El Duterte del Amate

Virgilio Álvarez Aragón | Política y sociedad / PUPITRE ROTO

Vistas las inmensas e impactantes semejanzas que la Guatemala de Arzú y las Filiplinas de Duterte tienen, uno bien puede llegar a suponer que el ladino Arzú y el mestizo Duterte compiten diariamente por demostrar a sus conciudadanos quién de ellos es más abusivo, autoritario y antidemocráticos que el otro.

Como se sabe, Filipinas fue, durante más de trescientos años, administrada desde el Virreynato de la Nueva España, hoy México. Aunque dirigida a la distancia, sus riquezas fueron expropiadas en beneficio de la corona española, como sucedió con las riquezas de lo que hoy es Centroamérica, manteniéndose a los pueblos originarios de ambos lugares sumidos en la más de las absurdas y despiadadas expoliaciones.

Los estadounidenses se la apropiaron a finales del siglo XIX y, aunque es un país rico y hermoso, la inmensa mayoría de su población, descendiente de pueblos originarios filipinos, continua, como la guatemalteca, viviendo en la miseria. Su capital, Manila, no tiene nada que envidiar a la ciudad de Guatemala, pues la violencia, el latrocinio, el autoritarismo y la discriminación son tan parecidas que parecen diseñadas por los mismos dioses del mal y la comedia.

En la actualidad su gobernante, tal y como sucede en la Tierra de sol y de montaña, se da el lujo de retar al mundo para mantener su impunidad, haciendo imposible no pensar en Arzú cuando se habla de Duterte, y no imaginar a aquel, con su léxico soez y andar prepotente y criminal, cuando se ve al señor Arzú Irigoyen increpar y denostar a todo el que intenta cuestionar sus ilegalidades.

Fotografía tomada de Soy502

Arzú Irigoyen se ha querido recubrir, por obra y arte de la educación racista y autoritaria recibida, de un «pedigrí» hispano a todas luces falso y obsoleto. Acostumbrado a comprar todo lo que le apetece y proteja, como dice que hizo su padre con su diploma de bachillerato, hoy está dispuesto a comprar una de las más oprobiosas impunidades. Aparenta bondad y amor a la patria, cuando lo único que le anima es mostrar ante los demás su supuesta superioridad y salirse siempre con la suya, a manotazos si es necesario, pues presume de golpeador.

Guatemala posiblemente atraviesa una de sus más trascendentales crisis. Nos encontramos a las puertas de poder superar casi doscientos años de farsa republicana y negación democrática. Actores de sectores hasta ahora antagónicos tratan de construir un amplio diálogo que permita, con seriedad y transparencia, sentar las bases para una sociedad más justa y equitativa. Pero los obstáculos no son simplemente los que naturalmente surgen al intentar vincular visiones y proyectos de país marcadamente diferentes, la corriente autoritaria, violenta y patriarcal es, posiblemente, la principal e inicial barrera a derribar, y uno de sus principales representantes es el señor Álvaro Arzú Irigoyen.

Astuto y marrullero, ha hecho de la debilidad política e intelectual del actual presidente su principal fortaleza. Con los recursos políticos y legales del Gobierno ha montado una muralla mediática que intenta protegerle a él y los suyos de cualquier cuestionamiento, visto que el tiempo en el poder se le agota y que dentro de pocos meses estará más que expuesto al escrutinio legal y público.

Sus desplantes dutertistas en el Amate fueron apenas el anuncio de lo que como jefe de una cuadrilla política sabe hacer: conformar hordas populares que con palos y piedras le defiendan de las garras de la justicia. Una justicia que, como hemos visto en los últimos días, aún está a su servicio en algunos sectores, por obra y gracia del clientelismo gubernamental y la falta de ética y prevaricato de jueces que buscan proteger sus propios intereses, antes que hacer valer el claro y directo lenguaje de las leyes.

Si Duterte, en su criminal manera de gobernar ha pedido tirar a los cocodrilos a los representantes del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Arzú clama y reclama porque le quiten de enfrente al jefe de la Cicig y a la fiscal general. Ambos se apoyan en mentiras y violencia, considerándose no solo dueños de la verdad sino de la hacienda pública y la vida de los ciudadanos.

Con sus vínculos nada legítimos con oscuros diputados, Arzú consiguió nombrar a su hijo presidente del Congreso, dedicado desde enero a la única tarea que a él, su familia y allegados les importa: impedir que la justicia se aplique por sus manoseos administrativos. Pero ya no estamos en las épocas coloniales, y si los ojos del mundo están cada vez más atentos ante los crímenes de Duterte en Filipinas, Arzú debe comenzar a aceptar que no es para nada el marqués de Aycinena, y que él y sus hijos están más próximos de la cárcel de lo que estuvieron los descendientes ultraconservadores de aquel.


Fotografía principal tomada de Fran Vargas Photography.

Virgilio Álvarez Aragón

Sociólogo, interesado en los problemas de la educación y la juventud. Apasionado por las obras de Mangoré y Villa-Lobos. Enemigo acérrimo de las fronteras y los prejuicios. Amante del silencio y la paz.

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