrificada, fiel a su pareja, abnegada. No se permite otra actitud, y «Dios guarde» se le vaya a ocurrir romper este esquema. Es hora de que ésto cambie, porque ahora la mujer se prepara, trabaja, en fin ha roto las barreras de la dominación, buscando su desarrollo como ser humano y su solvencia económica.
La autonomía económica es importante y determinante, pero es necesaria la reflexión, el análisis. En mi trabajo me he encontrado con mujeres profesionales que tienen altos puestos, ganan bien pero con una gran dependencia afectiva. Y esa dependencia es aprendida y reforzada por el sitema.
Efectivamente, las mujeres pueden–podemos!–ser las más acérrimas defensoras del patriarcado pues así nos forman, y disfrazan el «patriarcado» de términos abstractos como la familia, la moral, la tradición y 20 mil pavadas más. Excelente que resaltés como sucede esto para irnos iluminando el camino de poder irnos zafando de ese alambrado y ser más solidarias unas con otras.
Estamos formadas para defender al patriarcado, y las que tratamos de hacer las deconstrucciones, aunque cada vez somos más, aún quedamos en minoría. Es doloroso estar observando la férrea defensa que se hace a figuras y que el argumento sea que hay que ver lo que «ha hecho por Guatemala» y que no se ponga atención a su violencia contra las mujeres, ninguneando esto último.
Muy acertado e ilustrador aporte en tu columna Olga, gracias por hacer visible lo que quieren invisibilizar.
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