El Choco

-Jaime Barrios Carrillo / SIGNOS

La última vez que nos vimos, esto es un eufemismo, fue en la ciudad de Quetzaltenango en 2001 o tal vez 2002, cuando le dieron el primer premio en la rama de cuento por su relato El suicida. Mario René Matute García tenía años de no estar en Guatemala. A Xela viajamos en un autobús donde iba su hermana la poeta y premio nacional de literatura Carmen Matute. También en el mismo bus viajaba Margarita Carrera, a quien le dedicaban la edición del año de los Juegos Florales de la Independencia. Su hermano Arturo llegaría desde Chile. Planearon un encuentro y reencuentro de los hermanos y otros familiares muy emotivo.

El Choco Matute llegó con aquella sonrisa contagiosa y su infaltable sentido del humor. Hablamos bastante. Compartimos. Recordamos. Yo rememoro ahora el momento en que le fue entregado el premio y su discurso conmovedor. Dijo que agradecía profundamente que le dieran ese premio a él, un exilado. Recordó la memoria de su hijo Mario René Matute Iriarte, el Tutuy, asesinado por el Ejército, y así lo dijo literalmente, lo que motivó que los oficiales que estaban en primera fila, entre ellos el comandante de la entonces base militar Lisandro Barrilla, se levantaran impetuosamente y abandonaran la gran sala del Teatro Municipal que estaba repleto. Del vil crimen de su hijo escribió alguna vez una sentida evocación que terminó así:

El terror ha cuajado hondamente en el accionar de casi todo el país y esa descomposición patológica despliega su poder destructivo hasta en las más inimaginables formas y maneras de dominio y embrutecimiento que puedan concebirse. Mario René, Tutuy, permanece en aquella colina de mártires de la injusticia y del crimen. Yo lo saludo camaraderilmente desde mi silencio y mi soledad, con el respeto de padre, compañero de sueños y esperanzas y anhelos de un futuro menos podrido para mi patria.

Yo había conocido a El Choco muchísimos años antes cuando Mario René Matute García estudiaba en la San Carlos y era alumno de mi padre en psicología. Estuvo en casa muchas veces, cenando, visitando, tomando cafecito con mi padre. Y más que alumno fue amigo del viejo. Una amistad que duró toda la vida y que ahora la muerte los hermana. Papá se fue en 2009 y El Choco me mandó entonces un hermoso mensaje de pésame. Curiosamente ambos cumplían años el 20 de agosto.

A principios de los ochentas o finales de los setentas, yo era un joven catedrático de la San Carlos y me inscribí a los seminarios del Instituto de Mejoramiento Educativo, creo que se llamaba así, donde El Choco impartía algunos cursos. Siempre ameno, siempre didáctico y nunca le faltó lo crítico y su cuestionamiento del sistema, de las injusticias de todo tipo, de la necesidad de la libertad y la democracia. Luego vino la barbarie del general Lucas, los asesinatos de estudiantes, dirigentes estudiantiles, catedráticos y personal de la Universidad. Salimos al exilio como una salida de emergencia. Nos salvamos. No habíamos hecho nada más que dedicarnos a las ciencias sociales y a su enseñanza. El Choco con su inseparable compañera, fallecida hace unos años, Olga Herminia Jiménez Muñoz (Jimena) a México y yo a Europa. No nos vimos, de nuevo el eufemismo, en dos décadas hasta el recuentro ya descrito en Quetzaltenango. Desde entonces renovamos la comunicación. Llamadas ocasionales por teléfono. Cartas y el milagro posmoderno del correo electrónico. Intercambiábamos ideas y reflexiones sobre lo que pasaba en Guatemala y sobre lo que había pasado. Mario René colaboró entusiastamente conmigo cuando escribí el prólogo/ensayo de la reedición de la obra Preocupaciones de Huberto Alvarado Arellano, asesinado cruelmente por la dictadura militar en 1972, y al que Mario René tenía en muy alta estimada por haber sido su amigo y compañero de lucha.

En Guatemala, antes del exilio, El Choco había hecho una carrera académica brillante y fue también periodista cultural, le gustaba la radio y trabajó en Guatemala Flash. También hizo arpegios de músico aficionado e impulsor de un proyecto único: una orquesta de ciegos que tomó el nombre, hoy histórico, de Armonía en Tinieblas.

En el exilio mexicano continuó con el periodismo cultural en Uno Más Uno, El Financiero y El Día. Siguió también con la escritura creativa, concretando novelas, cuentos y ensayos. Sus obras recibieron premios y menciones. En el 2001 la APG premió Palos de ciego con el Quetzal de Oro. Su libro de cuentos La muñeca mala, publicado por Alfaguara, fue muy recibido por la crítica. Pero sobre todo recibieron el reconocimiento del público mexicano. En 2009 un grupo de escritores, académicos e intelectuales, entre los que me cuento, junto a Virgilio Álvarez Aragón, Carlos Figueroa y otros, nos propusimos trabajar para que le concedieran a Mario René Matute el Premio Nacional de Literatura que lamentablemente no se logró por razones absurdamente políticas.

Nos ha llegado con la velocidad de las malas noticias, la irreversible información que Mario René Matute ha muerto en México. Inclaudicable, riguroso en el estudio y sin duda un amigo amable y generoso. Quiero cerrar esta columna, luctuosa y triste, con otro correo esclarecedor que me enviara mi querido amigo El Choco, el que veía más que nosotros aunque fuera biológicamente ciego desde los cuatro años:

El aplastamiento de las manifestaciones políticas y la poda de todas las posibles organizaciones cívicas nos dejaron sin liderazgos, ni individuales ni grupales, que pudieran ahora erigirse en partidos o vanguardias organizadas con suficiente capacidad orgánica y madurez cívica convincente. Habrá que esperar algún tiempo más, no sé cuantos años, para que una vez Guatemala consiga librarse de las plagas socialmente patológicas como las maras y los narcotraficantes que poseen vínculos poderosos con el poder político, pueda organizarse como una nación verdaderamente democrática y sana con vistas a construir el país bello, saludable y promisorio que soñamos y seguimos soñando para un mañana que, ojalá todavía podamos vivenciar, aunque sea un ratito.


Fotografía tomada de Prensa Libre.

Jaime Barrios Carrillo

Columnista, escritor, investigador, periodista nacido en 1954 y residente en Suecia desde 1981, donde trabajó como coordinador de proyectos de Forum Syd y consultor de varias municipalidades. Excatedrático de la Universidad de San Carlos, licenciado en Filosofía y en Antropología de las universidades de Costa Rica y Estocolmo.

Signos

3 Commentarios

Eduardo Antonio Velásquez Carrera 26/11/2017

HERMOSO RECORDATORIO DE UN POETA Y UNA PERSONA MUY QUERIDA DE MI AMIGO Y MAESTRO, DR. CARLOS GONZALEZ ORELLANA.

Jacobo Vargas Foronda 25/11/2017

Hermoso Homenaje!!!

Byron Titus 22/11/2017

Jaime, el Choco, Mario Tutuy, como otros Matute seguiran siempre presentes, su paso por este mundo honro Guatemala.

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