El cambio climático: más allá de conferencias y de buenos deseos

-Sindy Hernández Bonilla / SIMBIOSIS

Somos la primera generación que entiende perfectamente lo que está pasando con el clima
y posiblemente seremos la última que pueda evitar la catástrofe hacia la que nos dirigimos.
J. Riechmann

Existe evidencia histórica sobre los cambios en los patrones del clima, bien sea por las condiciones climáticas promedio o en la distribución de eventos en relación a ese promedio.

La evidencia se respalda en observaciones del aumento de temperatura del aire y de los océanos, el derretimiento del hielo y de los glaciares en todo el mundo y el aumento de los niveles de mar a nivel mundial, entre otros.

El Grupo Intergubernamental de expertos sobre el Cambio Climático (IPPC por sus siglas en inglés) ha señalado hechos indiscutibles como que la última década fue la más calurosa desde 1850; el incremento de la temperatura promedio en los últimos 50 años es casi el doble del de los últimos 100 años. Además, que la temperatura global promedio aumentó 0.74º C durante el siglo XX.

Otro hecho es que hay más dióxido de carbono en la atmósfera, uno de los principales contribuidores al cambio climático, y su concentración atmosférica ha aumentado desde un valor de 278 partes por millón entre el siglo XVIII y el XIX, hasta 397 ppm en la actualidad.

Si bien estas variaciones de temperatura han ocurrido históricamente y han afectado a las sociedades, la huella de la actividad humana está calando al punto de decir que hoy más que nunca sentimos los efectos del cambio climático. Esta aseveración también se puede decir porque tenemos más información y porque posiblemente comprendemos más lo que está pasando.

Pero aún con esto, lastimosamente más allá de los quejidos, de si hay más calor, más frio, que si nieva en San Marcos o en Quetzaltenango o que hoy las inundaciones son mayores… no hay cambios en nuestras formas de consumo y en nuestro estilo de vida.

Somos una sociedad egoísta e irresponsable. Vivimos como si los recursos naturales y los ecosistemas fueran infinitos. No tenemos límites en lo que consumimos ni en lo que desechamos. Si utilizáramos la herramienta de la huella ecológica como indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana, podríamos ver que, aún con las desigualdades sociales, en la actualidad consumimos los recursos inexistentes de 1.5 planetas Tierra.

Por ejemplo, el estilo de vida de la sociedad estadounidense, anhelo de muchos, demanda seis planetas Tierra.

Las cumbres y pactos sobre el cambio climático son espacios aspiracionales, en donde se expresan las buenas intenciones para “hacer algo” y evitar el cambio climático. Sin embargo, poco abordan el tema de fondo, ya que se intenta poner límites a las emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero pero los límites son absolutamente incompatibles con el sistema productivista actual. Riechmann lo dice claro: “Aunque el síntoma sea el calentamiento climático, la enfermedad se llama capitalismo”.

Sin ir más lejos, pese a la evidencia global y nacional de los daños que genera la explotación minera, tanto Gobierno como determinado sector privado lo siguen impulsando. El carbón figura como segunda fuente generadora de energía dentro de la matriz energética de Guatemala. Así, la Conferencia de Cambio Climático se queda en un discurso plausible pero que al ver nuestro contexto es difícil ser optimistas.

No hay forma, necesitamos cambiar la mentalidad de que todo depende de los gustos y preferencias individuales, que igualdad y libertad son dos principios contrapuestos. Necesitamos bienestar humano pero que vaya acorde a los límites biofísicos que impone el planeta.

Sindy Hernández Bonilla

Amo la naturaleza y por ende la vida. Me apasiona trabajar y siempre estoy aprendiendo. Tomo en serio y empeño lo que hago: el trabajo, mis relaciones, mi entorno. Escribir es un ejercicio que además de estimular mi creatividad, permite compartir algunas de mis inquietudes y reflexiones principalmente de la biología o la ecología.

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