El control social, la represión y el terror no desaparecieron

Victoria Aurora Tubin Sotz | Política y sociedad / Q’ASAXIK TZIJ (TRASLADANDO PALABRAS)

Este texto fue escrito en conjunto con Fernando Ical Ich.

Durante el conflicto armado interno en Guatemala, el control social se convirtió en un elemento más en el tejido social de las comunidades indígenas, rurales y los espacios de participación política. Se rompió la confianza, la seguridad, porque todos los mecanismos de control minaron no solo los comportamientos sino, principalmente, los pensamientos progresistas y de cambios hacia mejores condiciones de vida, los que fueron calificados de comunistas. Esto generó miedo, desconfianza e inseguridad.

El control social que se ejerció desde las familias, la iglesia (en sus diferentes corrientes y sectas), el sistema educativo, medios de comunicación y otras formas, contribuyó para que la represión fuese ingrediente infaltable en los espacios de socialización con el fin de eliminar cualquier amenaza que viniese de los «enemigos internos», lo que justificó el uso de la fuerza pública, la ejecución de masacres de familias y comunidades. Tanto los asesinatos y desapariciones forzadas selectivas fueron resultados del control social, pero al mismo tiempo estrategia militar para mantener dicho control, por el medio que estos infunden.

Lo que no debe olvidarse, es que una de las formas de generar terror, miedo y mayor control social fueron las torturas públicas, el aparecimiento de principales líderes en áreas públicas con fuertes señales de tortura; mujeres despojadas de su vestimenta, torturadas y con señales de violencia sexual. Los asesinatos en pleno día, más aún cuando las víctimas fueron asesinadas en sus hogares, no solo se trató de eliminar a los supuestos enemigos internos, sino era el mensaje para que todos y todas vieran que esto podía pasarles si no se comportaban de acuerdo a las imposiciones.

Esto ocasionó el desplazamiento violento de miles de familias, la búsqueda de refugio para salvaguardar la vida, abandonando violentamente sus hogares, sus siembras, tierra y su espacio comunitario (en el caso de las comunidades mayas). Aunque la firma de la paz supuso acabar con la violencia sistemática, que se justificaba en la lucha de contrainsurgencia, los mecanismos de violencia instalados en el tejido social no desaparecieron, tampoco hubo interés de las respectivas autoridades de iniciar el establecimiento de un verdadero Estado democrático, sin represiones y con plena vigencia de los derechos a la igualdad y libertad ciudadana.

La nueva era del control social, la represión y el terror

Luego de la firma de la paz, la violencia en las comunidades ya no fue por ser parte aparente de la contrainsurgencia, sino por defender su territorio ante la llegada de empresas extranjeras vinculadas a las empresas corporativas nacionales. Los cánones de la desconfianza, el miedo y el terror están muy vivos. Nadie puede protestar porque ya están otros que denuncian dicha acción, ya no está militarizada la comunidad pero siguen las acusaciones, los acosos y la infiltración para la obtención de información que sirve tanto a las empresas como al Estado guatemalteco.

A la par de esta dinámica, la era de la tecnología y del consumismo ha llegado a todos los rincones comunitarios, el uso de los celulares ha significado un avance, pero también un control porque se puede grabar voz, videos y las redes sociales pueden hacer llegar la información de manera inmediata. De no ser así, cómo podrían explicarse las capturas de líderes en determinados lugares, el asesinato y control de los movimientos de líderes e integrantes de los movimientos sociales.

Existe en la actualidad diversas formas de control social que van de lo más tangible a lo intangible y sutil. Por ejemplo, la cooptación de liderazgos comunitarios por parte de empresas que se han convertido en informantes claves sobre los proyectos y planes de desarrollo de las comunidades. En muchos casos estas personas perciben emolumentos por dicho trabajo. La forma más sutil es a través de las religiones y sectas, que actualmente siguen funcionamiento como en la época del conflicto armado. Aunque esto es temporal, ya que los empresarios, luego de usar al informante, lo desechan para contratar otros, seguir dividiendo a las comunidades, cooptar las luchas y fragmentar aún más el tejido social.

Esto ha llevado a la poca indignación y acción frente a las graves violaciones de derechos humanos en las áreas rurales, matan a los líderes, hay violencia sexual hacia las mujeres y la reacción de la gente es nula, es mucho más fuerte en aquellos que tienen familiares que trabajan en las empresas, aunque los salarios no equiparen lo que la ley establece.

El control social comunitario es parte de la represión y del terror que sigue vigente y forma parte de la cultura social en lo micro y macrosocial. Por lo tanto, la muerte, los asesinatos de líderes no son hechos aislados.


Victoria Aurora Tubin Sotz

Mujer maya kaqchikel, socióloga, magister en Comunicación para el Desarrollo y estudiante del doctorado en Ciencias Sociales, USAC. Soy crítica y activista en las diferentes luchas de los pueblos originarios, a partir de mi pertenencia étnica y ser desplazada durante el conflicto armado interno, con la desaparición forzada de mi padre y una familia fracturada.

Q’asaxik tzij (Trasladando palabras)

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