El chapín «oeconomicus»

Sergio Estuardo Castañeda Castañeda | Política y sociedad / EXPLORACIONES

Como bien señala la tradición marxista, el ser humano, al estar inmerso en la economía capitalista, prácticamente se convierte en un objeto más de este sistema. Quedando así, pues, determinado a sus leyes, ya que la configuración de dicho modelo lo absorbe en todo momento, creando el prototipo de individuo cuyas capacidades psíquicas deben funcionar en torno a conservar, enaltecer y reproducir dicho sistema.

Tras las dictaduras militares en toda América Latina, patrocinadas en gran medida por Estados Unidos, el neoliberalismo se instauró. Entonces era fundamental que las masas arraigaran cierto imaginario que facilitara el avance de las tendencias económicas y políticas que manejarían las élites en sus respectivas republiquetas bananeras. Dentro de todo ese paquete vino el boom del «emprendedurismo», tan evidente hoy, y el auge del neopentecostalismo, los cuales representan una conveniente manera de crear reproductores del sistema con discursos que en el fondo abogan por un exitismo individual en el que no importan los medios para alcanzarlo y donde las problemáticas colectivas son invisibilizadas. Esto se trata, claro está, de una estrategia contrainsurgente que desde ese entonces ha logrado condicionar las prácticas de una buena parte de las nuevas generaciones.

Entonces el chapín «oeconomicus» poseído por esta lógica, va adquiriendo el mínimo de talento y las tendencias que el sistema exige para su propio funcionamiento; en cambio, aquellas capacidades e inclinaciones restantes, no indispensables para este resultan superfluas e «irreales». Un ejemplo de esto último es la importancia social que actualmente se le da a las carreras técnicas y, en contraparte, el detrimento estratégico a las ciencias sociales y humanidades enfocadas desde el pensamiento crítico.

El chapín «oeconomicus» desea aburguesarse cada vez más y huir aceleradamente de cualquier origen modesto –económica y socialmente hablando– del que provenga. Mira a su alrededor y todo lo estimula a esa actitud. Ante cualquier cuestionamiento se pregunta retóricamente ¿cómo podría estar equivocado si todo lo que me rodea me hace eco?

Pero esta conquista subjetiva no se puede vislumbrar a simple vista, necesita de un análisis crítico, pues se lleva a cabo a través de un subliminal proceso sistemático. Lo que sí salta a los ojos son las tendenciales manías –preconcebidas por el poder– en las que cae el chapín «oeconomicus» como el consumismo, la absurda competencia con el semejante y el basar buena parte de la existencia en la avidez de novedades. Tampoco es para nada raro que su conducta cambie drásticamente, que se torne prepotente cuando tiene cierta cantidad de dinero en la billetera. ¡Y vendrán cosas peores!, dicen las sagradas escrituras del señor Hayek.

Entonces el clasismo de nuestro OBJETO de estudio entra en juego; no solo suele prejuzgar y menospreciar a quien menos posee o no posee nada en absoluto, sino también a quien no le interese conquistar un poder adquisitivo y nivel de consumo «sobresalientes». Porque, inmersos en una sociedad estructurada por las lógicas mercantiles, las relaciones humanas se vuelven puramente contractuales, expresables y evaluables casi que únicamente por el factor dinero y el supuesto valor social que este proporciona.

Acá vemos como todo este problema ya no es solo del ente «oeconomicus» que aspira a cierto estatus, sino también tiene que ver con el otro, con el que va quedando excluido. Porque la economía política (no hay economía que no lo sea), por muy individualista que busque presentarse, es en el campo de la polis donde expresa su egoísmo. Necesita de los otros para crecer, pero estos son válidos únicamente como fuerza de trabajo. Por eso el ser humano, promulga Karel Kosik, solo tiene existencia dentro del sistema cuando alcanza una economía fuerte o al menos de algún grado que lo haga visible.

Pero ojo, no se me malinterprete, acá no se trata de una apología a la pobreza ni de ir en contra del deseo de la búsqueda de una vida estable – económicamente hablando–, ya que, como dice un querido compañero, «buscamos un modelo donde se trate de compartir equitativamente la riqueza, no la pobreza». De lo que va el asunto es de analizar críticamente este tipo de hechos que favorecen a intereses nocivos para las mayorías, incluso para buena parte del chapín «oeconomicus» y sus fervientes creencias aspiracionales.


Imagen principal tomada de Pixabay.

Sergio Estuardo Castañeda Castañeda

Estudiante de ciencias sociales, escritor y explorador que ha concebido la indagación de diversos escenarios como parte fundamental en el proceso de aprendizaje. Vinculado a la realidad política y social a través de la participación en colectivos críticos urbanos. Consciente de la necesidad de expulsar ideas para abrirnos al diálogo, al debate, a nuevas formas de compartir aprendizajes e intentar llegar a pensar por nosotros mismos.

Exploraciones

4 Commentarios

Trudy Mercadal 30/10/2018

Acabás de describir a practicamente toda la clase media de Guatemala y, sin duda, otros países latinoamericanos. Hay que agregar también el rol del colonialismo y la versión medieval de la iglesia católica que formó la base de lo que es hoy esta sociedad, pero todo eso no cabría en una sola columna. Muy buen análisis.

mauro osorio 30/10/2018

Textón querido Chejo … Pa’cuando el libro. Que reúna tus textos difundidos y publicados a la fecha?… Un abrazo.

    Sergio 30/10/2018

    Es un proyecto que espero y sea a lo sumo a mediano plazo. La recopilación está prácticamente lista. De repente hablamos de eso en estos dias, acompañados de unas bebidas…

Oscar 29/10/2018

En mi pueblo le decimos «clase media alienada».

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