José Domingo Carrillo Padilla | Política y sociedad / CALEIDOSCOPIO
Amlover es el sobrenombre afectuoso con el que se identifican los sectores sociales simpatizantes con el actual candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador, quien se vislumbra como el próximo presidente de México. Todo está, como dicen con buen sentido de humor los mexicanos, pero sin dejar de tener algo de verdad, que lo dejen llegar a Los Pinos, casa presidencial en la que adelantó que no residiría de obtener la victoria el próximo 1 de julio. Fui testigo de procesos electorales en Guatemala, los cuales eran sin mucha gracia. Mientras que los de Costa Rica, cuando obtuvo la Presidencia Luis Alberto Monge del Partido Liberación Nacional (PLN), fueron una fiesta. Las personas en las calles con banderas de los partidos desfilaban en auto o a pie contentas, satisfechas de que las jornadas electorales no deben ser dramáticas ni aburridas. He tenido la oportunidad de vivir otras más en mi segundo país de adopción, México. Sin embargo, esta última me trasladó a los procesos vividos en la década de los años ochenta en Costa Rica.
Se percibe un ambiente de emociones esperanzadoras con el candidato de Morena. Esta última, una coalición un poco extraña: partido evangélico de ultraderecha con sede en Hidalgo; expriistas –el mismo AMLO lo es–, expanistas, empresarios, académicos, pueblo llano, una heterogénea composición social.
Por qué este proceso a realizarse en México podría develar lecciones para Guatemala.
Una de las lecciones es la fortaleza de Morena al conseguir una amplia alianza con un variopinto mosaico de grupos sociales, lo cual a su vez se le ha señalado como una debilidad, falta de coherencia programática, en suma, un coro a distintas voces que, esperemos, cuente con buen director. La consigna que unifica a esta amalgama de voces y sectores es la lucha contra la inseguridad, la corrupción, el alza de precios en productos básicos y otras más que quienes vivimos en México sabemos de qué se tratan. No obstante, los problemas económicos, sociales y políticos que atraviesan México y Guatemala, la campaña de amlover pone de relieve la existencia de una izquierda que va más allá de sus propios límites canónicos, esta es en mi opinión la nueva izquierda que debería cultivarse en Guatemala.
Cuál nueva izquierda en Guatemala, pues esa, la que parte de unificarse en demandas específicas de la sociedad civil, definida esta última, desde la perspectiva de estas líneas, como todo lo que no es el Estado, esa es la sociedad civil, la que botó al bote a Otto Pérez y compañía. No se trata de una izquierda rosa, lila o color alguno, es multicolor porque es mosaico. La lucha contra la corrupción es una demanda sentida en América Latina, no puede admitirse un desvío más de recursos a manos privadas cuando su destino real es la sociedad civil. La inseguridad y la violencia desmedida es otro renglón que demanda atención con voluntad de menos represión y más prevención y oportunidades hacia sectores vulnerables que inhiban los flujos migratorios.
Otra lección es contar con un equipo de mujeres asesoras altamente calificadas, la misma esposa de AMLO se doctoró en Historia y cuenta con la distinción federal de investigadora nacional del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT). Tal vez sean estos pequeños grandes detalles los que hicieron que un hombre de la tercera edad agrupara a un grupo personas de distinta procedencia en un solo propósito, salvar a México de la debacle a la que lo condujo el PRIAN, esa oscura alianza entre prísmo de viejo cuño y acción nacional, nido de mirreyes y chicos fresa de la política mexicana. No se necesita pues de un millenial o un hombre de la senectud. Se trata de contar con una vocación democrática genuina y, en el caso de Guatemala, reconocer que muchos de los liderazgos de la década de los años ochenta deberían jubilarse. Así pues, ni las juntas de un grupo selecto de personas en un hotel capitalino donde departen té con galletitas, ni los mismos de siempre –los dinosaurios de la izquierda de los años ochenta– repitiendo lo mismo en las columnas de prensa podrán convocar a empresarios, académicos, sectores de la clase política ni al pueblo llano a un movimiento no digamos moreno, de color quebrado siquiera.
José Domingo Carrillo Padilla

Doctor en Historia, investigador nacional del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), profesor/investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México
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