El discurso que parece bueno pero no lo es, o los empresarios que saben de todo, hasta de educación

-Francisco Cabrera Romero / CASETA DE VIGÍA

No deja de sorprenderme cómo algunas soluciones parecen no entender el problema que pretenden resolver. Nuestro sistema educativo está plagado de estos intentos.

Las universidades han fallado sistemáticamente. El sindicato, ni hablar. Ahora el empresariado propone una suerte de contrapropuesta al pacto colectivo de condiciones de trabajo, que casi se firma. El caso es que su propuesta no pega donde se debe. Fundamentalmente porque pretende trasladar la lógica de la productividad, en su versión menos afortunada.

De acuerdo con su tesis, los maestros no dan mejores resultados porque no quieren, porque no se esfuerzan o porque no son cien puntos. Entonces hay que ponerles presión. Y la presión está en impedir los incrementos salariales. Como quien dice: ¿si hay otros que ganan menos y hacen buenas camisas, por qué ustedes no enseñan bien matemáticas?

Es un planteamiento demasiado pobre hasta para unos empresarios, cuyas fortalezas tradicionalmente están en otros campos y no en descifrar las claves de los sistemas educativos públicos por los que ni siquiera han pasado. Parece que no tienen quién les de un norte, los asesore y los guíe. Se conforman con la buena prensa que desde luego los acompaña, aunque sus propuestas sean flojas.

Es verdad que pedir a los maestros su mejor esfuerzo es obligado. Por supuesto que someterse a evaluaciones es necesario, en tanto que servidores públicos. Pero ninguna de esas medidas basta para alcanzar la calidad. Son medidas complementarias.

En su más reciente Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo (2017), la Unesco señala claramente la importancia de la rendición de cuentas de todos los actores que son parte de los sistemas educativos. No cabe duda. Pero de allí a que eso y solo eso haga la diferencia, hay mucha distancia.

De estar muchas veces en escuelas públicas y de participar en diversos procesos de mejora de prácticas de aula, puedo asegurar que la mayor parte de maestros no tiene mejores resultados porque su preparación es precaria. No porque no quiere tener mejores resultados.

Su cultura general o su «capital cultural» (para ponerlo en lenguaje empresarial) es muy débil y esto está condicionado, en primer lugar, por la condición socioeconómica de las familias de las que provienen. Y, en segundo, porque la formación que recibieron para ser maestros no resolvió eso, ni se fijó en eso, ni entendió eso y tampoco ha entendido que invertir en los maestros es invertir en el país. Ni siquiera la nueva formación inicial, que tanto apoyan los empresarios y otros, se fijó en esa condición.

En el discurso empresarial está recurrentemente eso de atraer y seleccionar a los mejores candidatos. Suena bien, pero resulta que eso no se puede sin ofrecer mejores condiciones de partida. ¿Cuántos de los hijos de empresarios por la educación quieren trabajar como maestros?, ¿cuántos buscarán una plaza pública o un contrato?

¡La carrera no es atractiva! Los mejores se van a otras áreas porque quieren vivir con comodidad. Reunamos a los excepcionales que se quedaron a ser maestros y no juntamos ni un equipo de fútbol por departamento.

En el entorno del maestro promedio no hay libros, periódicos, buen cine, arte en sus diversas expresiones, ni museos, tampoco hay conectividad, etcétera. Como consecuencia no hay discusión pedagógica, concepto histórico, pensamiento científico, capacidad de innovación y pensamiento alternativo.

Les contaré sus preocupaciones a manera de ilustración: (a) llegar a fin de mes, (b) no perder una cita del IGSS, (c) que gane el Barsa (o el Madrid) y (d) tener un ejemplar del libro de Nacho por si, de mala suerte, le toca primer grado. 

Les contaré de sus gustos: (a), el discurso de ser positivo para triunfar, (b) desfilar y hacer desfilar, (c) el autoritarismo y (d) visitar alguna iglesia.

Partamos de algo: si queremos buenos maestros hay que pagarlos. Como lo saben bien quienes pagan colegios caros. Solo conozco un país donde los maestros ganan poco y trabajan bien. Pero no voy a mencionar su nombre porque a algunos les da mareos y sacan el más recalcitrante discurso de la Guerra Fría. Solo les diré que recurrentemente puntea más alto que el resto del continente en las pruebas internacionales. Y tiene un modelo que no creo que sea el que los empresarios quieren para el país.

En la coyuntura se discute un pacto colectivo que tampoco resuelve nada, salvo la necesidad del presidente de tener un frente menos. El maestro de clase escalafonaria A, tendrá un aumento de aproximadamente Q 185.00/mes (5 %). ¿No da un poco de vergüenza regatear eso?


Fotografía principal tomada de Escuela pública, la escuela sin exclusiones.

Francisco Cabrera Romero

Educador y consultor. Comprometido con la educación como práctica de la libertad, los derechos humanos y los procesos transformadores. Aprendiente constante de las ideas de Paulo Freire y de la educación crítica. Me entusiasman Nietszche y Marx. No por perfectos, sino por provocadores de ideas.

Caseta de vigía


Un Commentario

Thelma 16/02/2018

Cierto es lo que usted menciona y más aún, la realidad de la educación en Guatemala es mucho más compleja y precaria, comenzando por que la Educación, pese a que en la Constitución de la República se le reconoce como un Derecho Humano, éste derecho no tiene realización. No lo tiene en la escuela privada y menos aún en la escuela pública. Tanto en una como en la otra, la enseñanza se imparte para repetir y no para cuestionar, para investigar y formar criterio.

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