Rómulo Mar | Arte/cultura / SALTO DE LIEBRE
«Mierda», es la palabra con la que termina la novela El coronel no tiene quien le escriba, del colombiano, Premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez. Fulminante final. Y no fue este escritor quien inventó esta palabra, aunque parece nueva en el libro, «no, no y no» dice una vieja canción, es más antigua que la manera de pedir fiado. Pero en esta obra el término cumple una función clave para darle la puñalada por la espalda al lector y dejarlo noqueado, como mandan los libretos de escritura creativa.
Viernes 12 de jun. 7:49 a. m.:
«Estamos procesando tu solicitud. Espera noticias del GOBIERNO DE GUATEMALA, JUNTOS SALDREMOS ADELANTE [sic]».
Ahora, en esta situación precaria, seca, por la que atravesamos, ATRAVESAMOS, muchos guatemaltecos golpeados por la pandemia y sus efectos colaterales, se nos atraviesa por la garganta el contenido de esa novela. Nos rompe la crudeza de la injusticia y la miseria, nos retorcemos en el fango, contrastando drásticamente con la abundancia de los aprovechados del momento de crisis y desarme del sufrido pueblo.
Conozco personas desconsoladas que se han quedado esperando el PIN para ir al cajero por su dinero. Y la espera se prolonga eternamente amarrada a una esperanza hecha harapos que deambula por la calle de la amargura.
Muchos somos ese coronel que espera, que espera buenas noticias con el gallo atado a la pata de la cama. Alimentando un gallo de pelea que siempre sale vencido. Estamos esperando el bono familia por siempre con los ojitos llorosos. Con los ojitos morosos. Y se nos cae una baba imaginaria viendo el largo camino que en lontananza nos muestra la silueta de un supuesto mensajero, fantasmagórico, que llega con ese dinero. Puro espejismo. Laaarga miseria y hambre que nos hace alucinar.
Esos mil quetzalitos (pesitos) ¿llegarán?
Viernes, 3 jul. 1:38 p. m.:
«RECUERDA para seguir con el proceso de inscripcion del bono familia envia BONOPAGO por mensaje de texto al 2020 y responde el formulario [sic]».
El arranque de la novela es casi igual de contundente que el final. El primer párrafo habla de un protagonista que raspa el fondo de un tarro de café para recoger los últimos grumos para servirle una taza a su esposa asmática recostada en la cama. Luego le miente que él ya tomó la suya. Esas «raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata» que emergen del fondo, significan la hondura de tristeza que embarga a un hombre profundamente derrotado por las circunstancias de la vida. Cualquier parecido con nuestra realidad… No es coincidencia, es fabricado por los de arriba.
Lunes, 6 jul. 12:15 p. m.:
BONOPAGO
«Por disposiciones del Congreso de la Republica segun el Decreto 22-2020 es OBLIGATORIO PARA PROCESAR SU PAGO RESPONDER:… [sic]»
6 jul. 12:19 p. m.:
«Muchas gracias, espera más noticias de Bono Familia [sic]».
El Gobierno siempre trabaja a una velocidad que no pasa de primera. Se hizo una asignación de 600 000 millones de quetzales, una cifra que muchos no alcanzan a dimensionar, de la cual no puede afirmarse con certeza qué rumbo está tomando. Unos han perdido sus empleos, a otros, en el mejor de los casos, les rebajaron sus salarios. Familias enteras sufren las consecuencias. Todos con la mano extendida, abierta, y vacía comiendo incertidumbre. Y el Estado se-to-ma-su-tiem-po.
No soy dado a estar criticando a los funcionarios curtidos miles de veces criticados. Criticar a unos individuos que por centurias hemos sabido que están torcidos, ya no es original y es en vano, ya pasamos del cansancio. Pero cuando bajamos, bajamos, bajamos y nunca tocamos fondo, finalmente soltamos la palabrota atrancada en la garganta ¡…!
Lunes 10 agosto:
Todavía no hay ni m… mensajes.
Fotografía por Rómulo Mar.
Rómulo Mar

Escritor. Fundador del canal de videos Letras en Directo y del periódico impreso El Revisor. En 2018, por acuerdo municipal del ayuntamiento de Chiquimula, fue declarado «Valor Cultural del departamento de Chiquimula». Ocho libros publicados: 2 de poesía, 2 novelas y 4 de cuentos.
2 Commentarios
El Coronel siempre un hombre muy respetuoso. Cuando alguien decía una «mala palabra» lo corregía: «se puede decir de otra forma». Pero cuando la mujer lo atosiga, lo arrincona y finalmente lo fastidia con la misma pregunta: «¿y qué comeremos?»; a pesar de que el Coronel le explica muchas opciones, entre ellas el dinero de su indemnización que nunca llega. Es cuando el narrador expresa: «El coronel se sintió entonces lúcido, tranquilo, liberado al responder a la mujer: Mierda. Un final con una sola palabra, una palabra contundente e insustituible. En nuestra situación económico socioeconómica y política también nos vemos acorralados y fastidiados. La pandemia sólo vino a visibilizar con más lucidez esa dinámica social que ha sido la urdimbre de la cotidianidad de las clases más desposeídas y marginales. Aunque el neolberalismo pseudocapitalista quiera endosar la total responsabilidad de esa dinámica a la desidia e inercia de las personas, invocando argumentos insípidos como la falta de emprendimiento, la verdad es otra muy distinta. Esa dinámica se viene arrastrando desde la invasión de los pueblos originarios por las hordas de los conquistadores españoles, y la instauración de un sistema feudal de los criollos, sistema que persiste. El territorio guatmalteco se puede conceptualizar como un gran feudo que, a manera de linaje, se va endosando y agrandando a la descendencia de sus dueños. Esa palabra atracada en la garganta de los marginados se torna por momentos en estallido social. Entonces los poderosos y sus lacayos políticos escandalizan y vociferan en contra de esos «comunistas» o «izquierdistas» revoltosos que bloquean las carretas y hacen fastidiosas marchas de protesta. Pero el hambre y el pauperismo extremo no son como la anatomía de nuestros cuerpos: no conocen de izquierda ni de derecha. Sólo se preguntan, como la mujer del Coronel: ¿Qué comeremos?. Pero la mala palabra no emana de esas bocas hambrientas, sino de los poderosos que tienen sus millardos embodegados en los bancos cómplices. Son ellos los que, vedada o explicitamente les dicen: «Ustedes comerán…»
Hay que caer en esa cuenta cruda, mi estimado Omar, que de esa pregunta deriva la respuesta que se expande con la inmensidad que lleva en sus entrañas, esa palabra que encierra toda la desesperanza de la miseria que cuelga en un abismo.
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