El discurso presidencial más desafortunado

Ramiro Mac Donald | Política y sociedad / ALIQUID STAT PRO ALIQUOT

La semana pasada a Jimmy Morales le tocó vivir como en subibaja, pues venía envalentonado con un supuesto triunfo en la Consulta Popular por el tema de Belice, afirmando que mayoritariamente los guatemaltecos habían apoyado la propuesta, cuando los guatemaltecos lo que habían hecho era rechazarla en una proporción de 3 a 1, porque casi un 75 % de la población no se presentó a votar. Y se le atravesó un «jueves de Cicig», porque el 19 de abril, la fiscal general Thelma Aldana y el jefe de la Cicig, Velásquez, le acusaron de haber recibido 8 millones de financiamiento electoral ilícito en la campaña de 2015.

Ese jueves paralizó literalmente al país, debido a que se conocieron las investigaciones de este caso, en segunda parte, sobre el financiamiento electoral ilícito otorgado al partido gobernante. Todas las piezas se habían armado con base en declaraciones de testigos que participaron en los hechos, miembros de acaudaladas familias del sector privado. Estas personas entregaron pruebas documentales (cheques, transferencias, mensajes electrónicos, etcétera) a los investigadores del MP. Y siguiendo esa misma tarde de jueves, los representantes de varias y exitosas empresas guatemaltecas, aceptaron su culpa en este caso y pidieron disculpas ante el error de financiar de manera amañada al partido del entonces candidato a presidente de FCN-Nación, que resultó ganador en los comicios.

¿Qué le quedaba al presidente Jimmy Morales? Tres caminos: aceptar el hecho y someterse a los tribunales, era una primera opción. Tal vez era la más lógica, si hubiera sido un hombre sensato, inteligente, probo. La segunda posibilidad que tenía era inculpar a alguien de su equipo. En politiquería esa argucia se llama pasarle la chibolita a un tercero. Hubiera sido una forma muy fea de zafarse, pero era posible ensayar una medida parecida e intentar un acto de magia, saliendo con una cabeza de turco en la mano, previamente pactada y pagada por los problemas posteriores que le pudieran generar. La tercera posición que tenía a la mano el presidente Morales, era negarlo todo, pese a las pruebas que el MP y la Cicig habían presentado. A eso se llama intentar tapar el sol con un dedo. Y ese fue el camino que asumió. Esa fórmula gastada, la utilizan los políticos muy, pero muy tontos, pues demuestra inexperiencia y da pie a pensar, antes de que ser juzgado, que es cierto totalmente lo denunciado. Desde el mismo viernes, el presidente Morales ya fue condenado antes de ser sometido a tribunales. Lo cree culpable un sector de la opinión pública que lo adversa y ya está pidiendo su renuncia de manera formal aunque solo sea inicialmente, con una modesta pero clara manifestación sabatina de plaza.

Estrategia errónea, mala jugada

Morales se preparó para dar un golpe de efecto a su favor, presentándose el viernes 20 de abril en el Campo Marte con un texto-guía que tardó en leer más de 20 minutos, en un acto nada improvisado. No. Veamos por qué. La fecha era para conmemorar el Día del Soldado Caído, y el presidente Morales pronunció, seguramente, el discurso más desafortunado de su gestión. Su auditorio estaba integrado por los miembros del Ejército Nacional y sus familiares invitados y, como si fuera poco, se acompañó de su esposa Patricia vestida toda de blanco (atuendo de novia), y también de sus cuatro hijos formalmente entacuchados y encorbatados, como si fueran a una fiesta. En realidad, era una.

El presidente portaba la vara que lo acredita como comandante general de Ejército y lucía la banda presidencial, debajo de un fino terno azul marino (muy elegante). Estos son símbolos de la institucionalidad nacional utilizados cada vez que quiere recordarnos que ostenta el cargo de presidente de la República, aunque ahora sabemos que su elección fue viciada, ya que recibió dinero de empresarios bajo de la mesa, escondiendo el origen y el monto del financiamiento a las autoridades del Tribunal Supremo Electoral.

El presidente Jimmy Morales se despertó de muy malas pulgas ese día. Andaba muy irritable. En el discurso se permitió elevar de manera inusual el volumen de la voz que constantemente impostó y procedió a gestualizar con todo su cuerpo la vehemencia de sus ideas, aunque exagerando este recurso en grado extremo. Esto le permitió cargar de dramatismo (innecesario) el momento discursivo. Su tono de voz fue una amarga aceptación de estar perdiendo el control de una crisis por él mismo provocada. Por eso, tal vez, frunció el ceño tantas veces en tan corto tiempo, como no lo había hecho en anteriores ocasiones. Lo hizo para demostrar discrepancia emocional consciente, pero como muestra de una ruptura con la realidad por lo amargo que está viviendo estos instantes de incertidumbre. Su cuerpo lo traicionó, toda la pasión que le impregnó al discurso era como el proyecto de un bufón moderno, sin gracia, con una mueca sin risa. Lastimera y barata actuación de poca monta.

¿Pero a quién se dirigía el hombre frente al podio y con un micrófono con tanto poder expansivo? En uno de los momentos más álgidos de este histriónico discurso presidencial, pidió que sus asistentes (al parecer tiene muchas y muchos) le alcanzaran el diario Prensa Libre del día. Lo puso frente a la concurrencia y dijo que el titular de la portada era una total mentira. «Morales ocultó financiamiento para aparentar perfil popular», decían las letras impresas en gran tamaño. Las cámaras registraron un rostro presidencial desencajado, iracundo, encolerizado. No pudo esconder el nivel de horror que le causó leer ese titular, pues fue la agenda noticiosa del día en Guatemala… y la comidilla del momento en los círculos políticos y económicos, en los centros del poder, en las salas de prensa de todos los medios de Centroamérica, posiblemente de todos los países de habla hispana.

Pero como si ya fuera poco enemistarse con la prensa señalándola de presentar titulares para vender ejemplares (en esta sociedad digital ya la cosa no funciona así, presidente Morales), se permitió casi a grito pelado, declararle la guerra a los más grandes empresarios del país, al espetarles (sí, con intensión de vomitarles encima) de pie y desde aquella tribuna militar: «la población tiene derecho a saber la verdad y por qué -los empresarios- están pidiendo perdón. ¿Están pidiendo perdón por FCN, por varios partidos, por las elecciones del 2011, del 2015, del 2007?». De seguro que le temblaban las piernas, porque en ese momento Jimmy Morales aceptó (inconscientemente) que sentía una horrorosa soledad. Sabía que de ahora en adelante le tocaba jugar sin uno de sus principales aliados. El gran capital lo ha abandonado, tras la declaración de ese mea culpa empresarial, y lo único que le queda es esconderse tras los militares que todavía lo apoyan. ¿Hasta cuándo? Chi lo sa.

Por eso, precisamente por eso, dicho acto se desarrolló en ese día con aquellos que aún le quedan: su familia cercana y «los puros cuates» a quienes ha beneficiado con bonos, aumentos de presupuesto y ahora con la peregrina idea de comprar aviones. A algunos sectores nacionales, Morales los considera sus enemigos porque (dijo) lo quieren doblegar con un complot político, amenazando de meter a la cárcel hasta a su esposa como han hecho (injustamente, cree) con su propio hijo y con su hermano, acusados de amañar facturas para sacarle dinero al Estado. El presidente Morales se permitió hilvanar (a lo largo de todo su discurso) la palabra «terror» porque eso es lo que siente, ahora que el MP y la Cicig impulsan contra él otro proceso con bases muy firmes, aunque dijo que las considera simples y puras amenazas.

Y casi al finalizar su discurso, abordó el tema de Iván Velásquez. Y cometió un error conceptual (por ignorancia, de seguro) al pedirle a la PGN que impulse una investigación alrededor de los fiscales de Cicig, arguyendo (no argumentando) que el acuerdo de Cicig está por encima de la Constitución de la República. Ese no es el papel de dicha institución. Esa idea falsificada solo demuestra su desconocimiento de cómo funcionan las entidades del Estado. Por eso, su discurso guerrerista contra la prensa, el MP, la Cicig y los empresarios (coincidentemente celebrado en el Campo de Marte) puede definirse como un antes y un después de su gestión, un parteaguas saturado de yerros, que permite recordar que «el pez, por su boca muere». Todo, todo esto aquí analizado se concreta a la centralidad de un tema espinoso, que subyace claramente: la elección que debe hacer del próximo fiscal general.


Ramiro Mac Donald

Semiólogo social. Académico de Ciencias de la Comunicación. Periodista.

Aliquid stat pro aliquot

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