Fernando Flores Morador | Arte/cultura / CAMBALACHEANDO
Estudiaremos ahora el acto reflexivo, por ejemplo: «Juan piensa en Juan»; es decir, piensa en sí mismo. Los actos reflexivos se caracterizan por una polarización pendular, de «ida-y-vuelta» hacia el futuro y de regreso al pasado, para quedarse en él y no se agotan en un número específico de oscilaciones. En la terminología científica se llama a este fenómeno el «círculo hermenéutico». En cualquier caso, la serie de actos reflexivos queda siempre polarizada hacia el pasado.
Los actos reflexivos pueden ser banales como «Juan se peina» o «María se viste». También pueden asumir una gran importancia, como es el caso de los actos reflexivos-objetivadores como: «María piensa en sí misma como si fuera otra». Nos recuerda a la expresión: «pienso luego existo» de René Descartes, según la cual el acto de pensar es la prueba objetiva de la existencia del pensante. Estos actos son neutrales al sexo de los actuantes, como en el caso «María se piensa a sí misma como si fuera Juan».
Observamos que estos actos dan lugar a los actos veraces. Por ejemplo, «María sostiene que Juan dice la verdad», es decir, María asume la identidad de Juan y nos dice que «si ella fuera Juan, sostendría lo mismo que este ha sostenido». María actúa como garante de la veracidad de los dichos de Juan.
Es obvio que «Juan sostiene que dice la verdad», no tiene la fuerza convincente de «María y Juan sostienen que Juan dice la verdad». El primero es un acto reflexivo, el segundo e una acto reflexivo-objetivador. Estos últimos son la base de los actos cognoscitivos, en los cuales María se identifica con el mundo. Por ejemplo: «María dice que las púas del rosal cumplen con un fin defensivo», porque si María fuera rosal, así las usaría. Decimos que «Juan dice que el universo tiene un origen», porque todo lo que Juan conoce lo tiene.
Otro ejemplo podría ser el de la afirmación freudiana, según la cual, la prohibición del incesto en la familia humana tuvo su origen en el asesinato del padre, perpetrado por los hijos machos en el seno de una familia de simios. Aquí Freud identifica a los humanos (grupo en el cual se incluye) con una sociedad de simios. Se explica una particularidad de la cultura humana (la prohibición del incesto), en función de la conducta de la familia de simios a través de un proceso objetivador basado en un acto reflexivo. En este caso se nos dice: «si yo fuera un simio, y estuviera sometido a la conducta despótica de mi padre, habría participado en su asesinato para, de esta manera, poder convertirme en un Homo sapiens».
Observamos que los actos cognoscitivos son la base de los actos científicos, cuando el sujeto del acto se encubre y los actos son presentados como hechos. Así, «el rosal» encubrirá a María en el acto «el rosal se defiende con las púas» y «la gran explosión» encubrirá a Juan en «el Big Bang es el origen del universo». De esta manera la objetividad reflexiva desaparece, y en su lugar surge el hecho, que es el acto desprovisto de sujeto. Pero al desaparecer el sujeto, la objetividad no puede garantizarse, así que habrá que negociarla. Los hechos entonces serán contrastados consigo mismos a través de experimentos, exámenes, ensayos, comprobaciones, etcétera. Decimos que la polarización pendular objetivadora cambia a una polarización paralela o negociadora. Los hechos científicos negocian entre sí para generar el puzzle de la verdad. Por ejemplo, el rosal en situación-1 se comparará con el rosal en situación-2 y así sucesivamente, hasta que por exceso o por defecto, se llegue a la verdad (presente absoluto). En la literatura especializada, «la verdad» es de naturaleza empírica y supone el estudio de un número no especificado de situaciones favorables a una hipótesis, asumida esta como punto de partida. La hipótesis estará polarizada hacia el futuro, mientras que una serie de experimentos-observaciones estarán polarizadas hacia el pasado hipotético.
Los métodos para alcanzar el presente absoluto son dos: 1) a través del criterio de verificabilidad y 2) a través del criterio de falsabilidad Moritz Schlick (1882-1936) y los neopositivistas, son quienes proponen el criterio de verificabilidad. Este criterio nos dice que un hecho es verdadero cuando sabemos qué observaciones nos llevarían a aceptar su verdad. Karl Popper (1902-1994) propuso el criterio de falsabilidad. Rechazó el criterio de verificabilidad, sosteniendo que un número finito de casos positivos no puede establecer plenamente una generalización.
Imagen principal, pieza del rompecabezas, dominio público, tomada de Wikipedia.
En su obra Tótem y tabú de 1913. Alianza Editorial, 2011. ISBN: 9788420650883.
Fernando Flores Morador

Vivo en Suecia en donde enseñé Historia y Filosofía de las Ciencias y de las Tecnologías hasta mi jubilación. Actualmente soy investigador honorífico en la Universidad de Alcalá (Madrid).
Correo: morador561@gmail.com
0 Commentarios
Dejar un comentario