El capital y los mercados

Leonardo Rossiello Ramírez | Política y sociedad / LA NUEVA MAR EN COCHE

Siempre me ha parecido formidable la elegancia y la precisión didáctica de la prosa de Carlos Marx, especialmente en su El capital. A considerar, si no, la siguiente cita:

El ácido butírico es un cuerpo distinto del formiato de propilo. Y sin embargo, ambos están integrados por las mismas sustancias químicas: carbono (C), hidrógeno (H) y oxígeno (0) y en idéntica proporción, o sea C4 H8 O2. Pues bien, si dijésemos que el formiato de propilo es igual al ácido butírico, diríamos dos cosas: primero, que el formiato de propilo no es más que una modalidad de la fórmula C4 H8 O2.; segundo, que el ácido butírico está formado por los mismos elementos y en igual proporción. Es decir que, equiparando el formiato de propilo al ácido butírico, expresaríamos la sustancia química común a estos dos cuerpos de forma diferente. (El capital, I.3.2)

Marx entrega este razonamiento, tan claro como el H2O, cuando para discutir los diferentes aspectos claves de la sociedad capitalista comienza dedicando el primer capítulo de su obra-mercancía… a la mercancía.

Marx no se detiene en explicaciones o simplificaciones solo porque una minoría de sus lectores acaso no comprendan el ejemplo. Si no lo hacen, sencillamente deben ir a la tabla de Mendeleiev, repasar sus conocimientos de química y releer el fragmento. De inmediato se hará la luz en sus cerebros.

Si ese libro fundamental no existiera y alguien lo fuese a escribir hoy, probablemente no usaría el ejemplo del que parte Marx: que una levita es equiparable, en términos de valor de cambio, a veinte varas de lienzo, pero no en términos de valor de uso. Quizá empezaría con una mercancía más familiar, por ejemplo, un bebé.

Creo que queda fuera de toda discusión que un bebé es equiparable, en términos de valor de cambio, a unos veinte fetos, pero hete aquí [1] que no en términos de valor de uso. Eso lo tuvo claro, y medró en consecuencia, una dulce monja de la organización Missionaries of Charity [2], con un considerable capital de bebés, en la ciudad de Rachi, en el este de la India, hace unos días.

La monja y otro empleado fueron arrestados por la policía cuando se descubrió que otro bebé más había desaparecido de los depósitos de la caritativa organización. Anteriormente habían desaparecido del mismo lugar no menos de cinco niñitos y habían sido vendidos a madres solteras. La investigación mostró que el bebé desaparecido había sido comprado por una pareja. El precio (no el valor) fue de poco más de 1 700 dólares americanos.

Es una suma excesiva. Considerando solo el costo de cada uno de los miembros de la pareja, estamos hablando de más de 850 dólares per cápita. Y para poder recuperar algo de la inversión, vendiendo por ejemplo un riñón, tendrán que alimentar a la criatura durante años. Además, el dólar se ha valorizado mucho últimamente. En términos marxistas, el valor de cambio del bebé está en una proporción desfavorable en relación a su futuro valor de uso. Por otra parte, podría ser que la pareja engañada por la pérfida monja haya adquirido el bebé con el convencimiento de que, además, hacía un acto de caridad beneficiando a la organización filantrópica.

Ahora estarán en un embrollo, de seguro lamentándose de no haberse metido en el mercado y haber considerado el real valor de cambio de la mercancía adquirida. Cada temporada hay grandes rebajas de bebés, además. Tanto apuro no pudieron tener. Y hay que saber elegir la mercancía. Definitivamente, pagar un precio altísimo. En efecto, un bebé indio (el precio de los bebés varía de acuerdo con el color de la piel y la procedencia étnica) puede cambiarse por apenas siete fusiles de asalto en buen estado, y estos por apenas cien gramos de heroína. Con doce de esos bebés uno puede comprarse un hígado ilegal.

”Ilegal”. Vamos, quien dice ilegal dice ”más barato”; dice de todos modos ¡un hígado! Lo sustantivo, por suerte, prima sobre lo adjetivo. Cuando a uno le meten un hígado, así haya costado veinte bebés, lo acepta sin pensar demasiado en si es legal o ilegal. De esa manera razonaron los directivos del FC Barcelona, según se supo hace poco [3] cuando le compraron un hígado (ilegal) en 2012 al entonces jugador Eric Abidal y encargaron a un cirujano que se lo pusiera.

Los mercados, no solo de mercancías sino también de personas y de personalidad, siempre han sido un motor del desarrollo humano. Los grandes teóricos del capitalismo creyeron desde un primer momento en el poder de los mercados. Hoy los mercados son internacionales como nunca antes. A cada rato se proyectan o implementan tratados de libre comercio. Recientemente, por ejemplo, los de la Unión Europea con Japón y de Chile con Uruguay. Por eso uno se rasca la cabeza cuando un individuo que heredó una fortuna hecha en y para los mercados, dispara contra ellos. En momentos de escribir estas líneas, EE. UU. prepara aranceles contra productos chinos por la friolera de 200 000 millones de dólares. Por si fuera poco, apunta baterías incluso contra la Organización Mundial del Comercio.

Eso no sería tan grave si ese sujeto no fuera el POTUS. Él debe de razonar en estos términos: si, como sostuvo Carl von Clausewits, la guerra es la continuación de la política con otros medios, la guerra comercial debería ser la continuación de la política comercial con otros medios. Estos son el desplante, el patear el tablero y las amenazas.

Podría pensarse que la actuación del POTUS encuentra sus razones en la política interna de EE.UU. En noviembre habrá elecciones al Congreso; se trataría de ir ganando adeptos desde ya. Justamente en El capital podría haber claves y hasta explicaciones teóricas de esa política mercadofóbica:

El intercambio inmediato de productos presenta, de un lado, la forma de la expresión simple de valor, y de otro lado todavía no la presenta. Esta forma era: x mercancía A = z mercancía B. La del intercambio directo de productos es: x objeto útil A = z objeto útil B. Aquí, los objetos A y B no tienen, antes de ser cambiados, carácter de mercancías: es el acto de cambio el que los convierte en tales. La primera modalidad que permite a un objeto útil ser un valor de cambio en potencia es su existencia como no valor de uso, es decir como una cantidad de valor de uso que rebasa las necesidades inmediatas de su poseedor. (El capital, II)

En otras palabras, las mercancías que no se venden ni se compran, en realidad todavía no son mercancías. Por lo tanto… ¡qué le importan al POTUS los mercados!


[1] ¿Qué significa la expresión? ¿Con qué derecho tutea al lector? ¿Qué te has, Papirri, en ese lugar?

[2] Conviene señalar acá que esa organización filantrópica fue fundada por la madre Teresa de Calcuta, galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1979 y canonizada en 2016 por el papa Francisco. Para matizar o considerar críticamente la imagen de esta señora se puede partir del artículo de Ana Gabriela Rojas, El lado oscuro de la madre Teresa de Calcuta.

[3]Ver, por ejemplo, La Vanguardia.

Leonardo Rossiello Ramírez

Nací en Uruguay en 1953 y resido en Suecia desde 1978. Tengo tres hijos, soy escritor y profesor en la Universidad de Uppsala.

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