José da Cruz | Política y sociedad / INCONFIDENCIAS
Por comodidad o pereza, se dice que el mundo es una esfera. Como esta esfera no es perfecta, algunos hablan de un esferoide. Para otros, la forma del planeta recuerda a una pera. Podría ser entonces un peroide. Ese nombrete suena a adversativo y entonces la ciencia dice que la forma del planeta es un geoide, o sea que la Tierra tiene forma de la Tierra, un tautologoide.
El centro de esa cosa rara debería hallarse cavando unos seis mil trescientos kilómetros hacia abajo, con indiferencia del lugar donde estemos parados. Por ahora, tengo entendido, la cota más profunda alcanzada por una perforación, se logró en un pozo petrolífero de Rusia y fue de 12 kilómetros. Como quien dice, una subcutánea. Inútil buscar por allí.
En uno de los libros sagrados de los pueblos mayas, el Popol Vuh, el centro del mundo es Mani, en territorio yucateco. Tiene algo más de cuatro mil habitantes y una preciosa iglesia misionera. La Ciudad del Ombligo de la Luna, México Tenochtitlan, fue el centro del mundo para los aztecas pues allí se reunieron el águila, el cielo y la serpiente, la tierra. El nopal era solo infrestructura. Cusco, a cuatro mil metros de altura, era el origen de los cuatro caminos hacia los cuatro suyus del imperio incaico o Tahuantinsuyo, orientados por la estrella Sirio.
Del otro lado del océano, siglos antes, los romanos se habían expandido desde un pantano hirviente de mosquitos hacia el norte. En el sur estaban los griegos. La idea expansiva, por los historiadores llamada civilizatoria, es bastante simple: consistía en avanzar. Las legiones iban construyendo sus propios caminos. Cuando llegaban al cruce de un río, establecían un campamento y allí nacía una ciudad o colonia. Todos los caminos llevan a Roma, pues desde allí había partido su ingeniería: un verdadero centro del mundo.
Por eso, el papado, una monarquía absoluta, elegible y teocrática, se instaló en el centro del mundo con un gobernador infalible por decreto. Auspiciado por Dios, es un Centro Celestial en la Tierra, una especie de oenegé. A lo largo de 1700 años de encogimiento, el poder secular del papa se ejerce hoy sobre 44 manzanas y algo más, pero ese medio kilómetro cuadrado tiene propios sellos de correo y hasta un seleccionado de fútbol.
Los chinos resolvieron el problema de una forma práctica y declararon que ellos eran el Imperio del Centro: el resto era su periferia. En poco tiempo más sabremos si tenían razón. Este centro es disputado, pues del goce de tal centralidad podría inferirse una guiñada cómplice de los dioses.
El mismo derecho se adjudican los ingleses, a través de establecer leyes universales para luego romperlas cuando les viene en gana. Dominaron el mundo a cañonazos, o por lo menos gobernaron las olas, como quiere su canción patriótica. Una señal del dominio sobre las olas es que la longitud cero pasa por el observatorio de Greenwich, hoy un barrio de Londres. Era el punto fijo para la navegación. Con el desarrollo de los cronógrafos, por fin los capitanes sabían por dónde andaban y no metían la pata, como Colón. Con referencia a Londres, obvio, hay un Lejano Oriente, pero no para habitantes de Singapur. Nadie podía disputar la primacía de ese imperio a todo vapor, sangre y fuego, que en 1809 había mudado nada menos que la sede del Imperio portugués al otro lado del océano y destruido la flota del Imperio español ahí cerca de Cádiz. Entonces fueron a negociar con el emperador del centro del mundo. Los chinos dijeron claramente que no necesitaban ninguna chuchería británica. En venganza, los invadió el opio desde la India inglesa, por irrespetuosos. Inglaterra siempre ha representado la más excelsa moral, moral de centro del mundo.
Cuando Mahoma fundó su religión, dispuso que el centro del mundo fuese un meteorito, expuesto desde hace 14 siglos en la mezquita Masyid al-Haram dentro de una construcción de piedra negra conocida como Al Kaaba, o sea el cubo, en la ciudad de La Meca. Hacia allí, indudable centro del mundo, dirigen los fieles sus oraciones. Tal vez los lectores no musulmanes ignoren que hasta la era del satélite y el GPS había brújulas especiales para orientar el tapete correctamente.
El carácter central de La Meca quedó grabado en el idioma. Hacia allí fluyen las riquezas. Ir de la Ceca a La Meca es ir de las casas de amonedamiento –la Ceca, donde se estampaban los cequíes, está al lado de la plaza San Marco de Venecia– al lugar donde se guardan los tesoros del lujo asiático. ¿Tal vez remita a un viaje de iniciación? El advenimiento crematístico de la sociedad de consumo ha bastardeado la cosa a nivel de la meca del electrodoméstico o la meca del pollo frito, por ejemplo.
Sagrada para las tres religiones del Libro es la ciudad de Jerusalén, un centro del mundo cuyo nombre significa algo así como Ciudad de la Paz entre los Dioses. Por eso ha estado en guerra entre cristianos, judíos y musulmanes desde que hay memoria.
Quienes dibujan los mapas proponen centros del mundo. Un cartógrafo musulmán colocará La Meca al medio. Si el mapa fuera realizado en Estados Unidos, el centro lo ocuparán los continentes americanos. Eurasia queda relegada a dos pedazos. En cambio, los mapas europeos ponen a Europa occidental al centro. Claro, algo hay que poner, y es más práctico poner mi barriada.
Un centro del mundo algo curioso es el que adoptaron las Naciones Unidas como símbolo: el Polo Norte. Es una forma de no herir susceptibilidades y de complicarnos la vida para entender ese picadillo de hielos flotantes. El riesgo es hacer agua por todos los lados.
Por convención cartográfica y comodidad de la navegación entre las tierras más pobladas, el mapa moderno muestra el norte en la parte superior y da preferencia al hemisferio norte. Visto que la Tierra es una pelota, que en el universo no hay arriba ni abajo, ni derechas ni izquierdas y menos cartógrafos, daría lo mismo mostrar la Antártida en el norte. Sin embargo, esto causa un escándalo cultural y pedagógico casi cataclísmico.
Algo de eso pasó con el mapa de proyección cilíndrica de Gall, difundido por Arno Peters en los politizados años de 1970. Estamos tan habituados a ver al ecuador representado mucho más al sur de lo debido, como si al mundo se le estuvieran escurriendo los pantalones, que un mapa centrado entre los 45 grados norte y sur parece afectado de acromegalia. Representa con mucho más fidelidad el tamaño de los países, y por eso su utilización ha sido recomendada por Unesco. No sé cuántos lo conocen. No muchos. La línea del ecuador pasa a ser el centro del mapa y del mundo.
Allá por 1946, el pintor uruguayo Joaquín Torres-García propuso un mapa de la América del Sur girado 180 grados, con la Patagonia en el extremo superior. Lo acompañaba el lema «Nuestro norte es el sur». Habría que refrescar más seguido ese pensamiento.
¡Oh lectora! ¡Oh lector! ¡No deis bola a quienes intentaren convenceros de que hay un centro del mundo además del lugar que tú ocupas, y menos si como tal te indicase Wall Street!
Gracias a viejos apuntes y a Wikipedia, este artículo nació en largas tardes pandémicas.
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