El demonio de neón

Jiménez Suchité | Literatura/cultura / VOZ EN OFF

Estaba pensando en esos vídeos sobre el proceso de producción y procesamiento de pollos, en la crianza, en el engorde, pero especialmente en todas las máquinas que se encargan de separarlos, matarlos, desplumarlos y dejarlos listos para el consumo. Son imágenes tétricas, bastante crueles, pero al final disfruto consumiendo el producto, así que lo mejor es no ver los vídeos para no tener cargos de conciencia. De eso va El demonio de neón, pero en vez de pollos tenemos jovencitas que quieren ser modelos.

El demonio de neón es una película de Nicolas Winding Refn, uno de esos directores que no pasa desapercibido. Se describe como un suspense psicológico y está protagonizada por Elle Fanning, quien encarnó perfectamente a Jesse, la jovencita tímida e inocente en la que se centra la trama. Y no con ello quiero decir que sea una buena actuación, simplemente que Elle tenía la figura perfecta para el papel, pues en realidad no hay buenas actuaciones en esta película, además la historia es lineal y no ofrece nada espectacular, pero si hay algo por lo que vale la pena verla y por lo cual hoy he decidido hablar de ella, es por su impecable estética.

Refn nos presenta el mundo del modelaje a través de una fotografía pulcra, llena de colores fuertes nacidos de las luces de neón, como ambientada en una discoteca, contrastando con lo grotesco de la historia, de sus personajes, de la sociedad decadente que se devora a sí misma. Al final la película es eso: una historia grotesca en un marco preciosista.

Jesse es una joven de 16 años que llega a Los Ángeles soñando con ser modelo y, mientras se aloja en un motel, va en busca de su tan anhelada oportunidad. No tardará nada en llamar la atención de agencias, fotógrafos y modistas, pues ella es lo que Refn define como «carne fresca». Es clave el lenguaje que se utiliza, pues son muchas las veces en que las modelos son tratadas directamente como productos, reflejando justamente el objetivo de la trama, que es mostrar cuerpos y belleza como un producto. Jesse lo aclara desde el principio: «no puedo cantar, no puedo bailar, no puedo escribir; no tengo verdadero talento, pero soy bonita y puedo ganar dinero por serlo». «Tu fecha de caducidad está cerca», le dice una modelo a otra que se siente apartada por los fotógrafos, pues según ella al cumplir 21 años una modelo comienza a ser inservible. «La belleza no lo es todo, es lo único» le dice un modista al novio de Jesse, cuando él inocentemente asegura lo contrario. El mismo modista fulmina el diálogo con otra clave para la trama: «la belleza es la más alta divisa que tenemos».

Todo se desarrollará en esos diálogos suspendidos en el tiempo, que a veces parecen inconexos entre las escenas, pero que terminan encausándose hacia la competencia, envidia, codicia, frustración y pérdida de juventud de las modelos, abrazadas todas en una estética que se atreve a jugar con lo onírico para culminar con una analogía bastante cruda.

El néon es un símbolo de las sociedades futuristas, especialmente esas distópicas de las ficciones cyberpunk. Se refleja en los grandes anuncios de las grandes ciudades, donde los habitantes han pasado a ser pequeñas manchas en las luces incandescentes de las vallas publicitarias, puestas por empresas que nos conocen más que nuestra propia madre, que saben de memoria nuestros hábitos y que nos pueden vender hasta una piedra con un anuncio sexual. Al final me pregunto quién será para Refn el demonio de néon, tal vez sea la sociedad de consumo, el capitalismo salvaje, el sexo o todas las anteriores. No lo sé. Lo que sí sé es que todos somos sus súbditos.


Imagen principal tomada de Cinepremiere.

Jiménez Suchité

Mal amante de la literatura y el cine, series, música e historias en general. El arte me salva la vida y yo la voy haciendo peligrar, así nos complementamos y así, algún día, algo saldrá mal. Cargo con muchas etiquetas, pero solo me hago responsable de las que he elegido yo. Ya no pregunto por quién doblan las campanas, ahora sé que doblan por mí. Rechazo y resisto, no conozco otra forma de vivir.

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