El discurso del odio

-Jorge Mario Salazar M. / PALIMPSESTO

Nuevamente se robó el show. El alcalde de la ciudad capital y expresidente Álvaro Arzú se robó el show de la Cicig y eso crea el júbilo de las gavillas que han desangrado al país y que hoy roban, también, sus posibilidades de desarrollo y democracia.

Primero, se presentó intempestivamente con su actitud de guerrero vikingo que no dialoga sino impone a fuerza de hachazos sus argumentos, su poder y la única verdad posible que es la suya. Poco duraron los intentos de Eduardo Stein de convocar a un diálogo con la ciudadanía organizada y aplicar el plan B.
Segundo, bloquearon noticiosamente la presentación del informe anual de la Cicig con la noticia de la revocatoria de la visa a Iván Velásquez y a la salida del mismo, el alcalde Arzú lanza un desesperado grito de guerra contra la Comisión, el Ministerio Público y el Organismo Judicial. Un claro acto de sedición contra el Estado de derecho, aprovechando su puesto y su inmunidad para proferir un discurso de odio que intenta polarizar a la sociedad y dar un salto hacia el pasado violento.

Desde un podio, en una oficina con cuatro pabellones nacionales, leyó un discurso desde un monitor. Un discurso que sabemos que Álvaro Arzú no es capaz de articular por sí mismo, con un lenguaje que suena mucho a las oficinas de propaganda del viejo Movimiento de Liberación Nacional y recientemente manejadas por los remanentes de la “oficinita”, expertos en guerra psicológica, propaganda y espionaje.

El discurso de odio que transmitió el alcalde Arzú es una articulación de ideas distorsionadas que crean la imagen de un enemigo superpoderoso a quien es necesario destruir y, con él, destruir las ideas que le dan respaldo, utilizando la mentira y el miedo de la gente (instaurado durante décadas de autoritarismo, impunidad y violencia). Las ideas que deben destruir junto con el comisionado son la independencia de la justicia, el acceso de la población al desarrollo de manera equitativa y el respeto a los derechos de todas y todos los guatemaltecos, comenzando por la limpieza de la política, la participación de las expresiones políticas en igualdad y la selección de funcionarios y funcionarias más capaces, superando el clientelismo y el corporativismo que afectan hoy a la política y que la vuelven permeable a la corrupción.

El discurso parte diciendo que el comisionado de la Cicig, junto al Ministerio Público y el Organismo Judicial actúan con una idea premeditada de destruir a ciertos funcionarios con el objetivo de colocar allí a otras personas a conveniencia de los grupos de izquierda y con ello alcanzar el poder del Estado. Posteriormente, coloca a magistrados y magistradas como parte de una conspiración de la izquierda internacional y el populismo en América Latina, representada en Guatemala por un conjunto de organizaciones no gubernamentales.

Insiste Arzú que el propósito de todos los movimientos de protesta social es dar un golpe de Estado y que son estos los que utilizan a Iván Velásquez. Hasta describe una estrategia, que solo descubre lo que ellos mismos vienen articulando para destruir a la Cicig y sus logros que representan una esperanza nacional. En primer lugar buscan impedir que los casos de corrupción lleguen a la etapa de juicios orales y presentación de pruebas. En segundo lugar, destruir la imagen de los acusadores mediante campañas mediáticas y violentas para preparar el campo político para el tercer paso, que es la remoción de los personajes ubicados como sus enemigos, es decir, Iván Velásquez, para detener los procesos y poner a un o una fiscal general que les convenga.

En este momento se constata que la ruta elegida por el MP y la Cicig para desenmarañar la corrupción y sus principales actores como captores del Estado y la génesis de las mafias que han controlado la administración pública ha sido la correcta. El hilo de poder que sostiene a Arzú es el mismo hilo que conecta al viejo Estado Mayor Presidencial, instrumento principal y autoridad superior de la lucha contrainsurgente, responsable de secuestros y asesinatos políticos, incluyendo el de monseñor Juan Gerardi Conedera y que perviven en el cuerpo de seguridad de la municipalidad capitalina, la Policía Municipal de la ciudad y de Emetra. Las mismas estructuras que se mantuvieron controlando desde cuadros bajos y medios el funcionamiento de todas las instituciones estatales desde los años de la guerra, que llegaron y coparon todas las instituciones durante el gobierno de Otto Pérez Molina y que se reciclaron con Jimmy Morales.

Hoy podemos pensar que nos encontramos a las puertas de una nueva forma de hacer política si la Cicig logra volcar esta estructura y neutralizar la acción política de la ofensiva mediática que se intensifica cada día. Seguramente involucrarán a otros actores de sus redes mafiosas. Los empresarios del transporte de personas (ya le subieron ilegalmente el 100 % al valor del pasaje urbano). Las maras y los sicarios para construir el escenario de terror que anuncia Arzú. Los jueces corruptos y los funcionarios podridos del MP. Los empresarios que se benefician de la corrupción y los políticos en el Congreso se unirán para desgastar a la Cicig.

La gran incógnita es: hasta dónde y hasta cuándo la sociedad seguirá permitiendo y creyendo en ese discurso de odio.

Imagen tomada de Prensa Libre.

Jorge Mario Salazar M.

Analista político con estudios en Psicología, Ciencias Políticas y Comunicación. Teatrista popular. Experiencia de campo de 20 años en proyectos de desarrollo. Temas preferidos análisis político, ciudadanía y derechos sociales, conflictividad social. Busco compartir un espacio de expresión de mis ideas con gente afín.

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